lunes, 11 de abril de 2011

Berlusconi y su claque

Silvio Berlusconi no quiere hablar ante los jueces. Prefiere hacerlo a la salida de los juzgados. Ante la descripción de los acontecimientos, ¿quién diría que el primer ministro italiano es el jefe supremo del ejército, de la policía y de los servicios de inteligencia? En el escándalo Ruby, por el que ahora tiene que dar cuenta en los tribunales, el máximo mandatario no sabía que su acompañante era menor de edad. Dice que intercedió por ella ante la policía porque creía que era sobrina del expresidente de Egipto. Le dio dinero a la joven no para compensar sus favores sexuales sino para que no ejerciera la prostitución. Es decir si Hosni Mubarak es su tío, Berlusconi es su padre, putativo, claro. De esta historia todo es lamentable, excesivo y sorprendente: 1) sorprende, por ejemplo, que sea el Primer Ministro de un país civilizado el implicado en un afaire de este tipo, 2) Es sencillamente lamentable que éste se niegue a declarar en sede judicial como debería corresponder a un hombre respetuoso con las leyes del país que dirige, 3) Sorprende la facilidad con la que una jovencita puede acceder a la alcoba presidencial sin mayores controles, 4) igualmente sorprende el despiste de los servicio secretos italianos que no son capaces de identificar a un falso familiar de primer grado de un alto mandatario de un país extranjero.

Todo esto no importa. Berlusconi lo niega todo. Como he dicho no en el juzgado que es donde corresponde, sino a la salida de los mismos, ante los micrófonos y las cámaras de los informadores. Y lo hace también ante su propia claque, un centenar de entusiastas aplaudidores entregados a su ídolo. Para ello recurre a la gracieta y al chascarillo. Es bien conocido que la claque se origina en Francia, en los espectáculos operísticos. Eran reclutados por el beneficiario protagonista de la obra para que le regalaran al final de la misma, previo pago, un largo aplauso después de su "magnífica" actuación.

Sin embargo, con frecuencia, se olvida que mucho antes de que en Francia se tuviera conocimiento de estas prácticas, Nerón, muy próximo geográficamente a la residencia del actual Primer Ministro italiano, ya hacía que un coro de hombres de su poderoso ejército le brindaran una cerrada ovación después de sus excéntricas actuaciones. Hoy el ejército mediático de Silvio Berlusconi es igual de poderoso y sus actuaciones públicas de opereta u ópera bufa igual de excéntricas que las del emperador romano.

Nerón destruyó roma provocando un gran incendio. Culpó de ello a los heterodoxos de la época, es decir, los cristianos. Torturó a unos, quemó a otros y de esta manera justificó todos sus desmanes y excesos.

¿Alguien se imagina que en España un presidente de Gobierno, un ministro o un representante de una Alta magistratura estuviese envuelto en similares turbios asuntos? ¿A qué esperan los sufridos italianos para deshacerse de semejante individuo?¿Tienen que verle con una tea en la mano y un bidón de gasolina para tomárselo en serio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario