sábado, 12 de marzo de 2011

El pie que calza Angela Merkel

Un dictador de un país no muy remoto en un ocasión reunió a su Consejo privado para comunicarle una importante decisión: había resuelto iniciar un proceso irreversible para que a partir de esa fecha todos sus súbditos fueran iguales, accediendo de esta manera a una vieja aspiración de su pueblo. Decidió comenzar el proceso de "igualación" decretando que todos deberían emplear el mismo número de calzado. Asombrado por la brillante iniciativa de su líder, uno de sus consejeros le preguntó por la talla del calzado que debían emplear. El dictador, seguro de sí mismo, como no podía ser de otra manera, le dijo, "desde luego la de un pie del número 40, que es el que gasto yo".

Al protagonista de este relato ficticio no se le puede criticar su afán por que todos sus conciudadanos alcanzasen   las mismas cotas de igualdad, quizás lo que no está tan claro es que el método elegido sea el más adecuado.

Alemania está preocupada por el Medio Ambiente que disfrutan sus ciudadanos y por ello promueve normas, reglamentos y leyes que lo protejan. En materia de gestión de residuos promovió la creación de los Sistemas Integrados de Gestión para el reciclado de los envases; promulgó importantes normas protectoras de los suelos sobre los que se depositaban los residuos para su eliminación y diseñó tecnologías innovadoras para el tratamiento biológico de las basuras. Todas ellas forman un conjunto de decisiones importantes y favorables para el medio ambiente. De estas medidas destacamos un solo inconveniente: las nuevas reglas de producción reducen la competitividad de las empresas alemanas frente a la de los otros estados limítrofes. La solución es que todos juguemos con las mismas reglas de juego. Esta razón lleva a la Unión Europea a dictar Directivas que recojan unas exigencias en la gestión de los residuos urbanos similares a las reguladas por las normas alemanas. Así todos competiremos en "igualdad" de condiciones.

España, allá por finales de los años noventa, hubo de enfrentarse a la Primera Revolución de la Basura impulsada por la locomotora alemana comprando tecnología a este país. Las ayudas europeas a la innovación tecnológica reducía las posibilidades de adquirir tecnología japonesa o americana, por poner sólo dos ejemplos.
Ahora nos encontramos a las puertas de la Segunda Revolución de las basuras y la historia se repite, solo que en este caso la tecnología que España ha tenido que adaptar con mucho sacrificio a partir de la diseñada por la industria alemana, no sirve. Por ejemplo, los tratamientos biológicos o no sirven o no serán suficientes para garantizar los objetivos de valorización propuestos (hay que tener en cuenta que los equipos diseñados por los alemanes para el tratamiento de sus residuos no siempre son fáciles de adaptar a nuestros hábitos y costumbres, requiriendo en ocasiones costosas inversiones en adaptaciones).

¿Qué es lo que queremos decir?: ¿que no es importante avanzar en la mejora de los sistemas de gestión de los residuos y en la protección del medio ambiente? En absoluto. La cuestión que planteamos es que una simple lectura de la directiva europea nos descubrirá que los límites de emisiones de las incineradoras, por ejemplo, coinciden exactamente con las establecidas por la legislación alemana. Es decir, se pretende que todos calcemos el mismo número de pie y que este sea justamente el de Ángela Merkel. Planteamos que lo que Alemania hace al elaborar su derecho interno es defender sin duda el medio ambiente; pero cuando lo impone en el ámbito europeo lo hace por estrictas razones de defensa de su economía. Sin duda, España también debería defender con ahínco la preservación del medio ambiente, y en eso quizás coincidamos con Alemania; pero también debemos defender nuestra economía y en eso es posible que no coincidamos con nuestros vecinos ricos del norte ni en los tiempos ni en los procedimientos ni en las formas. Nuestros representantes en Europa no pueden seguir por más tiempo en silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario