domingo, 29 de septiembre de 2013

La [clandestina] Universidad de Valladolid

Dediqué el sábado a buscar el Campus universitario, Miguel Delibes, que está ubicado en algún lugar recóndito y escondido de Valladolid. En principio a esta actividad sólo quería dedicarle la mañana. Como máximo quedarnos a comer y volver inmediatamente para casa. Sin embargo, esto fue del todo imposible. Las previsiones no se cumplieron. Como consecuencia de ello, dediqué toda la mañana y parte de la tarde en buscar el Campus Universitario.

Los que me conocen bien saben que atesoro algunas cualidades que hacen más que previsible que no se pudieran cumplir mis previsiones iniciales: la primera es mi proverbial falta de orientación, la segunda mi nula habilidad al volante y la tercera, y no menor, la mala costumbre de no planificar adecuadamente las salidas.

Pero en este caso, descontando las razones que me pudieran ser imputables a mis despistes, se dieron circunstancias que me dejaron perplejo. Es cierto que no consulté previamente ningún mapa o plano de ubicación; pero la ciudad de Valladolid no me es del todo extraña. La he visitado en innumerables ocasiones. Por tanto, debería resultarme sencillo ubicarme en ella y con unas simples indicaciones localizar cualquier lugar. Eso, al menos, pensaba yo al principio.

Cuando llegué a Valladolid, sin entrar al centro de la ciudad, me dirigí por la circunvalación o ronda interior a casi el otro extremo de la ciudad. Yo entro por el Norte y la noción que tenía de la ubicación del campus universitario era que se encontraba al Este. Fácil de encontar, entonces. Sólo debía estar atento a las salidas de la ronda que anunciaran las instalaciones universitarias.

Primera decepción: no sé cuantas veces recorrí la puñetera ronda de norte a sur, esperando inútilmente un indicador que anunciase la salida al Campus Universitario. Llegado el momento, cambio la estrategia: me adentro en la ciudad y pregunto. Después de varias idas y venidas en direcciones contrarias, el desánimo nos embargó y consideramos que había llegado el momento de abandonar y buscar un lugar en el que reponer fuerzas. Por ejemplo, en la Plaza Mayor. Allí nos dirigimos, paseamos bajo los soportales para refugiarnos de la lluvia, elegimos una tasca y nos zampamos una hamburguesa, de la que todavía hoy mi estómago no se ha recuperado.

Después de la sobremesa, consultamos un plano de la ciudad y solicitamos la ayuda de varios lugareños para garantizarnos esta vez el éxito en la misión. ¡Qué desastre! A pesar de que el plano era suficientemente clarificador, cada uno nos daba una indicación contrapuesta. En algún caso, un joven nos dijo: "¿Campus Universitario? No tengo ni idea, yo no soy universitario". En otro caso, otro joven nos aseguró: ¿En este barrio un campus Universitario: no lo creo? Nuestra sorpresa iba en aumento, porque nosotros sabíamos que no podía estar muy lejos. El mapa lo situaba en esa zona y no era posible que esos vecinos no lo supieran. Finalmente, cuando el desánimo nos hacía abandonar, circulando por una calle avistamos un edificio que lucía un expléndido cartel que decía: "Campus Universitario Miguel Delibes". Por fin. Llegamos al Campus de casualidad y en ningún lugar ni a la entrada de la ciudad, ni a la salida, ni cuando circulábamos por ella, ni cuando consultamos un plano encontramos una sola indicación con la denominación y ubicación de estas instalaciones Universitarias. ¡Increíble, pensamos!

Cuando volvíamos de regreso, reflexionábamos sobre esta situación. La cantidad de personas a las que habíamos consultado y la cantidad de indicaciones erróneas que nos habían dado. Sin duda ponían de manifiesto las horas bajas que vive nuestra Universidad, que a pesar de la "majestuosidad" de sus edificios, pasan desapercibidos para la ciudadanía. Una clara metáfora de lo que ocurre también dentro de ellos: a nadie le interesa.

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