jueves, 7 de noviembre de 2013

La importancia de los carroñeros en la política

Un cualificado militante del Partido de los Unos, PU, convivía cómodamente en los aledaños de la política que desde hacía décadas realizaba el gobernante Partido de los Otros, PO. Después de tantos años ya se había acostumbrado a ella. había que ser un avezado observador para diferenciar a este conspicuo militante del partido de los "Unos" de otro del partido de los "Otros". Eran como dos gotas de agua. Había conseguido mimetizarse. De repente, empezó a crecer su incomodidad, a la vez que su crítica hacia el partido rival. Y a la vez que iba en aumento esta crítica, su implicación en su partido crecía también. El sistema funcionaba como un mecanismo: biela-manivela. Todo esto, no hay que ocultarlo, se producía a medida que se vislumbraba la posibilidad de la alternancia en el poder municipal. Hasta entonces, su relación con el gobernante partido de los Otros era buena. Incluso, muy buena. Los casuales encuentros en esa Gran Superficie Comercial unieron mucho, se aprovechaban para felicitarse las fiestas, para interesarse por la familia y de paso pedir algún favorcito. Una papelera para el barrio, la retirada de un contenedor ubicado próximo al portal de su casa, la mediación en una multa de aparcamiento en zona ora, etc., etc. Es decir, lo habitual. Pero ahora las cosas habían cambiado. La perspectiva de que su partido ganara las elecciones y entrara en el Gobierno de la cosa pública había distanciado a nuestro cualificado militante del partido adversario. El líder había sentenciado que ahora, ante la opinión pública era necesario escenificar ese distanciamiento. ¡No todos somos iguales!, se proclamaba y se enfatizaba ante unos desconcertados votantes que asistían impávidos a la representación teatral del calculado distanciamiento. No obstante, el contacto con esos votantes se hacía en el lugar habitual: en esa Gran Superficie Comercial, cuna de la democracia, que nos hace a todos iguales. Todo no era más que un artificio de cálculo político.

Es verdad que no engañaron a nadie. Todos conocían el juego. Pero la alternacia política es buena porque oxigena las instituciones. Ante la falta de otras alternativas el sufrido votante opta por alguna de las que se le ofrecen. Otro escenario, el de la abstención mayoritaria, sólo es posible en una ficción como la llevada a cabo por Saramago en su novela. Llegada la ocasión la papeleta elegida mayoritariamente iba a cambiar de color político del que sujetaba las riendas del poder. El recuento final así lo confirmó.

Nuestro militante ya estaba preparado para el asalto. Como hemos dicho, en las últimas décadas había estado distanciado de su partido; pero durante el último año, cuando el viento de las encuestas soplaba a favor, se había volcado.¡Por fín, después de tantos años, vamos a tocar el poder!, se decía a sí mismo. Si algo caracteriza a los individuos de esta calaña es el olfato. Es por lo que se guían (aparte del estómago, claro).

"El primer objetivo es instalarnos en él" (en el poder). "Que se note que venimos para quedarnos". Lo segundo es rodearse de los nuestros, para ello, incluso es necesario incorporar a la administración gobernada nuevos trabajadores, mediante oposiciones (convenientemente preparadas), de esta manera no habrá fisuras internas. Incluso, se promueven oleadas de nuevos ingresos mediante contratos amañados. Los que ya estaban no son de fiar. Sirvieron al Partido de los Otros. Partido por otro lado, que al bajarse del pedestal ya no está tan unido como inicialmente parecía. El nuestro, sin embargo, sí. Ahora está más Unido que nunca.

Ante las primeras denuncias "internas" de tráfico de influencias, de enchufismo, de alejamiento del programa y del votante, se tira de manual. "Ellos (los otros) también lo hicieron antes", "debemos estar más unidos que nunca", "primero los nuestros, y después ya veremos", etc. etc. De poco valen estas tretas. Al poco tiempo el malestar ya está en la calle. Y nuevamente se abre el manual: "nos lo han dejado todo muy mal", "no podemos resolver todos los problemas en un día y de un plumazo", "no podemos desarrollar nuestro programa porque las circunstancias no lo permiten". "Necesitamos, al menos, un par de mandatos más".

En realidad la ocupación de estos políticos carroñeros y sus adláteres es copar todos los puestos de representación de la administración, en todos los escalones, consejos de administración de empresas participadas, etc. y lo que es muy importante, escalar en el organigrama del Partido de los Unos. Esto último es muy importante, porque es lo que permitirá perpetuarse en el poder. Estos políticos están tan ocupados en lo "suyo" que se olvidan y desatienden lo de los demás y esto les lleva necesariamente, primero al conflicto interno y después al desapego de la sociedad que les dio el encargo de gobernar para todos.

Llega un momento en el que los tejemanejes empiezan a conocerse públicamente. Los medios se hacen eco de las fantasías de los gobernantes: viajes, dietas, enchufes, etc. La desafección con su propia militancia empieza a sentirse. Y todo esto forma una losa que pesa mucho. Mientras tanto, el Partido de los Otros ya ha iniciado su recomposición. Cambia de líder y denuncia las maniobras arteras del neófito partido gobernate. Finalmente la ciudadanía, a los Unos, les da la espalda y los desaloja del poder. ¿Pero qué ha ocurrido con nuestro cualificado e ilustre militante? Pues que durante todo el mandato ha formado parte de la cúpula del poder, se ha servido de su influencia, se ha amparado en él para obtener dádivas y beneficios varios, ha escalado a puestos elevados del partido; pero, en esta justa hora, en la que los vientos de las encuestas soplan en dirección contraria, se ha "desencantado". Por fin aparece de nuevo la palabra mágica. La llave que le permitirá desentenderse de todo lo que ha hecho y no asumir sus consecuencias. Nuestro querido militante dice: "me he desencantado". Vuelve al consabido arquetipo: "todos son iguales". Es el primero (la primera rata) en abandonar el barco. Es lo que en geología llamaríamos un testigo guía. Es el que nos permite medir el grado de corrupción de sus actuaciones. Es el primero que contacta con el futuro partido de los otros para ofrecerle toda su colaboración, y de paso delatar a algunos de los suyos. Mientras tanto, a los sufridores votantes les lanza el mensaje de sus desencanto, reafirmándose en que esa es la verdadera razón de su retirada a los cuarteles de invierno. 

No hay que despreciar a estos personajes, aunque en realidad sean despreciables, porque gracias a ellos, como he dicho, podemos hacernos una idea del grado de corrupción. Los tribunales de justicia, más tarde se encargarán de cuantificarla en detalle.

Pasará algún tiempo hasta que se repita la historia, mientras tanto nuestro cualificado militante está preparando a la siguiente generación que le sustituirá en esta noble función. Sus familiares más directos, sus hijos, son los destinatarios de su magisterio, el mismo magisterio que de entrada ya les ha permitido disfrutar de un trabajo bien remunerado. De su primera oportunidad laboral. Los hijos... los hijos..., qué no sería capaz uno de hacer por ellos. Qué menos que un puesto de director de la empresa pública, en un laboratorio de ideas.

Nuestro ilustre militante del Partido de los Unos no para. Vuelve por sus fueros. Restablece las cordiales relaciones que siempre presidieron su relación con los militantes del Partido de los Otros y se acomoda agazapado esperando a que cambie nuevamente la dirección de los vientos, confiando una vez más en su olfato. Viento fresco que le hará renacer, reverdecer y encontrar una nueva razón para incorporarse a las altas instancias del poder, que con su gran experiencia y presencia contribuirá de manera notable a que nuevamente se convierta la política en un lodazal.

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