lunes, 13 de abril de 2020

El papel de los políticos en una epidemia que no afecta a todos por igual

La epidemia provocada por la expansión del coronavirus ha obligado al Gobierno de España a declarar por primera vez en la reciente historia el Estado de Alarma  en todo el territorio y a decretar el confinamiento de toda la población en sus casas. En mi opinión, en contra de lo que han manifestado algunos tertulianos, la pandemia no afecta a todos los ciudadanos por igual. Más aún, lo que ha puesto de manifiesto son las enormes desigualdades existentes para acceder la sociedad española a servicios básicos, por más que algunos no lo quieran ver . Es evidente que no se enfrenta a la enfermedad de la misma manera un pobre sin hogar que no tiene acceso a un buen servicio de asistencia médica que un rico que dispone de atención médica especializada. Por otro lado, en estos días, ponemos la atención en los enfermos afectados por el virus; pero debe también tenerse en cuenta que no estamos exentos de padecer otras patologías y dolencias, que, con los hospitales públicos colapsados, no pueden ser debidamente atendidas, salvo aquellos pacientes económicamente pudientes que pueden permitirse acudir a servicios médicos privados especializados. Para entender esto basta mirar lo que está pasando en Estados Unidos de América en donde la pandemia se ceba sobre los más desprotegidos socialmente o sobre los que no disponen de un seguro médico.

De igual manera, el confinamiento no se pasa igual en un apartamento de 40 metros cuadrados que en una casa, en la sierra, a las afueras de la ciudad, equipada con piscina y pista de pádel. En definitiva la pandemia no solo no afecta a todos por igual sino que además ha puesto al descubierto las carencias de los servicios públicos básicos apara atender a los más débiles y vulnerables en situaciones extraordinarias como la que estamos viviendo.

Otro elemento preocupante que ha puesto de manifiesto esta crisis sanitaria es el bajo nivel del que hasta ahora ha dado muestras nuestra clase política. Es lamentable el espectáculo que nos están dando. No nos lo merecemos. Los partidos están buscando permanentemente obtener rédito político de la situación de emergencia nacional (han llegado a cuestionar, por ejemplo, que a un ministro del Gobierno se le haga una prueba para detectar si está contaminado), los presidentes de las comunidades autónomas están en lucha permanente contra el Gobierno central (es lamentable que un presidente de comunidad autónoma llegue dos horas tarde a la cita con el presidente del Gobierno y el resto de presidentes autonómicos porque para su mayor gloria se está sacando una foto recibiendo equipos de protección). La crítica se distribuye en función del color político. Llama poderosamente la atención que las comunidades autónomas tan celosas de preservar sus competencias, en este caso, las de sanidad, ahora exijan al Gobierno central una respuesta al colapso de los hospitales públicos y las residencias de ancianos que están a su cargo y denuncien la falta de medios para atender a los ciudadanos. No he escuchado a ningún presidente invocar su competencia en esta materia. Más bien todo lo contrario e oído cómo exigen al Gobierno de la Nación más medios para hacer frente a la situación.

Igualmente me parece lamentable ver a presidentes de comunidades autónomas insolidarios que no aceptan traslados, no facilitan medios y camas de UCIS a pacientes de otras comunidades autónomas. O presidentes de comunidades autónomas que a pesar de estar desbordadas no aceptan la ayuda del Estado para mitigar el virus en espacios públicos y residencias de ancianos, retrasando con objeciones absurdas la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, justamente por el mero hecho de proceder del Estado. Esto es lamentable y me pregunto si a estos individuos alguien les exigirá en algún momento responsabilidades por su comportamiento. ¿O es que acaso no aceptar ayuda cuando se necesita o proporcionarla cuando se puede no pone en riesgo la salud de los ciudadanos?

Si el presidente del Gobierno intenta consensuar acciones con los agentes sociales y las comunidades autónomas se le acusa de debilidad y de falta de liderazgo, de ir a remolque de las propuestas de los demás y de hacer dejación de sus funciones como presidente del Gobierno. Si, en cambio, a la luz de los acontecimientos, asume el mando único al que le da derecho el decreto de Estado de Alarma y toma decisiones de forma unilateral, aunque los afectados estén de acuerdo con ellas, se le acusa de falta de coordinación, despotismo, opacidad, etc.

Los partidos no solo se vigilan unos a otros para intentar desgastar lo máximo posible al adversario y sacar rendimiento electoral de la situación, que a la postre es lo único que les parece interesar, sino que son los principales propagadores de bulos. La mayor parte de las informaciones falsas que aparecen en las redes sociales son impulsadas de forma irresponsable por los propios partidos y sus líderes.

Desde luego, cuando finalice esta crisis habrá que hacer una profunda reflexión sobre la arquitectura de nuestro sistema de servicios públicos y de su solidez para hacer frente a situaciones de emergencia como las que estamos viviendo, pero también habrá que hacer una profunda reflexión sobre nuestro actual sistema de partidos y el bajo nivel que han mostrado nuestros políticos para liderar una respuesta adecuada en tiempo y forma. Los ciudadanos deberíamos tomar nota de estos comportamientos.