miércoles, 12 de septiembre de 2012

Ingeniería financiera

A Einstein nadie le creyó cuando publicó su archiconocida Teoría de la Relatividad. Entonces no había medios para demostrarla y a todo el mundo le pareció pura fantasía. No obstante, al fin su genio tuvo que ser reconocido y la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Física; pero no por su famosa teoría, sino por el más práctico e inteligible "Efecto fotoeléctrico".

Una de las ecuaciones de Einstein, quizás la más universalmente conocida, es la de la equivalencia entre masa y energía:

E= m·C2


Es increíble. La expresión resulta de una sencillez apabullante. Si en esa fórmula prescindiésemos del factor de conversión, es decir, de la constante C (velocidad de la luz), resulta que ENERGÍA y MATERIA son lo mismo. ¡Impresionante!

Poco importa que sepamos algo o nada de matemáticas o de física, la ecuación del genio alemán por sí misma es bella, y si además es cierta apaga y vámonos.

Si tuviéramos que escoger un ramillete de ecuaciones que han cambiado nuestras vidas y cuya aplicación han supuesto un salto cualitativo en la calidad de vida, probablemente nos quedásemos nada más con diez o quince de entre todas las que se han registrado a lo largo de la historia, empezando sin duda por el teorema de Pitágoras.

La economía también se ha hecho su hueco en la Academia Sueca. No sé desde cuando; pero año tras año los economistas ven reconocida y gratificada su labor con el gran galardón que distingue a los más sabios del Planeta. No todos los premios Nobel en economía nos han dejado una ecuación que perpetúe su recuerdo entre el resto de los mortales. Pero, de entre todas las posibles, los especialistas, se han puesto de acuerdo en que las fórmulas más maravillosas que ha producido la mente de un economista son las formuladas hace ya muchos años por Robert C. Merton, cuyo valor alcanzó tal grado que por su formulación, en el año 1997, le otorgaron a su creador el PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA.

Las ecuaciones de Merton, llamadas de Black-Scholes, representan las condiciones que se deben tener en cuenta para adoptar la sabia decisión de COMPRAR (C) o VENDER (P) acciones. Las referidas ecuaciones tienen el siguiente aspecto:

(1) C = S·N·(di)-K·e –rdT·N·(dz)
(2) P = K·e –rdT·N·(-dz)-S·N·(-di)

Ni siquiera me molesto en copiar el significado de cada símbolo. Desde luego la aplicación de las formulitas es sólo para iniciados. Me pregunto si, además de su autor, alguien las habrá empleado, ¿y con qué resultado?

Si se comparan las dos familias de ecuaciones, las empleadas en ECONOMÍA y la empleada en INGENIERÍA, tenemos una explicación racional del porqué la economía está como está. Mirándolas fijamente, nos damos cuenta por qué los analistas financieros no atinan una y por qué cada vez que nos tratan de explicar lo que sucede en nuestras finanzas cada vez lo entendemos menos.

Me hago una pregunta más: ¿todos aquellos que en plena burbuja inmobiliaria hablaron de "capitalismo popular" y propusieron a miles de pensionistas que invirtieran los ahorros de toda su vida en Bolsa y comprasen y vendiesen de forma desaforada acciones, acompañaron al consejo un manual de instrucciones de aplicación de las fórmulas de Merton? O lo suyo sólo era pura intuición.

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