lunes, 15 de agosto de 2011

El sueño perdido de Julio Lazúrtegui

No sé cuantas veces habré pasado en toda mi vida por esa carretera. Me refiero a la N-120, la vía que une Ponferrada con León. A la altura de Astorga, en una localidad muy próxima que se llama Brimeda hay un coto minero llamado San Bernardo. Como digo, para mí esta es una vía de comunicación familiar, que he usado infinitas veces. Siempre que paso recuerdo la ubicación de estas minas de hierro. Siempre quise parar a visitarlas; pero nunca lo hice. En esta ocasión no había nada que me lo impidiera. Aunque mi destino era otro, en este caso las explotaciones de hierro del coto Wagner, el Coto San Bernardo me pillaba de camino y esta vez no iba a desaprovechar la ocasión de visitarlo.

Me desvié en Astorga y enfilé en dirección a Brimeda. A pocos metros de esta localidad ya se puede ver la escombrera de la mina, y un poco más arriba, por un camino de tierra, me acerqué a las ruinas de lo que un día fueron las instalaciones mineras (hoy reducidas a escombro). Allí encontré un magnífico afloramiento de magnetita (que juré no desvelar su ubicación, para evitar lo que el insigne ingeniero de Minas Lucas Mallada denominaba minería de rapiña) y recogí los ejemplares que me pareció para mi colección particular (y también para regalar a algún amigo curioso que lo solicitase).



Continué el trayecto por la autovía en dirección a San Miguel de las Dueñas. Pasé por Calamocos y Onamio en dirección a Paradasolana. A la vuelta tuve tiempo de parar en el poblado minero y reponerme del calor soportado durante toda la jornada. Por la carretera todavía se ven las infraestructuras correspondientes al teleférico que transportaba los baldes cargados de mineral de hierro al cargadero de San Miguel de las Dueñas.



Cerca del pueblo de Onamio, en la carretera que nos lleva a Paradasolana, se aprecia el enorme agujero abierto en la tierra como consecuencia de los hundimientos provocados por el laboreo de las minas del Coto Wagner.





Sin llegar a Paradasolana, desde la misma carretera advertimos la enorme mole que se alza de acero de los hornos del Coto Wagner. Parece un paraje lunar. Perdido en un hermoso valle, se levantan las impresionantes infraestructuras para beneficiar la capa de hierro más importante de la provincia de León y, en estos momentos, de España. Estas mineralizaciones de hierro las estudio de forma pormenorizada el polígrafo Julio Lazurtegui. Fue él también el primero en registrarlas y ponerle el nombre que hoy tienen: Coto Wagner, en honor al compositor contemporáneo, que se decía que era el músico del porvenir. A Lazúrtegui estos yacimientos también le parecía que serían el porvenir de toda una comarca: El Bierzo.




Finalmente, por diversas razones que requerirían una pausada explicación, Julio Lazúrtegui no vio cumplido su sueño de crear una pequeña Vizcaya en el Bierzo. Pero lo más lamentable es que sus herederos tampoco. Ni siquiera su proyecto de levantar una industria siderúrgica en el Bierzo, en los terrenos que había adquirido la MSP para ello, vio la luz. Cuando ahora se recorren estos parajes y se aprecia, incluso a simple vista, la enorme riqueza mineral existente, ya desde la nostalgia es inevitable hacerse una y mil veces la misma pregunta: ¿Cómo es posible que en los años 40 ó 50 España se permitiera el lujo de no aprovechar la abundancia de estos recursos naturales? ¿Cómo es posible que España exportase el volframio para endurecer el acero? ¿Cómo es posible que la hacienda pública pagase enormes cantidades para obtener lingotes de hierro?

Me resulta inevitable hacerme estas preguntas. Recorrí despacio las instalaciones. En esta ocasión, incluso, me atreví a subir varias plantas. Recogí algunos ejemplares de "Siderita" y puse rumbo al poblado minero, en donde me refresqué y dejé las nostalgias allí guardadas hasta la próxima visita.


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