lunes, 28 de enero de 2013

Urdangarin en la línea de flotación de la Corona

Ya se ha puesto en marcha la máquina de lavar. Hoy diversos medios de comunicación se afanan en trasladar a la opinión pública la opinión de los "expertos". Éstos dicen que Urdangarin, contra todo pronóstico, no es Duque. Ni siquiera le conceden la dignidad de "Duque consorte". Así que debemos de entender que a todo el rosario de imputaciones que los jueces han realizado al marido de la infanta, hay que añadir una más: la de impostor. Lo más curioso es que hasta ahora nadie se había dado cuenta de ello o bien ese hecho carecía de relevancia. Dicen ahora los expertos que el título de Duquesa de Palma es una dignidad que el Rey ha concedido en exclusiva a su hija y que es privativo de ella y el título es intransferible. Las cosas están muy claras: para el exjugador de balonmano la suerte está echada.

Si la impostura es tan clara, ¿Por qué hasta ahora esos voceros de la nobleza, incluida la Casa Real no la han piado ni han dicho nada? ¿Por qué lo hacen ahora? ¿A qué se debe el cambio de estrategia? ¿Quién ha dado a la tropa la orden de disparar contra uno de los suyos?

Mientras no recaiga una sentencia judicial firme, mientras en este país haya un Estado de Derecho, Urdangarin es inocente. La presunción de inocencia debe prevalecer sobre cualquier otra cuestión; pero si los tribunales, finalmente, condenan al yerno del Rey por los presuntos delitos que se le imputan, implícitamente se está condenando a la Casa Real. Es imposible que en ese escenario el Rey se marche de rositas. Sin duda se dejará más de un pelo en la gatera.

A estas alturas parece demostrado que fue la Casa Real la que le cerró el chiringuito a Urdangarin. En esta decisión parece que pesó el hecho de que las actividades que realizaba el exjugador de balonmano no eran muy ejemplarizantes. A la Casa Real le bastó con apartarlo de sus actividades en España y conseguirle un puesto de trabajo bien remunerado fuera de ella, alejándolo de los focos mediáticos, bajo la protección, el paraguas y la vigilancia de una importante compañía telefónica. Parece también demostrado que Urdangarin no consiguió el puesto en Telefónica por sus cualidades, sino más bien por su vinculación con la Casa Real (¿podría imputársele por este hecho un nuevo delito de tráfico de influencias?)

Conocida hace más de un año su imputación por un juez por presuntas actividades delictivas, la Casa del Rey optó por que el yerno no pisara España, esperando que el asunto se enfriase. Poco después de adoptar la decisión de apartarlo, la filtración de partes del sumario y el conocimiento de la opinión pública de las actividades "poco ejemplares" que han dado lugar a las graves imputaciones, provocó una nueva decisión de la Casa del Rey, esta vez con el anuncio de su retirada de la Agenda oficial. Con eso parecía que por el momento era suficiente. Con eso y con alguna muestra convenientemente estudiada de afeamiento de su actitud: "El Rey está muy enfadado", el "Príncipe le reprende", etc., etc. Y asunto zanjado.

Pero no fue así. Cuando hace poco se ha conocido que, además de las graves imputaciones por sus actividades lucrativas en entidades sin ánimo de lucro, Urdangarin también puede ser imputado por delitos fiscales, la Casa Real da una vuelta de tuerca más y anuncia que retira de su página web al consorte de la Infanta Cristina. Sabia decisión: por un lado se consigue que no se le vea. Por otro, la Casa del Rey marca distancias con el imputado. Y paralelamente se pone en marcha la máquina de lavar, que para eso está la Diputación de la Grandeza de España, para echar una mano cuando se necesita. Los Grandes del país recobran la voz, salen del armario y denuncian la impostura de la atribución del "Duque de Palma". Es un impostor, un usurpador, utiliza indebidamente un título que no le corresponde. Ahora yo me pregunto, ¿alguno de ellos se hubiera atrevido a afirmar tal cosa hace escasamente cuatro o cinco años? El mensaje que se pretende trasladar es muy claro. Es decir, la presunta golfería de este individuo nada tiene que ver con la realeza, porque Urdangarin es un miembro ajeno a ella.

Pero no me quiero apartar de la cuestión. Si el relato que acabo de hacer de los acontecimientos se parece en algo a lo que ha sucedido, está claro que la Casa del Rey va un paso por detrás de esos acontecimientos y que sólo mueve ficha cuando la indignación ciudadana sube un escalón. Es decir, que desde el primer momento, la Casa Real conociendo las actividades lucrativas y poco ejemplares de Urdangarin intentó pasar página alejando al protagonista de los focos, si se quiere, tapando el asunto; pero en ningún caso comunicó sus actividades a la fiscalía para que estudiase si eran compatibles con la ley, ni le ordenó devolver al fisco los impuestos por la ganancias que no había declarado, ni le pidió que se presentara ante la opinión pública para dar cuenta de sus actividades, ni, por su puesto, se ha personado como acusación particular en el juicio que se sigue contra él. Nada de eso se hizo. Por tanto, para mí, sólo caben dos opciones: la primera es que Urangarin sea inocente, porque así sea declarado por el juzgado que entiende de su causa y, debamos reconocer que la Casa Real ha actuado con cautela y ha apartado al marido de la Infanta por un exceso de celo. La segunda opción es que, por el contrario y para desgracia del afectado, Urdangarin sea declarado culpable de alguno de los graves delitos que se le imputan. En ese caso, no tengo la menor duda de que la Casa del Rey ha actuado muy torpemente y debe compartir la misma suerte que el encausado, puesto que conocedora de las actividades del imputado (hoy todavía presuntamente delictivas) ha puesto toda su inteligencia en echar tierra sobre el asunto y sólo ha actuado a remolque de los acontecimientos. En este último caso ¿cómo va a administrar la Corona una hipotética condena? Urdangarin se ha convertido en la línea de flotación de la monarquía. Si el impacto es suficientemente fuerte la vía que se abra puede hacer hundir el barco. Al tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario