miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sana juventud

Este martes asistí al partido de fútbol que disputó la Ponferradina contra el Real Madrid en la capital berciana. Fui acompañado de uno de mis hijos y un amigo suyo. Al lado tenía a dos de mis hermanos y a un sobrino. Fantástico este sobrino mío. Es feliz, se le nota en la cara. Es feliz desplazándose desde Madrid a ver el encuentro (¡¡¡ida y vuelta en el día!!!). Es feliz viendo jugar a la Ponferradina, al Real Madrid y hasta disfruta comiendo el bocadillo frío de pan revenido que nos prepara cuidadosamente Manolita. Todos somos hinchas de la ponferradina. ¿Qué otra cosa podemos hacer? La prensa local resaltaba que el presupuesto anual de la Dépor daría tan sólo para pagar una nómina mensual a Cristiano Ronaldo. ¡Qué desproporción! En el Toralín, que es como se llama el flamante campo de fútbol de la Ponferradina, ampliado para la ocasión, al menos había dos ignorantes de la ciencia futbolística (aparte de Mou, claro): uno era yo y la otra persona era una periodista, que, por elemental cortesía, omitiré su nombre. Pese a ello, vi un partido con el que disfruté y en el que, en mi modesta opinión, los locales no sólo dieron la cara, sino que salieron ilesos del choque con ese tren cargado de estrellas que es el conjunto madridista.

Tal como marca el manual de buenas costumbres, la afición ponferradina hostigaba e increpaba constantemente a los jugadores del Madrid. En cualquier lance en el que perdía el equilibrio un jugador de la ponferradina inmediatamente aparecía en el imaginario la mención a la madre del jugador del equipo de primera. En los momentos decaídos, la afición sobrellevaba el partido prodigando insultos de forma indiscriminada a los jugadores de elite del equipo contrario, sobretodo a los que se aproximaban a la banda en la que nos encontrábamos. El momento culminante se alcanzaba cuando Kaká se acercaba a sacar un córner. Toda la afición de nuestro entorno se levantaba a increparlo sin piedad.

¿Pero qué ocurría cuando el partido se disputaba en el área contraria, lejos de la posición en la que nos encontrábamos nosotros? Pues lo que parece habitual en estos casos, lo que dice el manual, se insultaba a la Cultural Leonesa, el equipo de la capital que milita en la actualidad en la 3ª división y de cuya rivalidad no es necesario dar cuenta aquí. Poco importaba que nada tuviese que ver en ese encuentro, aunque según me han dicho su presidente se encontraba en el palco. A los aficionados locales les parecía un buen recurso mentar al eterno rival para estimular y levantar la moral y la autoestima de los suyos.

¡Hasta ahí podíamos llegar!, debió pensar mi hijo y su amigo venidos desde León expresamente para presenciar el evento. ¿Ahora por qué se meten con la Cultural? me preguntó mi hijo. A mí, que soy de Ponferrada, tengo más años que él y estoy habituado a ello, me pareció que la respuesta era obvia; pero me hice el despistado para no contestarla.

Pese a todo ello, el entrenador del Real Madrid ha declarado a la prensa haber recibido un trato exquisito y cariñoso del público berciano, que promete devolver en Madrid. Me pregunto si al polémico entrenador no le llegarían las voces y comentarios soeces de algunos de los sujetos de mi entorno y del resto del estadio. Por ejemplo, las jóvenes que se encontraban a mi izquierda se desgañitaron la voz insultando a todo jugador del Real Madrid que se aproximaba, parecía que les iba la vida en ello. Yo, en cambio, no reaccioné de la misma manera, y no lo hice precisamente por la misma razón que ellas sí lo hicieron, por costumbre, claro. Sobre mi pasividad, Manolita diría que yo "no siento los colores", pero dado que no acudo regularmente al fútbol, que nadie se extrañe que me siga sorprendiendo ese tipo de expresiones y más en gente tan joven, acompañados algunos incluso de padres y hermanos pequeños. Cuando estas cosas suceden siempre me viene el recuerdo mi profesor de física del instituto de bachillerato, quien todos los viernes, al despedirse, nos decía que si teníamos previsto acudir a ver un partido de fútbol, no nos olvidáramos de leer antes, al menos, un periódico, según él, para que pudiéramos perder algo de cultura. Según Isaías, que era como se llamaba este archiconocido profesor, dando por descontado que en el fútbol siempre se pierde cultura, le parecía una desconsideración que uno fuese desprovisto de unas "letras" para siquiera poder perder algo de ellas. Tantas veces tuve que oír esa expresión que debo dejar claro que desde entonces yo he cumplido con la parte que me toca, y en las pocas ocasiones que he ido al fútbol he tenido la precaución de cumplir minutos antes con el consejo del sabio profesor, por si acaso.

Pero hay un detalle de la afición ponferradina que no quiero dejar de comentar, que me sorprendió y al mismo tiempo me reconfortó. En un momento del partido en el que un par de aficionados profirieron algunos insultos de corte racista, dirigidos a algunos jugadores del Real Madrid, un joven de unos 18 o 19 años que se encontraba en la grada, justamente debajo de mi asiento, ataviado hasta las trancas de símbolos de la sociedad Deportiva Ponferradina, y que había estado muy activo durante todo el partido coreando las consabidas consignas, se levantó, alzó las manos y cortó de raíz ese tipo de proclamas y lo que es más impresionante, los aficionados le obedecieron inmediatamente.

¡Qué detalle! Tenía razón Mourinho, hay que ver qué afición tiene la ponferradina. Cuando llegue mi hijo a casa tengo que acordarme de decírselo. Aún no está todo perdido.

2 comentarios:

  1. La intención de hacer los bocadillos siempre existió; pero realmente , los prepraró la Sra. Josefa.

    ResponderEliminar
  2. Pobre Sra. Josefa, qué culpa tendrá ella de que el pan de los bocadillos estuviera revenido. Además, ¿de quién era el jamón?

    ResponderEliminar