martes, 31 de mayo de 2011

Un pepino para Merkel, y otro para la baronesa Ashton

En este mismo blog le hemos dedicado varias entradas a la canciller alemana Ángela Merkel. Hemos dicho que es una oportunista política. Hoy vuelve a demostrarlo al declarar demagógicamente el apagón alemán de la energía nuclear dentro de 11 años. La canciller no va a permitir que el desastre de Fukushima I le hunda en las próximas elecciones. Ya hemos dicho que a Merkel de la política internacional sólo le interesa cómo puede afectarle a sus intereses en Alemania. Insisto cómo puede afectar a los intereses de la canciller, no cómo afecta a los alemanes. Ya veremos cómo sale de este lío, si es que sale y no les deja el muerto a las siguientes generaciones.

Hemos justificado el oportunismo histórico de esta política mediocre. Comunista en su juventud. Estudiante afiliada a la organización juvenil del partido comunista de la Alemania del Este. Disfrutó de todos los privilegios que le otorgó pertenecer a la elite (palabra llana que no requiere tilde) de la única organización política permitida desde la segunda Guerra Mundial en esa parte de Alemania. Ya era talludita para entender lo que ocurría en su país. A pesar de ello prefirió mirar para otro lado y esperar a que el tiempo escampase. Escondida en su doctorado de Físicas, ni participó ni le interesaron los movimientos de 1989 que dieron como resultado la caída del muro de Berlin, aquel cinturón de hormigón y acero de la ignominia. Tras la caída, inmediatamente se sumó al nuevo régimen democrático. Se olvidó que era comunista, se afilió al partido democristiano y empezó su meteórica carrera política. No dudó en liquidar a todos aquellos que la habían ayudado a ascender; pero que podían constituir una amenaza en la retaguardia. Todo esto ya lo hemos contado.

También hemos dicho que le aburre la política exterior. ¿Alguien recuerda alguna actuación de Ángela Merkel en este ámbito? Sólo se moviliza cuando la situación le afecta personalmente. Entonces actúa y lo hace pensando sólo en sus intereses, como ha ocurrido en el caso del desastre nuclear japonés: ni una sóla declaración de solidaridad ni una sola brigada de cooperación. Sólo oportunismo político. De la crisis económica quiere salir de rositas. Para ella, la banca alemana y su política nada tienen que ver con lo ocurrido. Por  no salirnos de nuestro ámbito, en lo que respecta a España, la Canciller ha dicho que los españoles somos algo así como una pandilla de vagos que nos merecemos lo que nos está pasando. Yo no conozco mucho de la precisión alemana, pero algo sí, porque en alguna ocasión me ha tocado trabajar con sus tecnólogos. Y desde mi pequeña experiencia puedo certificar el desatino de Merkel.

Ahora vuelve a la carga. Nuevamente se interesa por un asunto de política exterior: esta vez es la más que dudosa contaminación bacteriana introducida por España en sus hortalizas. Y lo hace como sólo ella lo sabe hacer: tirando la piedra y escondiendo la mano. Su portavoz hoy mismo ha dicho que su Gobierno en ningún momento ha acusado formalmente a España de ser la causante. Según el Gobierno de Merkel, el asunto lo ha aireado no sé qué comité de expertos de no sé qué organismo. Pero por supuesto ella, Merkel, no ha sido. La cara de esta dirigente política es impresionante. Da para esto y para bastante más. Por lo pronto el daño causado a la economía española se cifra en millones de euros según los representantes de los sindicatos agrarios.

Europa está pasando una de sus peores crisis en todos los ámbitos: el económico, el político, el social, etc. ¿Pero alguien piensa que teniendo al frente de la locomotora económica del continente a una dirigente del perfil bajo y de la mediocridad de Merkel cabe la posibilidad de levantar esta situación? Ese alguien bien podría decir, ¿qué prefieres a esa joya de exteriores, que responde al nombre de baronesa lady Ashton? Desde luego, vaya pareja. Que les den un pepino de la huerta levantina a cada una de ellas. Un señor pepino, sin contaminar, porque de esos nunca hemos tenido ni siquiera para servir una buena ensalada a la benefactora Merkel.

Ahora bien, el Gobierno español que haga su trabajo. Que verifique la calidad de las hortalizas españolas, que facilite los análisis y los controles de calidad y que inmediatamente exija responsabilidades políticas y económicas. A Merkel y al Gobierno Alemán por actores culposos. A la Unión Europea por permitírselo. Y a la baronesa Ashton, si es que alguien la encuentra en algún sitio que no sea su casa en Inglaterra (siempre nos quedará poder pedir su extradición), por omisión y dejación de funciones.

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