sábado, 31 de agosto de 2013

Sobradamente preparada

Tiene 30 años y está sobradamente preparada. Es licenciada en ciencias ambientales. Hace un par de años sacó el doctorado. Es una investigadora entusiasta. El último año lo ha dedicado a impartir clases en la Universidad. Ha compaginado esta actividad con sus estudios de Derecho. La licenciatura la tiene ya a tiro de piedra. Hoy me dijo que su expediente en Derecho es el segundo mejor de la facultad. Este año terminará la carrera.

Es una chica extraordinaria: estudiosa, entusiasta de todo lo que hace. Investigadora infatigable. Además, es jovial y amable. Me ha ayudado a resolver algunos problemas que se me han presentado. Me enseñó a manejar herramientas informáticas de Sistemas de Información Geográfica. Me descubrió algunos secretos sobre la fermentación aeróbica. Y todo ello lo hizo con una paciencia infinita.

Después de mucho tiempo, hoy he ido a saludarla a su despacho en un Instituto Universitario de Investigación. Me dijo que era su último día de trabajo. En realidad ya estaba de más. Finalizó su beca. Terminó su proyecto de investigación. Ya no le renovarán su contrato de trabajo como profesora. Se acabó. Los recortes presupuestarios se la han llevado por delante. Me lo dice con una sonrisa en el rostro. "Cuando termine este año Derecho, creo que aparecerán más oportunidades de trabajo", me ha dicho. También me ha dicho que probablemente tenga que buscar esas oportunidades fuera de España. Quizás en Chile.

Me quiso invitar a tomar un café. Nos desplazamos a la cafetería más próxima y continuamos nuestra conversación. En realidad éramos tres personas. Tres cafés. Pero a la hora de pagar, recordó que no había cogido dinero y discretamente se lo comunicó a la dueña del establecimiento, comprometiéndose a pasar a saldar la deuda otro día.

No. Que nadie piense ni por un minuto que ante esa situación me hubiera ofrecido a pagar yo los cafés. Ni tampoco hubiera permitido que lo hiciera la tercera persona. No. Quien nos invitó debía saldar la deuda. ¿Por qué? Pensé: si nos vamos sin pagar ¿qué nos puede pasar? ¿que la dueña del establecimiento nos denuncie y que la policía nos retenga? Sería verdaderamente algo extraordinario. El alargar la velada con mi joven amiga hubiera sido para mi todo un honor. Hubiera aprovechado para aprender más cosas. Sobre esto tengo pocas dudas. Lo que no entiendo es por qué la Universidad prescinde del talento de una forma tan zafia. Luego que nadie se extrañe cuando en los ranking de calidad de las Universidades de España, la de León aparece en las últimas posiciones. ¿Por qué será?

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