lunes, 30 de mayo de 2011

Comillas es una localidad santanderina con una hermosa playa

Comillas es una localidad santanderina con una hermosa playa. El edificio de la histórica y católica Universidad es un prodigio de la arquitectura. Nos dijeron que fue adquirido por un banco. Supongo que a estas alturas ya se habrá terminado su restauración. En San Vicente de la Barquera compré un libro. Le puse como de costumbre la fecha para recordar el evento. Lo mismo hice en Toledo. En la ciudad manchega visitamos las ruinas del Artificio de Juanelo y el museo de Victorio Macho. Un día bajamos hasta el antiguo pueblo minero de El Centenillo. Le hice una fotografía al viejo campo de fútbol, quizás el más antiguo de España. Recorrimos las derruidas edificaciones que en su día albergaron la casa de los ingenieros de minas solteros. Recordé lo que me contó el ingeniero Mariano Arias, quien a principios de los 60 realizó allí sus prácticas de fin de carrera y se alojó en una de esas viviendas. La Casa de la Dirección en la que residió el Belga, en 1915, y su sobrino Marcelo Jorissen, hoy se llama la Casa de la Paz y es un albergue juvenil. Paseando por sus calles y viendo sus casas de estilo colonial inglés recordé algunas anécdotas que un día me contó Mariano Arias, en su casa de Oviedo, como por ejemplo la sorpresa que le causó ver practicar el tenis, un deporte casi exclusivo de la comunidad inglesa. No llegamos hasta Guarromán; pero sí fuimos hasta la Carolina, un pueblo cuyo urbanismo ha sido trazado por Carlos III con tiralíneas. Nos tomamos un enorme granizado en una de sus calles principales. Después nos levantamos, cambiamos de establecimiento en la misma calle y volvimos a pedir dos enormes granizados. Visitamos los cementerios en busca de vestigios que no encontramos.

Por Logroño pasa el río Ebro. A sus orillas está la Casa de las Ciencias y muy cerca de ella la vivienda en la que residió el fundador del Opus Dei. Se conserva en buen estado la casa en la que habitaron los insignes ingenieros de minas, los hermanos Elhuyar. Su padre (el de los hermanos Elhuyar) era médico y se desplazó hasta esta bella localidad riojana por razones de trabajo. La casa hoy es una sociedad gastronómica. Hay una plaza en Logroño que tiene una estatua de Fausto Elhuyar y una calle que lleva su nombre. Me llevé una foto; pero fui incapaz de encontrar un sólo libro sobre tan ilustre personaje, del que en la oficina de turismo no tenían ni idea de quién era. La ciudad ha dedicado una placa al ingeniero de caminos Salvador Amós. Este ilustre riojano fue el padrino de boda de Marcelo Jorissen, también fue en varias ocasiones Ministro del Gobierno de España. Lo que no era de ninguna de las maneras es Ingeniero. En realidad Salvador Amos, diputado en alguna legislatura por el Distrito leonés de Ponferrada, era arquitecto, un ilustre y reconocido arquitecto, que durante la dictadura de Franco fue privado de sus propiedades. Al ver la placa tuve la tentación de informar del error a la señorita de la Oficina de Turismo, la misma que unos minutos antes me aseguró que no existía ninguna vivienda en la que hubiera habitado el tal Elhuyar. Desistí.

El Entrego, Guardo, Sabero son ciudades en las que hemos visto Museos de Minería; pero el que más me ha gustado ha sido el de Almadén. Este museo tenía para mí algo especial. Al llegar al pueblo, por fin pude ver el edificio de la antigua Academia de Minas, en la localidad en la que nació la primera escuela de Ingeniería de España. Pasé varios minutos ensimismado, intentando aprehender toda la historia que en él se encierra. Pasee por la estrecha calle en los dos sentidos, imaginándome la salida de los jóvenes cadetes estudiantes de minas. Bajé al pozo de la mítica mina El Mirador, recorrí sus galerías, me maravilló el malacate, visité la galería por la que salían los penados y me llevé de recuerdo un trozo de mineral cinabrio. Comimos por primera vez salmorejo.

Por Valladolid cruza el río Pisuerga. En esta ciudad castellana se conserva la casa en la que habitó Cervantes como en Toledo se conserva la del Greco. En su plaza mayor hemos saboreado algunos helados. Lo mismo que lo hemos hecho en la plaza Zocodóver de la capital manchega. ¿Cuántas veces nos hemos escapado a estas dos históricas ciudades? En Toledo vivió el Cid Campeador y estudió su abastecimiento de agua Luis de la Escosura, del que por cierto, conservo un maravilloso libro original escrito por este ingeniero en el año 1888. Caminamos por sus calles huyendo de la multitud que nos perseguía. Escuchamos conciertos en las calles y asistimos a espectáculos de luz, proyectados sobre las fachadas de sus edificios monumentales. ¿cuantas  veces hemos subido y bajado por sus enormes escaleras mecánicas? 

Hemos visitado en numerosas ocasiones el Museo del Prado de Madrid y el de Arte contemporáneo Reina Sofía. En Madrid, siempre que hemos podido, también hemos visitado el Museo del Instituto Geológico Minero y por supuesto la Escuela de Minas. En esta misma ciudad, una visita muy especial fue la que realicé, no hace muchos años, a la Biblioteca Histórica de la Escuela de Minas. He acudido a todos estos sitios con la esperanza de encontrar algo. Lo más curioso es que siempre me he puesto en marcha sin saber exactamente qué es lo que buscaba; pero lo que sí puedo decir es que al llegar al destino siempre me ha  invadido una especie de cosquilleo, que es el preludio de que algo importante va a suceder. Creo que seguiré haciendo la bolsa y viajando mientras siga sintiendo el mismo cosquilleo.

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