sábado, 21 de abril de 2012

El Rey y Rajoy se necesitan: quid pro quo

En estos días el Rey y Rajoy se necesitan más que nunca. Cada uno de ellos se aprovecha de la difícil situación por la que está pasando el otro. Ambos se apoyan. Parecen decirse "hoy por mí, mañana por tí".  Una cosa por otra: quid pro quo. Ellos son los protagonistas absolutos de los titulares de todos los medios. Con tanta información, uno no sabe ya a qué atender.

Una vieja estrategia, que emplean los Gobiernos de turno para desviar la atención de los administrados de decisiones impopulares, consiste en promover y poner en circulación escándalos que hipnotizan a la ciudadanía hasta la anestesia. Estos escándalos debidamente administrados por expertos equipos de comunicación ocupan un tiempo y un espacio precioso en los medios que desvía la atención y eclipsa cualquier otra información, incluso la procedente de controvertidas decisiones gubernamentales que nos afectan gravemente a todos. Es un truco muy viejo.

Estos días tengo la sensación de encontrarme en una de estas situaciones. En esta ocasión el señuelo es la mala racha de la familia Real: Urdangarin, investigado por corrupción; el esposo de la infanta Elena citado a declarar ante un juez por presunta negligencia en la custodia de su hijo mayor. El niño, nieto del Rey, hospitalizado por manipular un arma para la que no tenía ni edad ni licencia. La infanta Cristina desaparecida, debatiéndose entre apoyar a su marido o enfrentase a su padre. La Reina, como siempre, fuera de España y el Rey cazando, justamente en la semana más negra de la economía española.

Pese a lo que pueda  parecer, en todo esto no hay nada nuevo, salvo el hecho de la difusión mediática que ha tenido. Se ha roto el tabú sobre la información de la Familia Real. Lo que ha ocurrido es que se ha visualizado. ¿O es que alguien piensa que los vástagos menores de la familia real es la primera vez que utilizan un arma de fuego? ¿O quizás alguien piensa que Urdangarin es el primero y único miembro de la familia Real que hace negocios de dudosa ejemplaridad? De la misma manera podríamos decir que lo escandaloso de la actitud del Rey cazando elefantes o esquiando o navegando o celebrando con sus amigos y amigas, a las que dice no renunciar, sus días de asueto es el hecho de que nos hayamos enterado por la prensa. Sus vidas consisten en eso. Lo que ocurre es que ahora, a raíz de los accidentes de Urdangarin con su socio Torres, de Felipe Juan Froilán con la escopeta de su padre, de la Reina con su ortodoxa forma de entender sus relaciones familiares y del Rey con su elefante, se nos ha presentado como si fuera una revelación. Es decir, en esta ocasión las meteduras de pata las hemos conocido con todo lujo de detalle y despliegue de medios.

Como digo, en todo ello no hay nada nuevo ni dramático. Es lo de siempre. Para mí el drama y la novedad revelada en estos días son los planes de recortes del Gobierno en sanidad y en educación. Sobretodo en educación. Los recortes anunciados por etapas por distintos portavoces gubernamentales van dirigidos a la línea de flotación de nuestro maltrecho sistema educativo: más alumnos por aula en secundaria y bachillerato; menos profesores, peor dotados y con una retribución más baja; más horas lectivas para los docentes. Docentes desincentivados y cabreados. Matrículas y tasas más caras en la Universidad, Máster de postgrado para quien se lo pueda pagar, menor inversión en I+D+i...etc., etc. ¡Esto sí que es una novedad! Una dramática novedad, cuyas consecuencias, sino se rectifica a tiempo, alcanzarán y padecerán las próximas generaciones. Si los planes del Gobierno se materializan, en unos cuantos años es probable que por primera vez en la historia de España dispongamos de una generación y otra y otra peor preparada que la que le precedió. Algo que no ocurre desde hace muchas décadas en este país. Es posible que se llegue a una situación tal que la generación formada por los nietos esté mucho peor preparada que la generación de sus abuelos. ¡Vaya futuro que le espera al país!

Para que se entienda la gravedad de este asunto: ¿alguien se imagina lo que ocurriría si el Príncipe Felipe, heredero a la Corona, estuviese todavía menos preparado que su padre? Sólo de pensarlo se me ponen los pelos como escarpias.


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