lunes, 1 de agosto de 2011

Ex-presidentes

Zapatero se va. El guión que hace tiempo escribió se ha cumplido renglón a renglón. Quizás la única alteración consista en la magnitud del varapalo en las municipales. Hay quien dice que ya lo pronosticaban las encuestas y por tanto hay que dar por descontado que Zapatero tenía una idea previa de lo que iba a ocurrir. Sin embargo,  y a pesar de ello, yo creo que la dimensión que alcanzó la derrota precipitó la convocatoria de las elecciones Generales. Con la crisis remitiendo o sin la crisis la presión se haría más pronto que tarde insostenible para el Gobierno. Eso que se ha dado en llamar "confianza" de los mercados, que ha adquirido una relevancia capital en los dos últimos años, exige la colaboración y el apoyo del partido mayoritario de la oposición. Y está claro que el PP no está dispuesto a facilitar esa tarea al Gobierno. No hay más que escuchar las declaraciones del expresidente Aznar para rememorar aquel archiconocido "Váyase Sr. González" en la versión más actual de "Váyase Sr. Zapatero".

Zapatero se va; pero adónde. ¿Qué función le queda en España? Es joven, está en plena madurez política y acumula un caudal de conocimientos y experiencias nada desdeñables como corresponde a un hombre que ha alcanzado las más altas magistraturas del Estado. Sin embargo en España, a diferencia de otros países, no está resuelto el papel que le toca jugar a los expresidentes. Uno tiene la sensación de que cuando finalizan sus mandatos se quedan en un limbo. Los partidos Gobernantes, ya sea del mismo color político o del opuesto, hasta ahora no les han encargado ninguna tarea constitucional conocida. Lo más que puede ocurrir es que ellos mismos, para garantizar los garbanzos, sus garbanzos y su cocido, soliciten incorporarse a ese cementerio de elefantes llamado Consejo de Estado.

Felipe González en una ocasión comparó su nuevo estatus de expresidente con el de un "jarrón Chino", muy valioso, muy apreciado; pero que nadie sabía adónde colocarlo o qué hacer con él.

Me pregunto si tal y como está la situación, desde el punto de vista personal, tiene algún interés para un expresidente permanecer un sólo día más en España después de abandonar la Moncloa. Haga lo que haga molesta. Si no molesta a su sustituto y a su propio partido, molesta al resto del país, que nunca ve con buenos ojos las intromisiones del ex en los asuntos de la gobernanza diaria. Creo que incluso molesta la mera presencia en los medios de comunicación. El ciudadano se dice para sus adentros, "míralo, tan relajado, sin dar un palo al agua". ¿Y qué otra cosa puede hacer? ¿Pedir perdón por existir o por haber dedicado una etapa importante de su vida al servicio de España?

Este es un asunto todavía no resuelto. El día que quede definitivamente zanjado y sepamos qué papel jugarán en el futuro los inquilinos de la Moncloa cuando acaban sus mandatos, entonces podremos presumir de haber construido una democracia madura. Mientras tanto, no creo que a un expresidente joven, con plena vitalidad, le merezca la pena ni le quede otra alternativa que emigrar lo más lejos posible de la política nacional. ¿En el extranjero? desde luego, y a ser posible con los antípodas, lo más lejos e invisible posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario