viernes, 1 de abril de 2011

Un poco de pedagogía, por favor.

Marie Curie recibió el premio Nobel de física en el año 1903. A Albert Einstein la Acedemia sueca se lo concedió en 1921. En los 18 años que median entre un galardón y otro, la sociedad científica avanzó en el conocimiento de la materia más que en los 18 siglos anteriores. Y todo ello gracias al descubrimiento hecho por madame Curie del elemento químico altamente radiactivo que se denominó a partir de entonces Radio. Los trabajos con este elemento químico permitieron avanzar los estudios científicos a velocidades desconocidas hasta entonces, gracias a la gran actividad mostrada. Las aplicaciones terapéuticas y al diagnóstico de enfermedades pronto siguieron a los avances científicos. A la Nobel polaca la recibieron en Estados Unidos de América, en el mismo año que Einstein recibía el Nobel como si fuese una heroína. El presidente estadounidense le regaló un gramo del preciado metal que ella misma había descubierto como muestra de agradecimiento a su labor humanitaria. El valor de esta cajita de plomo que contenía el preciado elemento, hoy día alcanzaría en el mercado un precio próximo al millón de euros. Curie, a su vez, lo donó para la causa científica, sin recibir retribución alguna por ello. Durante la Primera Guerra Mundial, se aprovechó el conocimiento de la radiactividad para aplicaciones médicas, mejorado los diagnósticos y los tratamientos de los soldados. La sociedad en general le estaba muy agradecida al matrimonio Curie por sus aportaciones al conocimiento científico de la radiactividad. Por eso no ha de extrañar el recibimiento del pueblo americano a la investigadora (su marido había fallecido hacía muchos años).

Creo que la radiactividad permaneció en este estado de gracia durante muchos años, hasta su empleo en la fabricación de la bomba atómica que se arrojó durante la segunda Gran Guerra sobre Japón. A partir de entonces las cosas cambiaron. La sociedad empezó a valorar no sólo las ventajas, sino también los peligros de esta nueva forma de energía.

Hoy, probablemente, el matrimonio Curie no sería recibido en ningún país con la misma devoción. Pronto nos hemos olvidado (o acostumbrado) de las aplicaciones médicas de la radiactividad, del tratamiento de tumores cancerígenos mediante radiación, de las radiografías para diagnosticar lesiones internas, etc. Hemos olvidado que esto es posible por la dedicación y los estudios previos que fue necesario realizar sobre los isótopos radiactivos. 

No cabe duda que el desastre de Fukushima quedará registrado como un hito en la historia de la energía nuclear en el mundo. Marcará un antes y un después en la apreciación que tiene la sociedad de esta fuente de energía y de sus aplicaciones.

Sin embargo, durante esta crisis nuclear hecho de menos algo más de pedagogía. Al igual que la crisis económica nos acercó a todos el conocimiento de variables, términos y conceptos de carácter económico: aprendimos lo que eran las agencias de calificación, la deuda soberana, el diferencial en puntos entre la deuda española y la alemana, por poner un ejemplo; sin embargo, Fukushima no nos ha aportado ningún conocimiento adicional. Más bien todo lo contrario, hoy todo está más oscuro, menos claro, más confuso.

A los españoles, como le ocurría con frecuencia al cubano Dinio por otras causas, la energía atómica nos ha "confundío". Los lobbies del petróleo están haciendo una gran labor de puesta en escena de esta ceremonia de la confusión. Yo no creo en las múltiples teorías de las conspiraciones; pero necesariamente me viene al recuerdo el calculado asesinato del ex-espía ruso, Alexander litvinenko, que fue envenenado con Polonio 210. El coste de la dosis necesaria para perpetrar el vil asesinato con la sustancia radiactiva superó los 10 millones de euros. La fórmula elegida por la mafia rusa es toda una declaración de intenciones (sin duda, dos sicarios les hubiesen salido más baratos). Estoy convencido que para esta misma mafia el desastre de la central japonesa es una publicidad para su causa impagable. Y mientras reina el desconcierto, que siga subiendo en la bolsa el barril de petroleo Brent, el de texas y el gas natural.

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