jueves, 31 de enero de 2013

Corrupción

Hagan ustedes la prueba. Esta noche he tecleado en el buscador de Google la palabra "corrupción" y han aparecido 48 millones de resultados. A continuación he entrado en la página oficial del Instituto Nóos; perdón, quiero decir del Instituto Nacional de Estadística y he buscado el padrón de habitantes de España y en él figuran 46 millones. Ya se han percatado del detalle, verdad. Pero no se precipiten. Como en España no puede haber más corruptos que habitantes, una lectura simplista del asunto nos llevaría a pensar que los 2 millones que faltan son los emigrantes sin papeles. Pero me parece una acusación desproporcionada e injusta, porque a estos "sin papeles" ya les hemos registrado unas cuantas veces y no les hemos encontrado nada, ni siquiera una mísera cuenta en Suiza. Además, hasta un párvulo sabe que les hemos quitado todo: el trabajo, la Seguridad Social, la atención médica, el colegio para los hijos, las ayudas a la dependencias, etc., etc. La pena es que a nuestros emigrantes no les podamos decir lo mismo que David Cameron a los suyos: "no vengan, que aquí llueve y hace mal tiempo". Así que hemos decidido valorizarlos ubicándolos a la salida de nuestras iglesias, en las que a cambio de una raquítica limosna dominical obtenemos como contraprestación ni más ni menos que la absolución por todos nuestros pecados. No me digan que por el precio que nos cuestan no nos prestan un buen servicio.

La única manera de resolver la ecuación planteada y encontrar los 2 millones de habitantes que nos faltan o los dos millones de corruptos que nos sobran (entiéndanme, no digo que sobren corruptos en España, lo planteo sólo en términos de cuadrar las cifras. ¡Por Dios, que nadie se alarme!), es proceder al recuento. ¿De habitantes? No, de corruptos, ¡coño!, haber si nos enteramos.

Lo más fácil es hacerlo por estamentos. De arriba a abajo, empezando por la más alta magistratura de los Estados de la península: de los dos: el español y el catalán (que, aunque este último todavía está en el limbo, ya es un adelantado en estas viejas artes). Ambos Estados, como es notorio, se han visto recientemente salpicados por casos de corrupción en los aledaños de sus predios. Una prueba de ello lo constituyen las causas abiertas a Urdangarin, al secretario de las infantas, a uno de los hijos de Pujol y hasta al mismísimo e incombustible Duran y Lleida, por citar solo algunos ejemplos. Un piso más abajo encontramos a algunos miembros destacados de la compañía de Rinconete y Cortadillo. Algunos de ellos forman parte de los Gobiernos de la nación, de las  autonomías, de la administración local, etc. Resultaría prolijo y pesado presentar aquí una relación nominal de los muchos implicados en procesos judiciales abiertos; pero háganse a la idea que son unos cuantos. Lo mismo ocurre con otros reputados estamentos. A la denuncia de las presuntas corruptelas no escapan ni la Judicatura, con una sonada dimisión del presidente del poder judicial, ni los más notables representantes del poder legislativo. Sí, los mismos que juran guardar y hacer guardar la Ley, y quienes se ocupan de dictarla, en estos días también ven afeada su conducta por no ajustarse a las normas que ellos mismos aprueban y juran proteger. No me pidan nombres, por favor. Los partidos políticos, de todos los colores, las fundaciones a través de las que se financian y sus máximos dirigentes, las asociaciones empresariales y las sociedades que las integran, se han especializado en abrir las noticias de los telediarios por conductas presuntamente delictivas. Estoy pensando no sólo en esos dirigentes, sino también en sus más próximos allegados. Me refiero a pillos y golfos de baja estopa que se alimentaron y crecieron con el caldo preparado en el puchero de la corrupción. Algunos de ellos, con sólo veintitantos años, ya disponen de un montón de másters universitarios y unas lustrosas cuentas bancarias con más de cinco o seis dígitos. ¡Cuánto saber acumulado en tan poco tiempo! El libro de cabecera de estos genios de las finanzas es el libro de Memoria del Monipodio, el personaje descrito por Cervantes en una de sus novelas "ejemplares", en el que se da asiento a todos los rufianes y las malas artes en las que se especializaron. Todos dispuestos a chupar de la piragua.

No pierdan la cuenta y sigan bajando escalones. Piensen en aquellos que sostienen toda esta estructura. Los que están en la base. Piensen por ejemplo en las Cajas de Ahorros y en los bancos; en las empresas y sus organizaciones empresariales. Piensen en Díaz Ferrán, en Ramoncín, en la Sociedad General de Autores y en Tedy Bautista. Piensen en nosotros, los sufridos votantes, los que hemos sido engañados al comprar sellos de Afinsa, hemos comprado preferentes o nos hemos jugado nuestros ahorros en inversiones en bolsa. Todos sin excepción hemos sido testigos de conductas poco santificantes. Todos estamos contaminados. Si lo analizan detenidamente las conductas corruptas forman parte de la masa de nuestra sangre, de la columna que vertebra nuestra sociedad ¿Y cómo es que ha crecido tanto? Creánme, yo pienso que la corrupción es como el cáncer y lo que en estos días estamos viviendo en España es la manifestación más evidente de su metástasis.

Como ya habrán adivinado, efectivamente, lo que sobran son los corruptos; Pero ¿dónde están los 2 millones de españoles que faltan? Son los que tendremos que importar para sustituir a esos otros dos millones que actualmente ocupan todos los estamentos del poder y sobre los que ya no hay ninguna garantía de que estén sin contaminar. España necesita un AUTO DE FE.

lunes, 28 de enero de 2013

Urdangarin en la línea de flotación de la Corona

Ya se ha puesto en marcha la máquina de lavar. Hoy diversos medios de comunicación se afanan en trasladar a la opinión pública la opinión de los "expertos". Éstos dicen que Urdangarin, contra todo pronóstico, no es Duque. Ni siquiera le conceden la dignidad de "Duque consorte". Así que debemos de entender que a todo el rosario de imputaciones que los jueces han realizado al marido de la infanta, hay que añadir una más: la de impostor. Lo más curioso es que hasta ahora nadie se había dado cuenta de ello o bien ese hecho carecía de relevancia. Dicen ahora los expertos que el título de Duquesa de Palma es una dignidad que el Rey ha concedido en exclusiva a su hija y que es privativo de ella y el título es intransferible. Las cosas están muy claras: para el exjugador de balonmano la suerte está echada.

Si la impostura es tan clara, ¿Por qué hasta ahora esos voceros de la nobleza, incluida la Casa Real no la han piado ni han dicho nada? ¿Por qué lo hacen ahora? ¿A qué se debe el cambio de estrategia? ¿Quién ha dado a la tropa la orden de disparar contra uno de los suyos?

Mientras no recaiga una sentencia judicial firme, mientras en este país haya un Estado de Derecho, Urdangarin es inocente. La presunción de inocencia debe prevalecer sobre cualquier otra cuestión; pero si los tribunales, finalmente, condenan al yerno del Rey por los presuntos delitos que se le imputan, implícitamente se está condenando a la Casa Real. Es imposible que en ese escenario el Rey se marche de rositas. Sin duda se dejará más de un pelo en la gatera.

A estas alturas parece demostrado que fue la Casa Real la que le cerró el chiringuito a Urdangarin. En esta decisión parece que pesó el hecho de que las actividades que realizaba el exjugador de balonmano no eran muy ejemplarizantes. A la Casa Real le bastó con apartarlo de sus actividades en España y conseguirle un puesto de trabajo bien remunerado fuera de ella, alejándolo de los focos mediáticos, bajo la protección, el paraguas y la vigilancia de una importante compañía telefónica. Parece también demostrado que Urdangarin no consiguió el puesto en Telefónica por sus cualidades, sino más bien por su vinculación con la Casa Real (¿podría imputársele por este hecho un nuevo delito de tráfico de influencias?)

Conocida hace más de un año su imputación por un juez por presuntas actividades delictivas, la Casa del Rey optó por que el yerno no pisara España, esperando que el asunto se enfriase. Poco después de adoptar la decisión de apartarlo, la filtración de partes del sumario y el conocimiento de la opinión pública de las actividades "poco ejemplares" que han dado lugar a las graves imputaciones, provocó una nueva decisión de la Casa del Rey, esta vez con el anuncio de su retirada de la Agenda oficial. Con eso parecía que por el momento era suficiente. Con eso y con alguna muestra convenientemente estudiada de afeamiento de su actitud: "El Rey está muy enfadado", el "Príncipe le reprende", etc., etc. Y asunto zanjado.

Pero no fue así. Cuando hace poco se ha conocido que, además de las graves imputaciones por sus actividades lucrativas en entidades sin ánimo de lucro, Urdangarin también puede ser imputado por delitos fiscales, la Casa Real da una vuelta de tuerca más y anuncia que retira de su página web al consorte de la Infanta Cristina. Sabia decisión: por un lado se consigue que no se le vea. Por otro, la Casa del Rey marca distancias con el imputado. Y paralelamente se pone en marcha la máquina de lavar, que para eso está la Diputación de la Grandeza de España, para echar una mano cuando se necesita. Los Grandes del país recobran la voz, salen del armario y denuncian la impostura de la atribución del "Duque de Palma". Es un impostor, un usurpador, utiliza indebidamente un título que no le corresponde. Ahora yo me pregunto, ¿alguno de ellos se hubiera atrevido a afirmar tal cosa hace escasamente cuatro o cinco años? El mensaje que se pretende trasladar es muy claro. Es decir, la presunta golfería de este individuo nada tiene que ver con la realeza, porque Urdangarin es un miembro ajeno a ella.

Pero no me quiero apartar de la cuestión. Si el relato que acabo de hacer de los acontecimientos se parece en algo a lo que ha sucedido, está claro que la Casa del Rey va un paso por detrás de esos acontecimientos y que sólo mueve ficha cuando la indignación ciudadana sube un escalón. Es decir, que desde el primer momento, la Casa Real conociendo las actividades lucrativas y poco ejemplares de Urdangarin intentó pasar página alejando al protagonista de los focos, si se quiere, tapando el asunto; pero en ningún caso comunicó sus actividades a la fiscalía para que estudiase si eran compatibles con la ley, ni le ordenó devolver al fisco los impuestos por la ganancias que no había declarado, ni le pidió que se presentara ante la opinión pública para dar cuenta de sus actividades, ni, por su puesto, se ha personado como acusación particular en el juicio que se sigue contra él. Nada de eso se hizo. Por tanto, para mí, sólo caben dos opciones: la primera es que Urangarin sea inocente, porque así sea declarado por el juzgado que entiende de su causa y, debamos reconocer que la Casa Real ha actuado con cautela y ha apartado al marido de la Infanta por un exceso de celo. La segunda opción es que, por el contrario y para desgracia del afectado, Urdangarin sea declarado culpable de alguno de los graves delitos que se le imputan. En ese caso, no tengo la menor duda de que la Casa del Rey ha actuado muy torpemente y debe compartir la misma suerte que el encausado, puesto que conocedora de las actividades del imputado (hoy todavía presuntamente delictivas) ha puesto toda su inteligencia en echar tierra sobre el asunto y sólo ha actuado a remolque de los acontecimientos. En este último caso ¿cómo va a administrar la Corona una hipotética condena? Urdangarin se ha convertido en la línea de flotación de la monarquía. Si el impacto es suficientemente fuerte la vía que se abra puede hacer hundir el barco. Al tiempo.

viernes, 18 de enero de 2013

No al cierre de la Escuela de Minas de León

No hace mucho tiempo firmé un documento de apoyo que se oponía al cierre de la Escuela de Minas de Almadén. En este mismo espacio di cuenta de ello. Entonces dije, como así es, que no me unía nada a la citada institución académica; pero el peso de la historia era tan grande, que me parecía un auténtico disparate cerrar aquél emblemático establecimiento docente.

Entonces veía los toros desde la barrera. En cambio, ahora los veo desde la arena, porque durante estos últimos días, la noticia ha sido que la Junta de Castilla y León pretendía cerrar la Escuela de Minas de León por falta de alumnado. Las únicas razones que se apuntaban para adoptar tal decisión eran de carácter económico. Ahora no puedo decir lo mismo que dije para la Escuela de Almadén. Esta vez sí que me afecta directamente, porque es la Escuela en la que yo me formé. Y de la formación y la instrucción allí recibidas estoy muy orgulloso. Tanto que, probablemente, el único equipaje y el único soporte científico y técnico que tengo se le debo íntegramente a este centro. Será mucho o poco; pero se lo debo a los profesores de esta Escuela. Por eso, en esta ocasión, no puedo ser objetivo.

Cuando escribo estas líneas lo hago sabiendo ya que probablemente no se consume esta desafortunada propuesta. En realidad no sé ni si quiera si la administración educativa la llegó a poner sobre la mesa. Sólo sabemos lo que los medios de comunicación han publicado. Y como digo, a esta hora, afortunadamente, todo apunta a la permanencia de estos estudios impartidos por la Universidad leonesa.

A pesar de ello, quiero hacer una reflexión. La Escuela Superior y Técnica de Ingenieros de Minas de León es el único centro de enseñanza público de Castilla y León en el que se imparte esta rama de la ingeniería. Por tanto, es un hecho diferencial respecto a otras titulaciones que debe tenerse en cuenta. Si se suprimieran estas enseñanzas, ¿de dónde pretende sacar la Administración regional los titulados para ocupar los servicios territoriales de minas? Las empresas del sector en la Comunidad ¿de dónde van a sacar los profesionales para dirigir y desarrollar sus procesos productivos? Resultaría paradójico que la Comunidad Autónoma forzase a los jóvenes a salir del territorio que administra para buscar formación y empleo y, a la vez, importase titulados formados en otras universidades por no disponer en casa de estos estudios. Sería una franca contradicción.

Por otro lado, la minería, empleado este término en el sentido más amplio de la palabra, es un sector estratégico para la comunidad, no sólo por la extracción del carbón con el que se alimentan las centrales térmicas, las canteras que abastecen el sector de la obra pública y la construcción o todas las cuestiones relacionadas con las energías renovables, sino también, por ejemplo, porque la Comunidad Autónoma dispone de uno de los acuíferos más grandes de Europa, asociado a la cuenca del Duero, que es necesario gestionar. Son múltiples los campos en los que se justifica la presencia de un ingeniero de Minas, debido a que es una de las ingenierías más multidisciplinar que existe. El uso racional del agua, el acceso a las energías renovables, la preservación del medio ambiente, la explotación sostenible de los recursos naturales, combustibles y no combustibles constituyen valores que se cuidan en la Escuela de Minas de León, cuyos titulados, al finalizar sus estudios, adquieren un firme compromiso en su defensa.

Los titulados de minas históricamente han sido un motor de la economía de esta región. No me voy a remontar a los tiempos en los que España disponía de colonias en América y explotaba sus abundantes recursos naturales, principalmente oro y plata; pero la aportación de la ingeniería de minas al PIB nacional ha sido muy importante, igual que los es en estos momentos al PIB regional. Y en un futuro, sin lugar a dudas, lo seguirá siendo. Se puede decir sin ningún tipo de rubor que la sociedad castellano y leonesa necesita de los profesionales de minas para situar la economía donde le corresponde. Y no por otra, sino por esa razón, la Administración regional precisa de los titulados de minas y de la Escuela de Minas de León, de la que no puede prescindir. 

Lo que me parece, especialmente en estos momentos, un error estratégico con mayúsculas de nuestros gobernantes es no fortalecer la titulación de minas. Es decir, no se trata sólo de que no desaparezca del mapa de titulaciones que se imparten en esta Comunidad, sino que, en sentido contrario, la de Minas debe ser una titulación prioritaria, que debería contar con el apoyo explícito y declarado de los responsables de la Consejería de Educación. Esta crisis económica que estamos padeciendo en Europa y en España se superará y entonces debemos estar preparados para que los sectores estratégicos que dinamizan nuestra economía cuenten con las personas más cualificadas para ello.

Tampoco me quiero apartar del argumento esgrimido para un hipotético cierre: el reducido número de alumnos interesados en cursar estos estudios. La Escuela de Minas nunca fue un centro que atrajese a las masas de estudiantes. Bien al contrario, cuando existía una única Escuela, la de Madrid, hubo años en los que no ingresó ningún nuevo alumno. ¿Se imagina alguien que, en aquéllos tiempos, por este único motivo el Gobierno cerrase la Escuela de Minas? Más bien todo lo contrario, lo que se hizo fue estimular las "vocaciones" de los jóvenes para que se animasen a iniciar y concluir estas enseñanzas. De igual manera hoy la administración y las instituciones académicas deberían promover los estudios de Minas, que en ningún caso suscitarán un interés mayoritario; pero ni falta que hace. Lo relevante es que la formación de las promociones de titulados que concluyen sus estudios sea del nivel y la calidad que la sociedad demanda.

sábado, 12 de enero de 2013

Pur ti miro. Marie-Nicole Lemieux y Philippe Jaroussky




Pur ti miro, Pur ti godo, Pur ti stringo, Pur t'annodo, Più non peno, Più non moro, O mia vita, o mi tesoro. Io son tua... Tuo son io... Speme mia, dillo, dì, Tu sei pur, speme mia L'idol mio, dillo, dì, Tu sei pur, Sì, mio ben, Sì, mio cor, mia vita, sì. Pur ti miro, Pur ti godo, Pur ti stringo, Pur t'annodo, Più non peno, Più non moro, O mia vita, o mi tesoro.



YA TE MIRO,
Ya te gozo,
Ya te estrecho,
Ya te abrazo.
Ya no peno,
Ya no muero,
Oh mi vida,
Oh mi tesoro.
Yo soy tuya,
Tuyo soy,
Mi esperanza,
Dilo, di,
Eres tú
Ídolo mío,
Si, mi bien,
Sí, corazón,
Vida mía, sí.

Te quiero


Ayer leí "Pedro y el Capitán" de Mario Benedetti. Hoy hace una tarde que amenaza nieve y todo anima a quedarse en casa, y a seguir leyendo. Y puesto a ello, ¿por qué no continuar con Benedetti?





sábado, 5 de enero de 2013

¡Cuidado con la "Climatología"!; es peligrosa

Es la hostia, es el colmo, el acabose. El Gobierno ha decidido golpearnos estas Navidades donde más duele. El departamento que se ocupa de nuestra seguridad vial ha elaborado una campaña de televisión en la que nos advierte que en estas fechas circulemos con precaución debido a la "Climatología". ¿Qué le ocurre al Gobierno? ¿El ministro del Interior que se ocupa de la cosa de la circulación no se habla con el de Fomento y el de Fomento no se habla con el de Educación? ¿Dónde quedó la preocupación de José Ignacio Wert por españolizar a no sé quién? Quizás a quien habría que españolizar es al inefable ministro Wert o en todo caso al Gobierno al que pertenece.

Dice el Ministerio de Fomento en su página oficial que el clima de Ponferrada es Mediterráneo continental subhúmedo, que es algo así como la transición entre Mediterráneo y Oceánico. Es decir, que si llueve en Ponferrada el clima es Mediterráneo continentalizado. Si nieva en Ponferrada el clima es Mediterráneo continentalizado y si hace viento en esta hermosa localidad Berciana el clima seguirá siendo el mismo, porque, efectivamente, en su clasificación tienen que ver valores medios estadísticos. Y mucho me temo que lo mismo ocurre en cualquier otra parte del territorio español (más allá de nuestras fronteras habrá que preguntarle al Ministro del ramo correspondiente. A lo mejor en Francia el clima cambia cada día o los meteoros son lanzados sobre la sufrida población por los climatólogos).

Por tanto, siendo idéntico el clima durante todo el año (en España), no sé en qué medida esto afecta a la conducción (en España) y a la seguridad vial de los ciudadanos que tan celosamente pretende proteger nuestro Gobierno (español).

Pero la patada en la boca viene de la introducción del término "Climatología" en la campaña publicitaria. Expresión que bien se podían haber ahorrado, porque Climatología es la ciencia que estudia el clima e investiga sus fenómenos y sus causas; pero no los produce. Es decir, la climatología no produce los meteoros: no provoca la lluvia o el viento, sólo se ocupa de su estudio.

Para advertirnos de las consecuencias del mal tiempo para la conducción, el Ministerio podía haber empleado en su campaña el término "tiempo" o "temperie" o cualquier otro sinónimo; pero no, optó por darnos ese bofetón en el cielo de la boca. No sé por qué no me extraña viniendo de donde viene.

En vez de advertirnos, para protegernos y cuidar de nuestra salud, el Gobierno tiene otra opción más sencilla. Basta con que persiga, encuentre y detenga a la malvada "climatología" responsable de todos nuestros males climáticos y le aplique la Ley de vagos y maleantes y la ponga a disposición judicial de Ruiz  Gallardón, quien ya sabrá qué hacer con ella. En caso contrario, espero, por la salud de nuestro idioma, que por cierto también emplean los sufridos conductores que escuchan el anuncio en las emisoras de la radio mientras esperan interminables colas, que el Ministerio retire de forma inmediata ese aborto idiomático de campaña. 

jueves, 3 de enero de 2013

Un trabajo digno

Hoy se han vuelto a dar las cifras del paro. Son tan frías que a algunos se nos hiela la sangre. En estos tiempos tan difíciles, lo más fácil es culpar de la situación que atravesamos a los otros. Los que tienen responsabilidades de Gobierno, a la herencia recibida. Los que no la tienen, como no podía ser de otra manera, a los que actualmente la ostentan. Los que trabajan echan la culpa de sus bajos salarios a los directivos de las empresas y los directivos de las empresas a los mercados. Los que no trabajan culpan de su situación laboral a los que tienen la fortuna de contar con un contrato en vigor, porque le usurpan una oportunidad de trabajar y porque sus elevados salarios son la causa de sus males. ¡Por Dios que echen a la calle a más funcionarios, que no hacen nada y cobran buenos salarios! Y si reuniésemos a todos los damnificados de la crisis en una sala, todos ellos no tardarían ni tres segundos en ponerse de acuerdo en que los máximos responsable son los mercados y el Gobierno y un poco los funcionarios. Y el Gobierno elaboraría una nota a la salida del Consejo de ministros de los viernes para achacarle toda la culpa a la oposición y a la herencia recibida y un poco a los funcionarios. Y los mercados, ¿Qué dirían los mercados? En realidad son los que más hablan y los que más dicen, y probablemente se vieran impelidos a elevar en unos cuantos puntos básicos la Prima de Riesgo, para que de una vez nos enteremos que las cosas todavía se pueden poner peor.

Pero ninguno de ellos está dispuesto a reconocer que se ha equivocado. La oposición mantiene que hizo lo que tenía que hacer y que con su actuación garantizó miles de puestos de trabajo (aunque para ello se dejaran alguno por el camino), aunque efectivamente también tuvo que sacrificar algunos principios y, entre otras cosas, bajar los sueldos a los funcionarios. El Gobierno dice que ahora hace lo que toca, lo que debe hacer y lo que debía haber hecho la oposición cuando ocupó el banco azul del Congreso y entre otras cosas, amortizar unas cuantas plazas de empleados públicos y funcionarios.

El parado dice que durante su vida laboral dedicó su tiempo y esfuerzo a la empresa que ahora de malas maneras, tan fácil (por la gracia de la última reforma laboral) e injustamente le despide. El empresario dice que lo echa porque no produce, no es rentable y le supone un coste que no lo hace competitivo en el mercado.Y el mercado dice no estar satisfecho y pide aún más sacrificios y que ¡por Dios que echen a la calle a más funcionarios, que no hacen nada y cobran buenos salarios!

El ciudadano que se levanta temprano todas las mañanas, aguanta la cola en las carreteras para llegar a su centro de trabajo, saca de la cartera la tarjeta que le acredita como trabajador de esa empresa y la introduce en la maquinita de fichar es un afortunado. Al paso que vamos, probablemente, para realizar este sencillo gesto de fichar, el afortunado trabajador deberá esconderse para no concitar las iras de sus antiguos compañeros que merodean desempleados. Durante la jornada laboral, en cada instante, a cada paso, al empleado le persiguen unos enormes letreros luminosos que le recuerdan que hoy es afortunado, pero mañana puede ver escrito su nombre con letras doradas en la lista del próximo ERE. El que trabaja es consciente de ello y de que lo que hace poco era una desgracia bíblica: "trabajarás y te alimentarás con el sudor de tu frente..." se ha convertido en el número de la lotería premiado. El trabajador, por Navidad, a los Reyes Magos, ya solo les pide salud. Pero podíamos ser algo más optimistas y pedirles también que remuevan los obstáculos que impiden a cerca de seis millones de desempleados movilizarse y exigir un puesto de trabajo y condicionar la continuidad de Gobiernos y empresas y administraciones y mercados a ese supremo objetivo: el derecho de todo individuo a un trabajo digno. ¿O no es ese el acuerdo al que habíamos llegado en 1978?

martes, 1 de enero de 2013

2013

Hoy empieza un nuevo año. El que acabamos de dejar según se mire puede considerarse un buen año. Lo mejor que nos dejó es que fuimos capaces de superarlo. Después de casi 5 años de crisis, hemos pasado por todos los estados anímicos. En los momentos más pesimistas quisimos abandonarnos a lo que nos deparara la suerte; pero finalmente nos revelamos y nos pusimos a la cabeza de nuestro destino. A pesar de ello seguimos sin ser los dueños del mismo.

El 2012 ha sido un año duro; pero nos ha acompañado la salud, y el trabajo no nos ha faltado. Podemos decir que visto lo visto no ha sido un mal año. Para este que acaba de inaugurarse, mi deseo es que mantengamos lo que hemos salvado del anterior y que remontemos la dura crisis que nos invade.

¡Salud y trabajo! ¡Trabajo y salud! Esto es lo que deseo para todos para este año que empieza en martes y termina en trece. Sin duda será un buen año. Ya toca.