jueves, 28 de julio de 2011

Solidaridad vs. caridad

Hay que llamar a las cosas por su nombre. A veces las palabras de tanto usarlas pierden su significado original, incluso algunas mudan complemente su significado hasta el extremo de emplearse para decir justamente lo contrario. Este "desgaste" de las palabras no se debe a su  (mucho) "uso", sino a su indebido "abuso". Esto es lo que ocurre por ejemplo con la palabra "solidaridad". A todo el mundo, Gobiernos, organismos e instituciones y asociaciones civiles se les llena la boca invocando actitudes solidarias, políticas solidarias, proyectos solidarios. Algunos centros docentes gobernados por asociaciones religiosas convocan a sus alumnos y al resto de la comunidad escolar para compartir un "bocadillo" solidario, acto que consiste básicamente en comerse uno al que no le hace falta un buen bocadillo y dedicar una parte de lo recaudado a "causas solidarias". Así que prácticamente todos, sin excepción, queriéndolo o no, nos hemos adherido en alguna ocasión a causas en favor de los más desfavorecidos.

Hace ya mucho tiempo que los gobiernos de buena parte del mundo occidental y de los países desarrollados que lo integran acordaron dedicar un 0,7% de sus presupuestos a proyectos solidarios. La realidad, por ejemplo, en España, por poner a uno de los países más comprometidos con estas causas, es que se dedica un 0,2% del presupuesto, que representa una cifra muy alejada de aquél otro compromiso.

Pero hoy las ONG´s denuncian que con los argumentos del déficit público y la crisis económica se han reducido las aportaciones públicas para estos fines, y lo que es más grave, que en algunos casos, algunas administraciones no sólo no están dispuestas a entregar el dinero comprometido en sus debidos plazos, sino que exigen su devolución a los cooperantes. Es decir, que de ese mísero 0,2% teórico nada de nada. Como una de las comunidades autónomas que denuncian las ONG´s es la Catalana, lo diremos para que allí nos entiendan: res de res.

Con estas idas y venidas. Con este toma que te lo doy, trae que me lo devuelves, la palabra "solidaridad" ha sufrido un desgaste irreparable. Ha quedado herida de muerte, como ya le ocurriera a su antecesora: la "Caridad".

La verdad es que ya la palabra entró en la lengua española con mal pie. En castellano al sustantivizar el adjetivo ebrio, con él hacemos el sustantivo "ebri-edad". A partir de "sobrio" construimos "sobri-edad". Y, sin embargo, a partir de "solidario" no hemos formado, como sería lógico, "solidari-edad", sino que hemos levantado el monumento al horror de "solidari-dad". Así, por que sí. Sobre este ultimo artículo el diccionario de la Real Academia dice que significa "Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros". Yo me pregunto ¿eso es lo que realmente pensamos que estamos haciendo cuando nos sentimos solidarios?

Antes para definir lo que todos de verdad pensamos que consiste la solidaridad, hablábamos de "caridad". Si se consulta el DRAE encontramos la siguiente definición: "Caridad. Limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados". Visto lo que las administraciones públicas entregan a los proyectos solidarios, visto ese mísero 0,2% que se consigna a causas solidarias y visto que, en realidad, ni eso siquiera se da, ¿no sería más apropiado hablar de limosna y definir nuestra voluntariosa entrega como un acto de "caridad" en vez de "solidaridad"? Esto ayudaría a no desgastar más una palabra tan bella como "solidaridad" y a revitalizar otra tan en desuso como "caridad", y de paso a llamar a las cosas por su nombre.

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