lunes, 17 de octubre de 2011

Escuela de ingenieros de minas de León

La Escuela de Minas de León cuenta con un nuevo equipo directivo. No es uno más. La nueva dirección tiene al menos dos características que la diferencia del resto de las que a lo largo de la historia han ocupado esa responsabilidad. La primera de ellas es la descarada juventud, tanto de su director como del secretario, dos piezas claves del equipo directivo, lo cual indica que tienen cuerda para rato. La segunda característica es que ninguno de los dos cargotenientes dispone de la titulación de ingeniero de minas. Esto es una "anomalía", por llamarlo de alguna manera, que sólo se ha producido en una sola ocasión en toda la historia de la Escuela de León. Entonces se resolvió con una guerra abierta entre una dirección apoyada por profesionales ajenos a la profesión y el sector "duro" representado por el colectivo de ingenieros de minas y afines. Esta guerra fue una versión descarnada del más puro corporativismo profesional. Esto ocurrió hace más de treinta años. Hoy las cosas, afortunadamente, han cambiado. La concepción de la ingeniería, también. 

Cada vez está más arraigado el concepto de que todas las ingenierías parten de un tronco común, cimentado fundamentalmente sobre conocimientos de física y matemáticas. Además este concepto hace honor a la historia, cuando a los aspirantes a ingresar en una escuela de ingenieros se les conocía como jóvenes matemáticos, por la formación previa que debían tener en esta materia. Hubo épocas en las que el ingreso en las escuelas de Caminos, Minas, Montes o Arquitectura se hacía a partir de los estudios comunes realizados en un denominado Colegio Científico. Pero no es menos cierto que llegado su momento las carreras decidieron distinguirse unas de otras y especializarse en sus diferentes ramas del saber, unas veces con mejor criterio que otras. A pesar de ello, todas ellas siempre se miraron de reojo. Por ejemplo, no pocas veces los titulados de Minas exigieron del Gobierno igualdad de trato respecto a los de Caminos.

Para que no haya dudas al respecto, soy de los que pienso que no se puede poner puertas al campo y tampoco al conocimiento, y por tanto, una Escuela Universitaria, con independencia de su especialidad, debe contar siempre con los mejores profesionales. Soy de los que pienso también que el "mestizaje" en la ingeniería siempre es bueno y la historia de la ingeniería así lo corrobora. Para la satisfacción de mi hermano, que es ingeniero de Caminos, suelo recordar que el primer profesor de laboreo de la Escuela de Minas de Madrid, Joaquín Ezquerra del Bayo, fue ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Por cierto, un extraordinario profesional.

La Escuela de Minas de León tiene hoy una nueva dirección. El bastón lo sujeta un joven ingeniero industrial con una excelente preparación y con una sobredosis de ilusión. Creo que las ganas de hacerlo bien son tan grandes que de ahí sólo pueden salir cosas positivas.

Debemos recordar que nos encontramos en un período de cambios profundos. La adaptación de las titulaciones al denominado Plan de Bolonia exigirá grandes dosis de dedicación, trabajo e inteligencia. La comunidad universitaria debería apoyar al nuevo equipo directivo de la Escuela de Minas. Lo mismo deberíamos hacer el resto, es decir, los que desde cierta distancia, contemplando los acontecimientos, nos hemos embriagado con los aromas de esta maravillosa carrera. La ingeniería hoy es más universal que nunca. La transferencia de conocimientos avanza tan deprisa que no hay tiempo que perder en periclitados corporativismos mal entendidos.

Sé lo que digo. Es tiempo de colaborar. Es tiempo de contribuir a re-diseñar y fortalecer una carrera bicentenaria en unos momentos críticos para la profesión, no sólo para el ejercicio de la ingeniería de minas; aunque también. Yo doy la bienvenida al nuevo equipo directivo y le deseo los mayores éxitos posibles: la profesión los necesitará.

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