lunes, 9 de mayo de 2011

El paradigma de un Nobel de la Paz

En el solemne anuncio que hizo el presidente de Estados Unidos de la operación contra el líder terrorista de Al Qaida, dijo que autorizó personalmente la acción militar, apuntó que las fuerzas especiales dispararon contra Bin Laden porque iba armado y que la operación contó con el apoyo del Gobierno de Pakistán. Después se desmintió a sí mismo y manifestó que Osama Bin Laden, en realidad, estaba desarmado. Más tarde declaró que el Gobierno de Pakistán no sólo no colaboró en la captura del terrorista sino que le dio cobertura y lo protegió. Ahora ha dicho que tomar la decisión de aniquilar, asesinar y eliminar al líder integrista no le ha quitado ni una sola hora de sueño. Probablemente de todo este asunto sea la única "verdad" de la que tenemos certeza. Ya dijo Zapatero: él (Bin Laden) se lo buscó. Para qué dar más explicaciones.

La actitud de Estados Unidos en este tema como en muchos otros no ha de extrañar a nadie. Son fieles a sí mismos, como le gustaba decir a mi padre. Por algo no firman determinados tratados internacionales, para tener las manos libres, para poder decir que se actúa de acuerdo a la legalidad vigente (la de EE.UU, claro) y, ¿quién es el machito que se  va a atrever a pedir la extradición del presidente americano para juzgarlo por crímenes de lesa humanidad? Ya advirtió el propio Obama a los que en estos días critican su acción: "deben hacérselo mirar".

Que nadie pierda de vista que el líder moral del mundo, el presidente Barak Obama es Premio Nobel de la Paz. Es decir, toda una autoridad.

Lo que me deja perplejo es la actitud de la vieja Europa. Lo que me sorprende es España. No hace mucho tiempo, Felipe González en una entrevista a un medio de televisión dijo que en una ocasión tuvo que decidir si "volaba" a la cúpula de ETA. Después de sopesarlo decidió que no. A continuación le confesó al periodista que todavía hoy no sabía si había acertado con la decisión. Se armó un revuelo impresionante. Las críticas a semejante duda surgieron de todos los sectores. La pregunta que se hacía era cómo es posible que un líder político haga semejante declaración: ¿cómo un presidente de Gobierno democrático va a ordenar "volar", asesinar a nadie? La prensa lo criticó duramente. A mi también me pareció el escenario inaceptable. ¿Es justificable el ojo por ojo?

Ya lo he dicho en otras ocasiones: los mismos que criticaron duramente los GAL, las declaraciones de Felipe González sobre sus dudas, son hoy los que forman el coro de aplaudidores del presidente americano. Son la vieja y rancia claque del Gran Hermano americano.

Si a Obama lo que en realidad le quitaba el sueño era el no pasar a la historia del planeta, ya puede descansar, que nada, como él dice, le quite el sueño por ello, ya lo ha conseguido: será difícil que dentro de muchos años no se siga hablando de su gran decisión, de su gran descubrimiento de la nueva justicia, el ojo por ojo.

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