jueves, 3 de noviembre de 2011

Otra vez en la calle

Quién lo diría; pero ya estamos otra vez inmerso en plena campaña electoral. Es lo que tiene la democracia. Yo soy de los que el 20 N acudiré a las urnas, como he hecho siempre que me han convocado desde que tengo derecho al voto. Pretendo ejercitar este derecho otorgado, aún siendo consciente de lo devaluado que está y del escaso valor que en estos tiempos tiene. Recientemente se ha publicado una encuesta en la que se pone de manifiesto que un alto porcentaje de ciudadanos españoles considera que el poder no está ni en el Parlamento ni en el Gobierno, sino en los bancos y en las grandes fortunas. Yo soy también de esa opinión, de manera que nunca me hago demasiadas ilusiones con los resultados que se obtengan en unas elecciones, con independencia de que la formación política por la que deposito mi voto quede bien o mal parada.

Sin embargo, considero que especialmente en estos momentos el ir a votar es muy importante. De lo que se trata en esta ocasión es de cambiar de "Gobierno", no de "régimen" y justamente ahí está el peligro. Mientras ejerzamos nuestro legítimo derecho al voto estamos reforzando el proceso democrático y estamos lanzando un mensaje a esas fuerzas vivas, a esos poderes fácticos y todopoderosos que cada vez se ocultan menos, un mensaje en el que decimos  "Nuestra apuesta democrática es clara y nítida. Estamos vigilantes". De lo contrario, con el absentismo, lo que provocamos es el deterioro del sistema electoral y situamos el Parlamento salido de las urnas y el subsiguiente Gobierno en una posición de debilidad frente a los poderes fácticos, al margen de los límites del perímetro que encierra la democracia. Situamos al Gobierno en los aledaños de otro "Régimen". Y a mi el que me gusta es éste, el democrático, no el "Otro".

El 20N, como en cada convocatoria electoral, se trata de definir nuestras preferencias política y, por tanto, las directrices maestras que el próximo Gobierno deberá aplicar. Cada uno, cada votante, cada ciudadano, es consciente de la situación en que vivimos y de igual manera cada uno manifiesta y opina, emitiendo su voto, qué política le conviene que se haga. Pero en la actual situación de desesperación económica se decide algo más. Creo que tan importante es mostrar las preferencias por el partido y la ideología que queremos que nos dirija durante los próximos cuatro años, como poner el acento en el partido y la ideología que debe ejercer no ya de oposición y control en el Parlamento, sino de elemento moderador para que el sistema democrático no salte hecho mil pedazos.

Eso es lo que ocurre en cualquier situación de alto riesgo, el que está al frente debe prever los mecanismos de seguridad que frenen una reacción catastrófica. En las Centrales Nucleares, por ejemplo, tan importante es el uranio como elemento combustible que provoca la reacción como el Boro, como elemento moderador, que en caso de necesidad ralentizaría la reacción e, incluso, si la situación lo aconsejase, la pararía. A nadie se le ocurriría diseñar un central nuclear sin este sistema básico de seguridad.

Tal y como hoy está el panorama, el país se parece a una central nuclear. Cuando se desencadenan los acontecimientos corren como la pólvora y a veces es muy difícil pararlos. No importa que la iniciativa parta de un indignado que se inmola a lo bonzo en un país árabe, de un presidente griego que solicita un referéndum o de una agencia de calificación que rebaja la calificación de nuestra deuda. La atmósfera es tan explosiva que puede ocurrir cualquier cosa. Por eso es tan importante disponer de unos mecanismos moderadores claros, de unos cauces de participación claros, de unos aliviaderos de tensiones claros. Y ese trabajo le corresponde su realización al partido que los electores sitúen en la oposición. Para salir de la crisis se necesita con tanta urgencia un Gobierno fuerte que dirija y gobierne como una oposición igual de fuerte que controle y modere. No hay otra forma de fortalecer la democracia. Votemos cada uno según nuestras preferencias, pero no demonicemos ni descalifiquemos ni aniquilemos al adversario. Es tan útil ese adversario que nos gusta tan poco como el partido al que le otorgamos nuestra confianza.

Dicho de otra manera: a parir del 20N necesitamos un Gobierno fuerte y una oposición fuerte con un respaldo, ambos, consistente ratificados por una alta participación electoral. Ya sé que esto no va muy en la línea de lo que se oye en muchos foros de ciudadanos hartos y desanimados; pero eso es lo que pienso yo.

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