sábado, 10 de enero de 2015

De visita en el Hospital de León

Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo en un hospital. En los últimos años todas las visitas habían sido fugaces. Sin embargo, en esta ocasión ha sido distinto. El 24 de diciembre inicié el periplo en el de Ponferrada. La Noche Buena y el día de Navidad, en el de León. Han pasado más de 15 días, y ahora mismo, por ejemplo, acabo de llegar a casa desde el hospital. Parafraseando al gran Chicho soy un gran profesional, un visitante profesional. Como no soy yo el que tiene quebrantada la salud esto me ha permitido observar el abnegado trabajo de todo el personal del hospital. Es increíble la labor que realizan sin perder siquiera la sonrisa. Los diarios locales hoy por ejemplo destacan como noticia principal el "absoluto caos y colapso" del área de urgencia del hospital de León. Yo lo he podido comprobar. Ese trajín de camillas y enfermeros, ese trasiego constante de camas sobre ruedas por los pasillos. Las llamadas de alarma de los enfermos pidiendo atención y los familiares buscando un médico que les informe sobre el estado de salud del pariente. Una auténtica locura. De todo, lo que más me ha sorprendido ha sido la profesionalidad de todo el personal facultativo. Pese a ese caos cierto y que se denuncia, nunca ha faltado la amabilidad en el trato, la sonrisa y la compostura. Me pregunto cómo podrán hacerlo.
Durante estos días he sentido que tenemos un sistema sanitario fabuloso, extraordinario, dotado de unos profesionales entregados. Pero también he sentido que lamentablemente eso no es suficiente. La falta de medios es clamorosa. Por ejemplo, a las 2 de la madrugada es necesario improvisar un espacio para acomodar otro paciente en una habitación en la que ya no hay sitio. El paciente tiene una dolencia respiratoria y el habitáculo que le asignan no tiene conexión alguna con los sistemas de respiración asistida. Tengo la sensación que por mucha visita de la enfermería al paciente, mucho gotero de paracetamol y vías para evacuar líquidos corporales, la efección respiratoria no se reducirá.
Estoy satisfecho de la dedicación, del trato, de las atenciones recibidas por el personal desde el primer día; pero alguien debería explicar cómo es posible que a las 18 horas se traslade a un paciente de urgencia, en una ambulancia medicalizada, el día 24 de diciembre desde Ponferrada a León, se le aloje en el hospital de esta última ciudad en un box, en urgencias, se le realice la primera visita a las 23.30 horas y no se le intervenga hasta dos semanas más tarde. Quien debe responder no es el joven neurocirujano que lo diagnosticó esa misma noche, ni la médico que advirtió a los dos días de la necesidad de intervenirlo quirúrgicamente con urgencia, ni el residente que decidió trasladarlo por unos días a la UCI, sino el responsable político del hospital o de la política sanitaria de la Comunidad para explicar con qué efectivos y con cuantos medios contaban en ese momento y cómo piensan arreglarlo. Tenemos una buena sanidad pública, pero el cabreo de los pacientes cada vez es mayor. Quizás haya que plantearse seriamente que ha llegado el momento de apartar de la dirección a todos aquellos inútiles que no creen en la sanidad pública. Se ha sobrepasado la línea roja, esa a partir de la cual todo hace pensar que va a ser peor. Hay que pararlo ahora que estamos a tiempo. Que doten de una vez a los hospitales públicos de más personal, de más camas, de más medios. Nos va la vida en ello.

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