Yo sobreviví a la EGB. Si es verdad que somos los que leemos o estudiamos y lo que comemos, pues yo estudié EGB. Por eso también soy de los que, en su día, celebró que se incorporara a la formación de los jóvenes la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Salvando las distancias, yo tuve que estudiar lo que entonces se llamaba Educación Cívico Social. Recuerdo, por ejemplo, cómo el profesor nos inculcaba el comportamiento de respeto que se esperaba y debíamos mantener con nuestros mayores. Nos decía que cuando paseábamos por una acera, debíamos dejar el lado interior a las personas mayores y a los niños más pequeños o dejar el asientos a las personas mayores y embarazadas en el autobús.
No sé muy bien por qué, pero recuerdo vivamente algunos de estos consejos y de las pautas de comportamiento que los profesores de educación cívico social nos enseñaron.
Desconozco si sigue existiendo la asignatura de Educación para la Ciudadanía y desconozco también los contenidos de esta asignatura. Pero lo que creo es que urge disponer de un código de conducta que nos oriente sobre el comportamiento que se espera tengamos del uso "racional" del teléfono móvil. En este mismo espacio ya he dicho alguna cosa al respecto. Nunca me cansaré de insistir en ello.
Cada día soy testigo de más comportamientos incívicos en el uso de los móviles. Ayer mismo contemplé estupefacto cómo un padre hablaba por teléfono mientras su hija de corta edad le pedía que dejase de hacerlo. Desde la cafetería en la que me encontraba, aquella conversación, que en absoluto era de mi interés, me pareció eterna (¡¡¡pobre niña!!!). Era imposible mantenerse ajeno a la misma. El tono de voz elevado del "papá" que parecía charlar distendidamente con un amigo hacía imposible que el resto fuéramos ajenos a su efusivo estado de ánimo.
No sólo a mí sino que creo que a nadie de los que allí nos encontrábamos nos importaba un pito su conversación, ni siquiera a su hija de corta edad le interesaba. Ella con más razones, porque se le iban los ojos al parque de enfrente. Me pregunto cuál sería la importancia del asunto que trataba para dejar desatendida a su propia hija e invadir la intimidad del resto de los presentes en el local. ¿Qué necesidad había de mantener esa larga y tediosa conversación (sobretodo para los que involuntariamente la sufrimos?
Alguien, en algún sitio: en la escuela, en la empresa, donde sea, quizás en la propia tienda de móviles debería proporcionar unas instrucciones básicas de cómo hacer un uso racional del teléfono móvil. Y yo creo que urge disponer de estas instrucciones básicas. Pido algo muy sencillo. Un prospecto con ocho o diez puntos. Algo sencillo. Algo muy sencillo, por favor.
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