martes, 31 de marzo de 2020

Renunciar a tiempo es una forma de ganar

Pienso que, además de triste, es frustrante no alcanzar las metas que uno se ha marcado en la vida o en una etapa de la vida. Pienso que es doloroso iniciar el proceso por el que uno debe empezar a reconocer esta realidad. Sé que este no es un conocimiento que se alcance de forma  súbita o instantánea. Más bien es la constatación de este hecho a lo largo de un período de tiempo más o menos largo (cuanto más largo más doloroso). Pienso que llega un momento en el que hay que plantarse y abordarlo.  Hay que ser conscientes de que la vida no se acaba aquí, y uno tiene que seguir viviendo y levantándose por las mañanas, mirarse al espejo y estar a gusto consigo mismo. En eso consiste precisamente la felicidad: en sentirse uno a gusto consigo mismo. A pesar de todos los avatares, la vida continua. Pienso que en estos casos, resulta necesario y saludable hacer una reflexión interna que nos permita revisar, si es preciso a la baja, los objetivos propuestos, haciéndolos, en su caso, más asumibles y realistas y, desde luego, también pienso que, más pronto que tarde, debemos de terminar por asumir, por la vía que sea, la certeza de que al final del camino ya no nos estará esperando aquello que tanto anhelábamos.

A estas alturas yo ya sé que el plan finamente trazado no se va a cumplir. No lo voy a conseguir. Pienso que ahora procede redefinir los objetivos y ajustarlos a la baja (por el momento a la baja, más adelante ya veremos) para que la frustración no termine por invadir, infectar y malograr todo lo hasta ahora conseguido. Hay que salvar lo que sea realmente importante y prescindir del resto. La decisión no es fácil: ¿qué es lo importante y qué elementos de la vida son prescindibles para uno? Esa es la decisión que hay que tomar. Acertar en la elección será difícil; pero hay que hacer algo inmediatamente porque la frustracción es un gas paralizante.

Salvar es renunciar. Y esto (renunciar), además de doloroso, es frustrante. Se hace necesario superar esa frustración. Es lo primero. No queda otra. Es lo que hay que hacer: amputar, si es preciso, algún miembro del cuerpo para salvar la vida entera. En mi caso, por ejemplo, ni siquiera eso. Pienso que no hay por qué ser tan drástico ni llegar tan lejos, basta con redefinir algunas funciones y reconsiderar algunos objetivos para poder seguir caminando. La felicidad no será la soñada; pero al menos eso nos permitirá amanecer cada mañana  sin ilusiones frustradas ni utopías vanas.


miércoles, 25 de marzo de 2020

Ana Guardione

Mi interés por Chicho Sánchez Ferlosio me viene de lejos. Pienso que es una de las personas más lúcidas y preclaras que ha tenido este país. En estas mismas páginas más de una vez lo he puesto de manifiesto. Todo lo que rodeó a Chicho fue grande y extraordinario. También lo fueron las personas que en alguna etapa de su vida le acompañaron. Un día en estas páginas lancé una interrogación al aire: "¿Qué será de Ana Guardione?", la que fuera su primera mujer y madre de todos sus hijos. La respuesta no tardaría en llegar. Un día, a través de una plataforma digital recibí una solicitud de amistad. Era Ana Guardione. En los inicios me preguntó por mi interés por Chicho y me interrogaba sobre qué pensaba de él. Yo le daba mi opinión. En realidad no conocí en persona a su marido y, por tanto, solo tenía referencias de él a través de terceros: Amancio Prada, Juan Carlos Mestre... Así nos entreteníamos algunas noches, hablando sobre aquello que nos apasionaba a los dos, hasta que un día me hizo la pregunta que yo esperaba hacía tiempo: ¿Sabes quién soy?, me dijo. Por supuesto, le contesté. Lo sé desde el primer momento, tú eres la ex mujer de Chicho, rematé.

Desde la primera palabra, desde el primer momento sentí la cercanía de esta espectacular mujer. Supe desde el primer momento que estaba ante alguien realmente especial. Una mujer curtida en mil batallas de la vida, una mujer paciente y generosa. Una mujer muy inteligente y sensible. Cuando hablabas con ella te cautivaba. Podía estar horas contándote historias maravillosas. Hablé durante muchos años con ella y el día que la vi en Madrid me regaló una remasterización del disco de Chicho editado en Suecia. Recuerdo perfectamente aquel día. En ningún momento perdió la sonrisa (ni las ganas de fumar). 

Era muy activa en las redes sociales. Me enviaba numerosos WhatsApp. Y en un momento, allá por el año 2015 los dos compartimos la decepción por las comunicaciones a través de estas nuevas tecnologías. Ambos nos desencantamos. Hasta tal punto fue así que yo decidí eliminar mi cuenta de Facebook y lo anuncié. Recibí inmediatamente un mensaje de ella manifestándome cuánto lo entendía y dándome su punto de vista al respecto. A mí me pasó lo mismo, me dijo. El destino quiso, afortunadamente, que no me diera de baja inmediatamente, lo que me permitió, sin yo saberlo entonces, abrir una puerta a la esperanza en mi vida. Algo maravilloso estaba por ocurrir.

El último mensaje que le mandé fue para interesarme por su estado de salud. No recibí respuesta. Me sorprendió. Indagué e inmediatamente conocí la noticia de su fallecimiento. Se ha ido una mujer valiente, inteligente, que sufrió hasta el último día de su vida y que disfrutó, al mismo tiempo de esa vida a la que le sacó todo el partido. Fue una mujer de un corazón ancho en el que no cabía el rencor. Descansa en paz, Ana. Que la Tierra Te sea Ligera.