miércoles, 19 de septiembre de 2012

Todo ocurrió un 18 de septiembre


El pasado 18 de septiembre hizo 12 años que falleció mi padre y su entierro y funeral se produjo un día más tarde. Es decir, el 19. Ayer 18 de septiembre, el mismo día que mi padre, falleció Santiago Carrillo y su funeral se celebrará, parece ser, también un día después. 
La listilla de mi hermana, que en eso se parece a su hija con la diferencia de que la niña es más guapa, me ha recordado esa coincidencia. Y una más, que yo ya había olvidado. Fue también un 18 de septiembre; pero de hace nueve años cuando envié un artículo de opinión al Diario de León. En él narraba mi encuentro con el líder comunista.
A continuación reproduzco, sin quitar ni poner una sola coma, el artículo que envié como digo para su publicación un 18 de septiembre y que salió por coincidencias del destino el día siguiente: un 19 de septiembre.

Diario de León 19/09/2003
Santiago Carrillo otra vez en El Bierzo
"HACE 17 años -yo entonces no contaba con más de 21-, conseguí un viejo listín con las direcciones y teléfonos de los diputados y senadores de las Cortes Generales. Marqué un número, y al otro lado del aparato sonó clara la voz de una mujer. Era Carmen, la esposa de Santiago Carrillo. Fue ella quien lo requirió para que cogiera el auricular. Y fue ella también la que me proporcionó el tiempo justo para que yo pudiera tomar aire y respirar hondo. A los pocos minutos Santiago Carrillo y yo ya habíamos convenido encontrarnos en Madrid. Tenía el despacho en la plaza de Santa Ana, en el mismo edificio, y justamente en un piso más arriba, que una oficina del Obispado de Madrid. ¡Caprichos del destino, supongo! Cuando subí las destartaladas escaleras y observé tantas cámaras de seguridad instaladas en el inmueble, lo primero que se me vino a la mente fue que su cometido no podía ser otro que la vigilancia mutua entre los Obispos y Carrillo. Segundos después deseché por absurda tal idea, al recordar aquella frase del líder comunista en el Congreso de los Diputados, cuando espetó a sus señorías que «Dios nunca olvida a un buen marxista». Yo de Santiago Carrillo sabía muy poco. Había leído algunas cosas, y algunos ilustres socialistas habían contribuido a dar pábulo a la leyenda negra del viejo comunista. Recuerdo una ocasión, en una cafetería de Ponferrada, en la que Enrique Múgica nos contó con detalle algunos aspectos de las infructuosas relaciones de Santiago (neófito comunista) con su padre Wenceslao (viejo socialista). De aquel día guardo una dedicatoria de Múgica sobre una foto de Felipe González, tan soez la dedicatoria como el personaje mismo. Después Carrillo nos contaría algunas curiosidades del «socialista» Múgica. Al encuentro, aparte de mi hermano, asistió Miguel A. Fernández «Tanque». Lo recuerdo bien, él sabrá perdonarme que lo cuente, porque era tanta la admiración que le tenía, que durante la entrevista apenas articuló palabra. Carrillo, creo, que debió notar que todos, además de jóvenes, estábamos fascinados ante su presencia. Hablamos. Y pude cumplir el encargo de mi padre de saber qué había hecho con el «Oro de Moscú», que según la tradición familiar se lo había embolsado en su cuenta corriente lingote a lingote. A mi vuelta a Ponferrada llevé conmigo dos noticias. La primera de interés exclusivo: le di cumplida cuenta a mi padre del turbio asunto del Oro de Moscú. No quedó convencido. La segunda era que Santiago Carrillo había aceptado nuestra invitación para visitar Ponferrada, en un acto conmemorativo del 50 aniversario de la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas. Pedí autorización a la Dirección provincial del PSOE para organizar el acto, y se me denegó (con serias advertencias, por cierto). Solicité la colaboración de los responsables locales del mismo partido, y también se me negó. Finalmente, pedí al entonces alcalde de la ciudad, Celso López Gavela, que lo recibiera en el Ayuntamiento, con los honores que correspondía a un hombre de la talla política y humana del ex-secretario general del PCE. Hay que resaltar que por entonces Carrillo ya no militaba en el PCE, había constituido una plataforma denominada Mesa para la Unidad de los Comunistas, y se había negado a formar parte del grupo constituyente de Izquierda Unida, porque no le parecía la formación lo suficientemente comunista (aparte del PCE estaba el PASOC, el Partido Humanista, los carlistas, los progresistas de Tamames, etcétera) Celso López Gavela, finalmente, lo recibió, por la tarde, en la Casa Consistorial, y el alcalde (el mismo que un año después firmó mi expulsión del PSOE, vigente hasta hoy) no sabe cuánto le agradecí aquel gesto. En la conferencia que se celebró en el IB Gil y Carrasco, con una multitudinaria asistencia, Carrillo nos devolvió con inteligencia el afecto que le profesábamos. A los ataques provocadores de viejos militantes socialistas respondió con mesura, advirtiendo que no aprovecharía el acto para realizar una crítica a los líderes del partido socialista al haber sido invitado por jóvenes de esta formación. Cumplió. Entonces recordé la advertencia que meses antes me había hecho durante la primera conversación telefónica: «¿Sabes a lo que te arriesgas si acepto tu invitación?» Finalizado el acto dimos un paseo por la ciudad, luego vino la cena. Conversamos naturalmente sobre política: el 23F, la Unidad de la Izquierda, la Guerra Civil, sobre la publicación de sus memorias (para las que aún no tenía fecha), etcétera. La noche se prolongó todo lo que pudimos. Abandonamos el restaurante a las 2 de la madrugada, concluyendo una inolvidable larga jornada. No volví a ver a Carrillo hasta muchos años después, en Madrid, con mi amigo ponferradino Manolo, nos encontramos en el hotel Suecia. Lo recuerdo porque aquel día Alonso Puerta me presentó a José Saramago, antes de ser galardonado con el Nobel de literatura. Al final, el nuevo partido que acababa de formar Santiago Carrillo, el PTE, se integró en el PSOE. Él, supongo que por respeto a su trayectoria, se quedó fuera. Mi amigo «Tanque» también se quedó fuera del PSOE. Nunca le he preguntado a Miguel A. si está afiliado al PCE. De lo que sí estoy seguro es que al salir aquel día de 1986 del despacho de la Plaza de Santa Ana, Miguel, supo que su sitio era otro. Cuando Carrillo hace 17 años aceptó la invitación para asistir a un acto similar al organizado hoy por los Jóvenes Socialistas de Bembibre, nos advirtió de las consecuencias y éstas no tardaron en producirse. Entones sólo nos trajo problemas, y eso hoy para los que asistimos a aquella cena (todos ya ex-militantes del PSOE) es un motivo de alegría y satisfacción porque nos libraron de estériles batallas políticas y decepciones personales. Ojalá me equivoque; pero veo muchos paralelismos en esta ocasión. ¡Bienvenido otra vez al Bierzo, Santiago!, aunque no sea a mi a quien corresponda decirlo".

2 comentarios:

  1. Cita las fuentes!

    Fdo. la representante legal de Manolis, suministradora del texto.

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  2. Comprendo que Manoli se dé por aludida; pero su representante legal me permitirá al menos utilizar "mi propio texto", aunque, efectivamente haya sido ella quien lo encontró primero en la hemeroteca. Ya he dicho que yo me había olvidado de él por completo y también en algún lugar he dicho que qué sería de nosotros sin las arepas de harina de maíz de Manoli.

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