sábado, 19 de marzo de 2011

Con los trabajadores del IGME

En este mismo mes de marzo, los trabajadores del IGME han hecho público un comunicado en el que piden una mayor atención de las administraciones públicas. Critican que el ministerio de Ciencia, del que dependen, les haya recortado hasta el 80% de su presupuesto de inversiones. Es llamativo que sean los propios trabajadores los que salgan a la palestra a denunciar la situación. Me da la impresión que esto no es una cuestión que se haya producido por una decisión de última hora. El Geológico viene soportando desde hace ya muchos años el desprecio de nuestros [ciegos] gobernantes. Es lamentable.
Hubo una época en la que España no sólo descuidó la investigación geológica sino también las inversiones necesarias en suelo nacional de prospecciones mineras, que alumbraran nueva riqueza mineral. Y pagamos caras las consecuencias de ello. Hasta entonces, la despensa mineral de las colonias de Latinoamérica nos surtían de materias primas, sobre todo de oro y plata. La pérdida de las colonias hace 200 años obligó a Fernando VII a impulsar de forma precipitada los trabajos de estudio de viejos vestigios mineros. En 1848, la hija de este monarca, Isabel II creó el Instituto Geológico, con la finalidad de hacer el mapa geológico, inicialmente, de Madrid. Después vendrían otros muchos más. Desde entonces ésta es una venerable institución en la que han prestado servicio las mentes más preclaras de la investigación geológica de España. Una de estas autoridades, el ingeniero de Minas oscense, Lucas Mallada, escribió  una memorable obra intitulada "Los males de la patria". Resulta siempre gratificante releer esta magnífica obra. A pesar de haber sido escrita a finales del siglo XIX, hoy resulta de rabiosa actualidad. En ella se pueden encontrar algunas respuestas a las denuncias de los trabajadores de su antigua Casa. El desprecio a la inteligencia, al trabajo bien hecho quizás sea el primer mal de la patria que es necesario desterrar. Pero, ¿a estas alturas es necesario recordar la importancia de los trabajos que produce esta institución? ¿Es necesario insistir en la aportación fundamental que sus trabajadores-investigadores han realizado al desarrollo económico de nuestro país?
Me resulta extraño ir a Madrid sin hacer un visita al Museo del IGME, en Ríos Rosas. Entrar en el bello edificio, réplica del que ocupa la Escuela de Minas, en la misma calle, inspirado en los planos originales de Ricardo Vázquez, me hace sentirme un poco más feliz. Es como entrar en el templo del saber geológico.
El comunicado de los trabajadores del geológico no puede ser más oportuno. Yo me sumo a su reivindicación. Ojalá ésta no caiga en saco roto.

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