jueves, 19 de febrero de 2015

Pobres, tradicionales y religiosos

Así es como nos ven los alemanes. El último barómetro de la imagen de España realizado por el Real Instituto Elcano ha dado este resultado. Los alemanes nos ven como un país pobre, con costumbres tradicionales y religiosos (sólo les faltó decir y bárbaros). El lado bueno de la noticia es que ha pasado a un segundo plano aquella otra estereotipada imagen que tenían de nosotros de ser un país de charanga, pandereta, toros y fiesta. La parte negativa, en mi opinión, está en que no creo que con esta nueva imagen salga bien parada la "Marca España". Los franceses según este mismo barómetro no nos ven de modo diferente, incluso suben un grado algunas apreciaciones alemanas al considerarnos no ya "religiosos" sino "muy religiosos" o, incluso, "débiles" (No hay duda que los franceses también nos tienen estima).

¿Es correcta esta imagen que se proyecta en el exterior sobre los españoles? ¿Somos pobres? ¿Somos tradicionales? ¿Somos religiosos?

Lamentablemente no creo que nuestro perfil de país se aleje mucho de ese estereotipo. Algunos incluso se habrán sentido reconfortados y muy satisfechos con este resultado.

El resultado del barómetro de Elcano yo sólo lo matizaría en una cuestión: en España hay muchos pobres; pero de ninguna de las maneras creo que seamos un país pobre. De la misma manera que no creo que a pesar de las evidentes restricciones que sufre su población Venezuela o Cuba sean países pobres. Lo que ocurre sencillamente es que la riqueza-país está poco aprovechada o mal repartida. En España nos encontramos con personajes que ocupan las primeras plazas en las listas que recogen los hombres más ricos del mundo y a la vez nos encontramos con bolsas de pobreza verdaderamente alarmantes. Un día aparecemos en una revista americana como el país en el que reside uno de los hombres que atesora una de las fortunas mayores del mundo y otro día aparecemos en un reportaje televisivo de otra emisora americana con imágenes espantosas de familias rebuscando comida en los contenedores de basura. Las imágenes que han circulado por medio mundo en las que se recogen los violentos deshaucios de familias sin recursos integradas por niños pequeños, no han ayudado a cambiar esa sensación de pobreza. Esa tragedia está presente en el día a día de cientos de familias españolas y nos afectan a todos. Por tanto, yo considero que España no es pobre; pero los españoles sí somos pobres.

Por otro lado, a mí me parece innegable que los viejos usos y tradiciones circulan por la masa de nuestra sangre. No sólo me refiero a esas tradiciones que día a día aparecen destacadas en los telediarios como son el vandálico trato dado al toro en Tordesillas o las tiradas desde los campanarios de distintos "bichos" en otras tantas localidades por aquello de mantener la tradición, sino a esas otras costumbres que también por tradición y contra toda modernidad mantenemos con gran arraigo en nuestro país: "el no sabe usted con quién habla", el enchufismo como modo de acceder a determinados servicios y prebendas en la administración, la corrupción y el fraude en toda actividad pública, sin distinguir personas, partidos, sindicatos, etc. Esa puñetera manía de no tributar al fisco por los beneficios obtenidos en las rentas ¡Siempre se ha hecho así!, dicen, a qué vienen ahora a cuestionarlo. No se me quita de la cabeza la imagen del futbolista Mesi vitoreado a su entrada en los juzgados en los que debía dar explicación por no tributar por los beneficios obtenidos en los últimos ejercicios o el amigable recibimiento dado por los diputados al honorable Puyol en el parlamento Catalán cuando se le llamó para que diera cuenta de sus cuentas en el extranjero y de la descomunal fortuna acumulada en ellas. Pienso en Marbella y en cómo los ciudadanos elección tras elección le daban la mayoría absoluta a los mayores saqueadores de la ciudad. Me vienen a la mente imágenes de políticos encumbrados, jaleados y sostenidos por toda la población, contra viento y marea, en Valencia, en Andalucía, en Galicia, en Castilla y León, etc. Pienso en la gestión económica realizada por los gerifaltes de los partidos políticos, los sindicatos, los Gobiernos regionales, etc. Alguien podrá reprocharme: "esto no tiene que ver con la tradición, sino con la corrupción". Y yo debo decir que en España la corrupción es ya una vieja costumbre que se ha convertido en tradición, desde los tiempos en los que Lucas Mallada a finales del siglo XIX escribió los "Males de la patria". De hecho no sé por qué algunos de los personajes que en estos días han desfilado como si se tratara de la pasarela Cibeles por la Audiencia Nacional para dar cuenta del saqueo a Bankia, no se han acogido al Derecho consuetudinario para poder estafar, aunque alguno de ellos sí que ha mencionado para justificar esa actitud que "era costumbre" en la Caja gastar de forma tan desaforada como incontrolada, incluso que la dirección les animaba a hacerlo.

Somos efectivamente un país religioso, apesar de vivir en un Estado aconfesional. Hoy mismo, en el diario de mayor tirada de León, aparece una noticia relativa a un posible candidato a una importante alcaldía en la que entre los méritos que le arropan destacan los relacionados con su ferviente fe, su participación en diversas cofradías religiosas locales y su papel como Abad en alguna de ellas. Y al final se dice, además, es abogado. Pero si a su partido, y debemos reconocer que los partidos políticos en esto no son tontos, lo que le interesa destacar de sus cualidades como alcaldable son todos esos valores religiosos de su candidato, será porque es consciente del tirón que estos méritos tiene entre el electorado. Esta es la realidad, al margen de que esta actitud religiosa, se estereotipe y se difunda en el exterior a través de otras imágenes, como pueden ser las "procesiones de Semana santa", los múltiples actos religiosos que organizamos como nadie: Jornadas Mundiales de Jóvenes Cristianos, etc. A este respecto yo no tengo nada que decir, porque estoy absolutamente convencido que obedecen a un profundo sentimiento religioso de la población española, guste o no guste oírlo. Todos estos eventos tienen cabida en nuestro país, en nuestros pueblos y en nuestras ciudades porque en el fondo no sólo no nos estorban sino que comulgamos con ellos. ¿O es que alguien cree que el Toro de Tordesillas se celebra en contra de la opinión de los tordesillanos? ¿O que desde el mismo nacimiento un padre inscribe a su hijo en una cofradía por desafección religiosa?

La imagen que proyectamos sobre los alemanes, los franceses, los ingleses y los italianos no es la mejor de las posibles; pero es la que más se aproxima a lo que realmente somos y cuanto antes lo asumamos antes nos pondremos en marcha para intentar cambiarla. A no ser, claro, que eso sea lo que queramos ser: pobres, tradicionales y religiosos. En ese caso ¡Viva España! O dicho en palabras del insigne Rafael Sánchez Mazas, ¡Arriba España!, tradicionalista y de las JONS.

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