jueves, 17 de marzo de 2011

Las lecciones de Fukushima

El comisario europeo de energía ha calificado la situación de la central nuclear de Fukushima de apocalíptica. Poco después el político alemán ha matizado sus propias palabras. En cualquier caso, de lo que no hay duda es que se trata de una catástrofe que marcará un antes y un después en la visión que la sociedad tiene de la energía nuclear y de la tecnología que la hace posible.

Para garantizar el abastecimiento energético y posibilitar el desarrollo económico, a mediados de los años 50, España tomó la decisión de importar cantidades importantes de combustible fósiles, sobretodo petróleo. La crisis mundial del petróleo de los años 70 provocó que el Gobierno de turno impulsara los estudios para la implantación de centrales nucleares en nuestro país. Desde el primer momento esta tecnología nació rodeada de polémica. En los últimos años, la información y sobre todo la necesidad de reducir las emisiones de CO2 han facilitado una visión más positiva de este tipo de energía por parte de la sociedad civil. De hecho, las encuestas demoscópicas, realizadas en los últimos años, ya evidenciaban una posición favorable de los ciudadanos al suministro de energía mediante la fisión nuclear. La mayor preocupación residía en la gestión de los residuos radiactivos.

El desastre de la central japonesa ha reavivado la polémica y ha hecho retroceder las posiciones de los sectores favorables a este tipo de energía. Todos los países se han apresurado a anunciar medidas de control adicionales para estas instalaciones. Bienvenidas sean todas ellas. Aunque este no sea el mejor momento para tomar decisiones que afecten a estrategias de futuro, es indudable que hay que mover ficha, aunque sólo sea para tranquilizar a la población. Considero que no se deben tomar de forma precipitada decisiones de alcance, porque a no mucho tardar, el que las tomare, tendrá que volver a rectificarlas con gran desgaste para toda la sociedad: estoy convencido que en los próximos años no podremos atender la demanda energética sin la colaboración de la tecnología nuclear. Hoy de fisión, porque es una tecnología madura; pero en un futuro próximo, también habrá que incorporar la fusión, en fase de desarrollo a escala piloto.

Hoy, espoleado por los acontecimientos, el debate nuclear se ha politizado en extremo. Grupos ecologistas, partidos de izquierdas y otros colectivos alternativos han avivado los debates y expresado con contundencia sus opiniones contrarias al desarrollo de aquella tecnología. Yo pienso que lo primero que hay que hacer es lo mismo que todos deseamos para los reactores japoneses dañados, es decir, enfriarlo. Lo segundo, es sacarlo de la presión mediática y en tercer lugar despolitizarlo. Para ello, se debería dar más protaginismo a la comunidad científica.

Personalmente no me parece preocupante la presión mediática, que en todo caso, lo que puede provocar es que se revisen los protocolos de actuación, las garantías de seguridad, etc. Todo eso me parece positivo. Lo realmente preocupante es el hecho, hasta ahora desconocido, de que para provocar una catástrofe basta con eliminar los suministros eléctricos que alimentan los sistemas de refrigeración de una central nuclear. Dicho de otra manera, se puede provocar más caos en un estado o país eliminando una torre de la red eléctrica que el que provocaría en esa misma comunidad un movimiento sísmico. Y eso obliga a revisar los sistemas de seguridad actuales. De ahí la necesidad de someterlos a pruebas de estrés. Cuando se enfríen los reactores dañados y el debate mediático será el momento de extraer las importantes lecciones que nos está dando, eso sí a un alto precio, la central japonesa de Fukushima.

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