domingo, 10 de noviembre de 2013

Los estudios universitarios en el Bierzo

Recibí una carta del abogado berciano Tomás González Cubero. En ella me expresaba su deseo de que en la próxima reunión del Claustro de la Universidad de León, apoyara con mi voto la propuesta que había realizado para que el Bierzo dispusiera de un Campus universitario en el que se impartieran algunas carreras universitarias. Esta carta me la enviaba en calidad de presidente de un Patronato que promovía la iniciativa y yo la recibía en calidad de miembro del Claustro universitario en representación de los alumnos.

Instantes previos al inicio de la reunión del Claustro, cuando sus componentes todavía estaban tomando sus asientos, solicité el permiso del Rector para grabar la sesión. Era un favor que me había pedido el periodista Ignacio Linares para la emisora que Luis del Olmo tenía en Ponferrada. El Rector, Santoyo, un individuo del que algún día diré alguna cosa, me lo denegó. Además, dio instrucciones para que un ordenanza vigilara a partir de entonces mis movimientos. Consciente de ello, le pasé la grabadora a mi amigo César Mourín, quien se colocó inmediatamente debajo de uno de los altavoces de la sala y consiguió grabar toda la sesión.

Iniciado el asunto, el Rector abrió un turno para que los asistentes solicitaran la palabra. La peculiar forma de dirigir los debates de aquél señor exigía que los intervinientes manifestaran por adelantado si su intervención se realizaba a favor o en contra de las propuestas. De esta manera podía mover su artillería a su antojo, en función del nivel y calado de los intervinientes.

Terminado el plazo, anunció públicamente la existencia de cinco peticiones de palabra y todas ellas para oponerse a la iniciativa. Es decir, todos los que iban a intervenir se opondrían a la creación del Campus Universitario del Bierzo. Ante este panorama, me acerqué a él y le solicité que me apuntara en el turno de palabras. Con una actitud despectiva me indicó que el turno ya estaba cerrado y que por tanto no podría intervenir. Le dije que hablaría a favor de la propuesta y como no había solicitada ninguna palabra para ello, me parecía justo que se me concediese. El Rector, con cierta sorna, y tras preguntarme si estaba seguro de querer hacer una intervención a favor, asintió y me indicó que me permitiría hablar.

Fui el último de los intervinientes. Todos los que me precedieron en el uso de la palabra cumplieron con su papel. Se opusieron con contundencia a la idea de que se pudiera crear un Campus en Ponferrada. Yo inicié mi intervención mostrando la extrañeza por el hecho de que no se hubiese invitado a ninguno de los miembros del patronato que impulsaban la iniciativa para defenderla, de la misma manera que no había ninguna institución del Bierzo, ni siquiera un representante del Ayuntamiento de Ponferrada o del Claustro de profesores de la escuela universitaria de relaciones laborales que ya se impartía en el Bierzo, etc. Por otro lado, me sorprendí de que las sesudas intervenciones de los profesores que se oponían a la propuesta no hubieran aportado ni un sólo argumento de carácter económico, social o académico, ni un solo dato, etc. que avalara su oposición. Todas las intervenciones que me habían precedido, según mi opinión, adolecían de una absoluta falta de rigor académico. Se armó la marimorena. Se montó un revuelo impresionante. De inmediato percibí la comprensión y el apoyo mayoritario del resto del claustro al que tampoco le había gustado las estratagemas del equipo de Gobierno para quitarse el asunto de encima. Lo que disgustaba a los claustrales de aquél asunto eran más bien las formas más que el fondo. Todos ellos hubieran votado en contra de la propuesta, si las cosas se hubieran hecho bien y no aquella pretendida chapuza. El pusilánime Rector se percató de que se le escapaba el control, se imaginó los titulares de prensa del día siguiente, y accedió a aceptar mi propuesta de suspender la votación y analizar más detenidamente y con más argumentos el asunto en otra ocasión.

Mi sorpresa se produjo al recibir el acta del Claustro. Ni rastro de mi intervención. Literalmente, se me había aniquilado. Aunque sí constaba una propuesta de un doctor en veterinaria, que por cierto no había intervenido, en la que solicitaba se pospusiera la votación del asunto. Es decir, aunque no mis argumentos, sí mi propuesta se había adjudicado a otro individuo, que por supuesto no era alumno como yo, sino un reputado profesor. Me dirigí inmediatamente al secretario General de la Universidad, un doctorzuelo, licenciado en derecho, que todavía transita en esta Institución. Le exigí una rectificación inmediata. El caradura negaba recordar el que yo hubiese intervenido y menos en esos términos en los que yo me manifestaba. El Claustro Universitario estaba formado por más de 100 miembros, cómo era posible que un fedatario público negara tal evidencia. Yo era un alumno; pero en ningún caso un imbécil. Entones le aseguré que había grabado mi intervención y que incluso había sido reproducida por una emisora berciana. Esta nueva revelación lo dejó paralizado. Aún sin creerse del todo que fuera cierto que mi intervención hubiese sido grabada, por si acaso se avino a incluir mi intervención en el acta, con la insólita pretensión de que pactáramos un texto "más ajustado". Me negué. Le exigí que recogiera mi intervención en el turno "a favor" y, además, como único interviniente. Se opuso terminantemente a ello. No quiso reflejar mi intervención en los términos en los que se había producido. Al final, falseando lo ocurrido, con el beneplácito del equipo de Gobierno, recogió en el acta su particular versión (y, si no recuerdo mal, mantuvo la del profesor que no había intervenido).

Por otras razones, aquél equipo rectoral, con el magnífico Santoyo a la cabeza se vio obligado a dimitir. Es una pena que nadie se haya dedicado a estudiar detenidamente la gestión de aquellos prebostes durante casi mandato y medio. En mi opinión fue tan nefasta que la actual situación crítica que vive nuestra Universidad leonesa está relacionada directamente con las decisiones adoptadas en aquélla época por esos individuos. Y el decadente estado del Campus Universitario de Ponferrada también está relacionado con los frágiles cimientos que en su día se pusieron.

No, no. Que nadie se lleve a engaño y piense que mi intervención sirvió de algo para que se autorizarse la constitución del Campus de Ponferrada. Lo narrado no pasa de ser una mera anécdota. El hecho determinante fue una entrevista del periodista Luis del Olmo al ministro de Educación de la época, en la que se comprometió a impulsarlo. Entones el Rector de la Universidad de León se reconvirtió, acogió el proyecto como propio y se hizo un ferviente devoto de la iniciativa. Esta fue la historia.

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