martes, 16 de septiembre de 2014

Certezas

Las aplicaciones informáticas nos han traído muchas ventajas. Una de ellas es disponer de información precisa de forma casi instantánea. Hoy, por ejemplo, está disputando un partido de fútbol el Real Madrid contra el suizo Basilea. Me pregunto cuál de estos dos equipos es el más antiguo. En pocos segundos dispongo de esta información. Es el Basilea. Así de rápido y así de sencillo. Pero todas estas verdades son relativas. Es posible que si mañana consultamos este mismo dato, un erudito haya colgado de la red el resultado de su última investigación y que contradiga la versión oficial.

Cuando mi hermano mayor estudiaba en su Enciclopedia todas las asignaturas del curso escolar, allí sí que había verdades absolutas. Los reyes godos nunca cambiaban. Los habitantes de un país permanecían fijos a lo largo de todo el curso y del siguiente y del siguiente. El marino Magallanes tenía siempre el mismo rostro. La enciclopedia nos ofrecía certezas.

Hoy, sin embargo, nos vemos impelidos a vivir en un mundo cambiante, en el que debemos acomodarnos y adaptarnos en cada momento. Un mundo del que tenemos pocas certezas. Esto en sí no es malo, debería fortalecer nuestro espíritu crítico. 

Lo peligroso es instalarse en la incertidumbre y pretender construir un proyecto de vida sin valores sólidos. Aunque sean pocos, estos valores deben ser permanentes. Deben servir para fortalecernos y no permitir que en los momentos difíciles, cuando la tormenta arrecia, se venga el edificio abajo.

Debemos tener alguna certeza, de esas que leíamos en las antiguas enciclopedias. Hay algo en lo que debemos creer firmemente. Cada uno que busque en su interior la tabla que llegado el momento le salvará en medio de este movido océano.

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