sábado, 26 de noviembre de 2011

¡Ledo Ivo en León!

Hace casi tres meses, en este mismo espacio, dejé unos versos de Ledo Ivo. El poema se titulaba "Los pobres en la estación de autobuses". Cuando lo hice no me podía imaginar que en muy poco tiempo iba a poder verlo, oírlo e incluso disfrutar de su conversación y de su singular forma de recitar versos. El encuentro se produjo en León, con motivo de la entrega de un premio concedido por su editorial al genial poeta brasileño.

Fue un acto singular. Por raro que parezca no hubo discursos. La editorial consideró adecuado que los asistentes solo escucháramos a Ledo Ivo recitar sus propios poemas. Y eso es exactamente lo que ocurrió. El maestro brasileño leía en su portugués el poema por él mismo elegido al azar y cuando finalizaba le entregaba el libro a Juan Carlos Mestre para que lo repitiese en castellano. El resultado fue un asombroso espectáculo. Ledo Ivo recitando sus poemas, Juan Carlos Mestre lo repetía con su peculiar forma de recitar. Sublime. Disfruté desde el minuto uno.

Todo empezó de esta manera: Ledo Ivo abrió el libro que le pasó su editor, seleccionó un poema y empezó a recitar. Para mi fue una increíble sorpresa que el primero de los elegidos fuese justamente "Los pobres en la estación de autobuses", aquella composición que tanto me gustó y que no sé muy bien la razón que me impulsó transcribirlo en el mes de septiembre en este mismo espacio.

Nunca había visto en persona a Ledo Ivo, y en muy pocas ocasiones a Juan Carlos Mestre. Ledo Ivo a sus 87 años de edad tiene la apariencia del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética. Leía sus poemas y cuando terminaba le pasaba con tal ímpetu el libro a Mestre que parecía que le quemaba en las manos. Era una situación muy graciosa. A continuación, él consultaba la elección del próximo poema que iba a leer con el organizador del evento. Lo hacía en voz alta, con el micrófono abierto, porque no oía bien. Interrumpía constantemente, y sin darse cuenta, la lectura de Mestre. Mestre pacientemente detenía la lectura, miraba fijamente a Ledo Ivo y esperaba a que el maestro brasileño resolviera sus dudas. El poeta se percataba del suceso y se reía abiertamente. Nunca vi a nadie reírse en un acto cultural con la naturalidad que lo hacía Ledo. Su risa contagiaba al auditorio y a continuación todos nos reíamos con él. 

Fue una jornada maravillosa. Eso ocurrió ayer viernes día 25, a partir de la 8.30 de la tarde. Mañana es mi cumpleaños y no se me hubiera ocurrido mejor forma de celebrarlo que rememorando este encuentro y leyendo unos cuantos versos de Ledo; pero no en un libro cualquiera, los leeré en el libro que él mismo me dedicó (después de que tuviera que repetirle en varias ocasiones mi nombre, hasta tener que llegar a deletreárselo).

Sí, también hubo más cosas para hacer de ese día un día feliz e inolvidable. Pero eso me lo guardo para mí. Quiero saborear cada instante de esa maravillosa jornada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario