jueves, 10 de marzo de 2011

El dinero de la basura

Recientemente el diario El País daba cuenta de una singular noticia. El periódico hacía referencia a la sustracción de más de un millón y medio de euros de una apacible comunidad de monjas, en Zaragoza.¡Pobrecicas!, dicho esto en toda la extensión del término. Hay quien ve en la noticia la demostración palpable de que, después de las millonarias y poco claras inversiones de algunos obispados en Afinsa, siempre llueve sobre mojado. Algunos, arrimando el ascua a su sardina, dicen que no está nada claro el destino de las suculentas recaudaciones que estas cristianas congregaciones atesoran. Yo, arrimando el ascua a la mía, digo que estas pobrecicas monjas mañas, de pobres que eran debían guardar su pequeños tesoro (pequeño por el tamaño, dado que en la noticia se dice que el botín estaba en billetes de 500 euros) en BOLSAS DE BASURA. Ni para una diminuta caja fuerte tenían. Ahorradoras que son ellas.

Yo participo de la idea de que en la basura siempre hay mucho dinero (a veces, como ya se ha verificado en algún sumario abierto, también sucio). En una extraordinaria novela: "La busca" de Pío Baroja, publicada en 1904, Custodio, uno de los protagonistas de la novela, le dice a otro: "Te imaginas, Manuel todo el dinero que se puede sacar de la basura de Madrid". Como se puede deducir, el oficio del juicioso Custodio no era otro que el de segregar y recuperar los materiales aprovechables que los madrileños arrojaban al vertedero. Un oficio éste lucrativo que le daba dinero para mantener a su mujer, una hermosa hija e incluso disponer de un empleado.

Un día con más tiempo, para los más curiosos, elaboraremos una lista con los artilugios, utensilios y cosas curiosas de las que nos desprendemos en algunas ocasiones arrojándolas al cubo de la basura. Debo decir que este desprenderse no siempre es voluntario. En el caso de las monjas de Zaragoza, la bolsa de la basura con los caudales, se dice que fue robada; en otros casos, el descuido ha llevado a desprenderse del viejo colchón sin reparar que en él se guardaban importantes sumas de dinero, vamos ahorrillos por si algún día pasaba algo, por si "da la vuelta la tortilla", que decían nuestros mayores temerosos y poco optimista respecto al futuro de la joven democracia española. La muñecas hinchables, (supongo yo que con fines terapéuticos. No se me ocurren otras utilidades...) o las urnas con las cenizas del familiar que hemos heredado, son otros ejemplos de artículos que aparecen en las cintas de las plantas de tratamiento de residuos.

Lo que ya no tengo tan claro es que en estos procesos de reciclado aparezcan las bolsas negras que "extraviaron" las dulces monjas de Zaragoza y no porque aquéllas hayan escarmentado, sino porque la nueva Ley de Residuos que prepara el Gobierno va a prohibir su uso. ¿Cómo resolverá esta cuestión el obispado, las comunidades cristianas, los socios de la operación malaya y demás precavidos ahorradores con dineros ajenos que pueblan este territorio llamado España? Debería promoverse un concurso de ideas, no vaya a ser que por culpa de Zapatero y la Ley de Residuos de repente nos quedemos sin chorizos por falta de medios en los que porner a buen recaudo y, en su caso, transportar el botín.

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