domingo, 22 de septiembre de 2013

Regeneración democrática

La crisis económica ha puesto al descubierto las vergüenzas del sistema democrático español. El edificio que creíamos se había construido con sólidos ademes, ahora resulta que tiene carcoma. O dicho de otra manera, la corrupción amenaza con ruina. Los múltiples casos de corrupción, que llenan páginas y páginas de la prensa diaria y que abren todos los informativos televisados, nos han mostrado el lado más feo de nuestra democracia, el lado más oscuro del Gobierno de los elegidos por el pueblo.

Algunos medios ha elaborado un tan sencillo como peligroso argumentario. La culpa es de los partidos políticos y de todo lo que los rodea. Una parte de la sociedad, ayudada por determinados medios de comunicación, culpabiliza de la situación a los dirigentes políticos y en última instancia a los mismos partidos políticos. Se dice, Bárcenas es un pillo; pero un pillo ayudado por su propio partido. Los ERES de Andalucía fueron el sustento de un aparentemente nutrido grupo de aprovechados. Todos ellos con sede en algún partido o sindicato. El caso Urdangarín fue posible por la colaboración necesaria de Matas o de otros dirigentes políticos locales o regionales. Todos estos argumentos son ciertos sólo a medias, ahí reside justamente su peligrosidad. Lo que me preocupa es la insistencia de algunos en hacernos creer que eso es todo y a eso se circunscribe el problema. Pretende que no miremos más allá. El problema, dicen, consiste en un grupo de personas corruptas que coinciden en un partido político. Ya está. Eso es todo. La solución del problema pasa por dos posibilidades: o aniquilamos TODOS los partidos políticos, auténticas madrigueras de corruptos y con ello, de paso, nos cargamos el sistema democrático o los regeneramos, lo que es lo mismo darle un lavado de cara. Se trata de elegir entre lo malo o lo peor.

Sí, yo soy de los que pienso que es necesario abrir las ventanas de las sedes de los partidos, de los sindicatos, de las asociaciones profesionales, etc., para que entre aire fresco. Pero no hay que engañarse, el problema es más profundo. Los partidos, los sindicatos, la patronal no son más que un reflejo de lo que hay en la sociedad. Por eso hay que dejar de poner el énfasis en lo que ocurre en esas sedes y empezar a mirar más cerca de donde nosotros nos encontramos. Debemos permanecer atentos a lo que son nuestros usos y costumbres, porque cuando hay corruptos, cerca suele haber corruptores. Señalamos a los corruptos; pero de igual manera debemos señalar a los corruptores, a aquellos que pretenden mediante la entrega de dádivas obtener pingüis beneficios, enriqueciéndose ilícitamente. Que se digan los nombres, que se señalen a los corruptos; pero que también se digan los nombres y se señalen a los corruptores, esos que pasan a nuestro lado con un flamante traje de encargo, hecho a mano y a medida. Que se sepa quiénes son. Sólo cuando destapemos ese cajón bien perfumado empezaremos de verdad a regenerar la democracia y estaremos más cerca del Gobierno que queremos.

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