domingo, 14 de agosto de 2011

Más educación

Todo el mundo ha visto cómo la policía inglesa ha abortado las protestas de los jóvenes en los suburbios de Londres y en otras ciudades británicas. Y de igual manera todo el mundo ha oído al primer ministro británico explicar las causas de las revueltas en las que han participado también menores de edad. La explicación sólo puede ser una: falta absoluta de valores. Visto lo ocurrido todos estamos de acuerdo con el diagnóstico acertadamente realizado por el mandatario.

Pero ¿quién o cuál es la institución que debe infundir los valores a los que se refiere Cameron? Pronto nos pondremos de acuerdo en que las instituciones educativas de cualquier país de Europa viven, probablemente, su momento más dulce. Mi hijo que en estos días se encuentra en aquellas tierras está gratamente sorprendido por la calidad de las enseñanzas. Sean instituciones públicas o privadas la instrucción que se da en cualquiera de ellas es exquisita y refinada. Además, sobre este punto parece que existe un amplio consenso. Me refiero acerca de que esta generación de jóvenes es la mejor preparada de la historia. Una preparación que no es gratis. En Inglaterra, por ejemplo, un colegio privado de secundaria alcanza las 4000 libras al mes. Entonces ¿qué es lo que falla?

En mi opinión lo básico. Falla lo básico. Falla la educación. La escuela primaria, la secundaria, los institutos de bachillerato o la Universidad lo que proporciona, en el mejor de los casos, es una esmerada instrucción y, en el peor de los casos, ni eso. Podremos discutir sobre esto. Es decir, si la instrucción recibida es suficiente y de calidad o no; pero de lo que no hay duda es de que ninguna de estas academias e instituciones proporcionan "educación" alguna a los alumnos que por ellas pasan. Y ello, en primer lugar, porque los maestros y profesores no están preparados para ello, y si se me apura tampoco la sociedad les ha encomendado esa función, la función de educar.

En mi opinión, donde se le debe educar a los jóvenes es, en primer lugar, en el seno de la familia. En segundo lugar a quien corresponde esta responsabilidad es a la sociedad entera y, en tercer lugar, al propio individuo quien debe modificar, orientar y, en su caso, acrecentar el patrimonio ético recibido. El período de instrucción, en todo caso, lo que puede hacer es consolidar o ayudar a acrecentar aquellos valores morales que a uno ya le han inculcado; pero a la escuela hay que llevarlos puestos ya de casa. Por eso creo en la eficacia del Ministerio de instrucción Pública, y dudo de la eficiencia del mal llamado Ministerio de Educación.

Se da la circunstancia que en estos azarosos tiempos la familia ha renunciado a este ineludible deber, bien porque no sabe o bien porque no quiere. O bien porque sencillamente no tiene tiempo. Los jóvenes son "educados" en unos falsos valores basados en el enriquecimiento fácil, en el ascenso en la escala social sin esfuerzo ni sacrificios personales. Los jóvenes hoy más que nunca viven en la sociedad de la deseducación. ¿Qué resultado se puede esperar de ello? Sé que no se puede generalizar. Sé que no todos los jóvenes son equiparables a ese prototipo de individuo en el que predomina la ausencia de valores éticos y en definitiva faltos de educación. Sé que las revueltas de Londres han sido protagonizadas por una minoría que se sitúa en los extremos. Pero una minoría que representa una muestra suficientemente representativa para que prestemos atención a lo ocurrido. Una minoría que debe hacernos reflexionar sobre quién en estos momentos está asumiendo la tarea de educar a nuestros hijos y de el papel que jugamos en ello los padres.

Equivocadamente los padres, deseado un futuro mejor para nuestros hijos, nos preocupamos de que reciban una esmerada instrucción; pero descuidamos inculcarles unos valores morales sólidos que les permitan orientar y dirigir en un futuro de forma honrada su vida, que es justamente en lo que consiste la educación: en dirigir y en orientar a partir de valores morales y éticos. Falta educación en nuestros hijos y los responsables de ello somos nosotros, no miremos para otro lado ni para otro país ni para otra institución: somos nosotros, los padres, los primeros responsables y la sociedad desvalorizada que hemos creado los segundos responsables.

David Cameron haría bien reflexionar sobre su condición de padre, sobre su contribución a fortalecer esta sociedad sin valores éticos y no echar balones fuera, hablando de la tardía o blanda respuesta dada por la policía o las conductas faltas de ética de los jóvenes protagonistas de las violentas manifestaciones de estos días. ¿O es que el Primer Ministro británico piensa realmente que el único responsable de lo sucedido son algunos de esos niños de 10 años que han participado en ellas?

Por tanto, instrucción sí; pero EDUCACIÓN también. ¿Está preparada esta sociedad para ellos? ¿Y nosotros los padres?

Por ejemplo: ¿Qué piensa Belén Esteban de todo esto? Empecemos por aquí, por las preguntas sencillas, que son las que nos harán entender un fenómeno tan complejo como lo ocurrido estos pasados días en el Reino Unido.

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