lunes, 26 de septiembre de 2011

El neutrino

La velocidad importa. Cuando éramos chavales, y en las pruebas físicas del cole fracasábamos o no obteníamos el resultado apetecido, en más de una ocasión encontrábamos una buena disculpa fantaseando con haber sido a lo largo de nuestra existencia al menos una vez los más rápidos entre todos los competidores. En esa ignota batalla de los espermatozoides por fecundar el óvulo, al menos todos y cada uno de nosotros la habíamos ganado una vez. De no haber sido así, de no haber sido los primeros en llegar no estaríamos aquí contándolo.

Ya habíamos asumido haber sido los más rápidos en una ocasión; pero también habíamos asumidos nuestras limitaciones al respecto. Desde Einstein para aquí sabemos que esa velocidad máxima tiene un límite: el de la luz. Es decir, por mucho que corramos nunca la igualaremos. A los físicos esto les hacía felices, entre otras cosas, porque en ese mar de dudas que es el conocimiento del cosmos había una isla rocosa que parecía  inamovible: no existe nada más rápido que un fotón de luz cabreado. A partir de esta verdad axiomática levantamos el edificio de la física.

Una de las consecuencias obvias e inmediatas es que nadie puede ser más rápido que su sombra. Si, como sabemos, la sombra es una proyección consecuencia de la luz, la velocidad a la que se forma debe ser la misma que la de la luz.

Ahora nos dicen que eso no es así. Nos dicen que en el barrio de las ideas físicas ha entrado un intruso que es más rápido que el fotón. El nombre del intrépido es el de Neutrino. Ya conocíamos de su existencia y sus andanzas, lo que no sabíamos es lo rápido de sus reflejos desenfundando su arma. Ni más ni menos que el más veloz de la comarca.

La noticia ha caído como un jarro de agua fría a los gerifaltes de la física. Si ya nos había costado mucho aceptar y entender las teorías de Einstein (conviene recordar que cuando las formuló nadie se las creyó, razón por la que no le dieron el Premio Nobel por ello, sino por el efecto fotoeléctrico), qué vamos a hacer ahora con la brecha que se abre. Por ejemplo, ¿si superamos la velocidad de la luz seremos capaces de retroceder en el tiempo?, ¿podremos anticiparnos a lo que sucederá en el futuro?, ¿podremos envejecer más despacio?. Inquietantes cuestiones, cuya respuesta no me aventuro a dar.

Sin embargo, de todo este asunto, en mi opinión, sólo subyace una realidad incontestable. Y esta es que el famoso CERN, el acelerador de partículas y todos los ingenios que llevan asociados, se han dejado ver y en esta crisis económica galopante, en la que peligran primeramente las inversiones en investigación y en la que se anuncian un día si y otro también recortes en personal, esta comunidad prestigiosa de científicos nos ha dicho, así por lo bajinis, "hombre, ahora que estamos a punto de descubrir algo grande no me recorte presupuesto usted".

A mí me parece bien. Cada uno se las ingenia como puede para salvar lo suyo y para que a él no le afecte ni la crisis ni los recortes. Hasta ahora no conocíamos que este centro hubiera obtenido algún resultado práctico en sus investigaciones. Ahora parece que se agolpan. Son científicos. Son las personas más eminentes de la ciencia quienes los suscriben, por tanto, también algo de ciencia habrán puesto en su anuncio para evitar los inevitables recortes presupuestarios a sus proyectos. La ciencia también vale para eso. Yo me alegro.

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