martes, 13 de mayo de 2014

Mi última cita con Isabel Carrasco

Me gustaría escribir sobre otras cosas; pero desde ayer por la tarde es difícil abstraerse de la realidad cotidiana. Desde que mi hermano me llamó por teléfono para anunciarme la noticia que recogían los medios de comunicación sobre el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, no he podido pensar en otra cosa. Mi primera impresión fue de incredulidad.

Durante el fin de semana anterior estuve intranquilo, entre otras cosas preparando y preparándome para la reunión a la que Isabel me había convocado ese fatídico lunes, día 12.

Mi primera comunicación del día con la presidenta de la Diputación se produjo a las 7.48 horas de la mañana. A esa temprana hora le mandé el primer mensaje telefónico sobre una cuestión de urgencia. Ella me contestó a las 8.26, dándome algunas intrucciones. Intercambiamos mensajes hasta cerca de las 10 horas. En ese momento, abandoné el despacho para dirigirme al de ella para continuar preparando la reunión que teníamos previsto que se celebrase a las 11.00 h.

La reunión se celebró. Marcharon algunos de los participantes y a otros nos pidió que nos quedáramos unos mamentos más para abordar algunas cuestiones sobre el mismo asunto. En ese momento me dio instrucciones concretas sobre algunos aspectos de los que quería tener un conocimiento exhaustivo. Me dijo, "quiero saberlo todo, antes de tomar una decisión". Hizo las llamadas de teléfono que hacía sólo unos instantes se había comprometido a realizar. Cerró la agenda para el día siguiente. Satisfecha reservó las 12 horas del 13 de mayo y lo anotó en su agenda electrónica. Entorno a las 13 horas abandoné su despacho en dirección a mi oficina. Ella tenía todavía que atender dos visitas más. Estaba ya muy apurada. Tenía una comida y debía viajar por la tarde. Yo me encerré en mi oficina para ultimar un informe que momentos antes le había presentado y, al mismo tiempo, me proponía iniciar el nuevo encargo. Terminé la jornada de mañana a las 17 horas. La había iniciado a las 7, y diez horas más tarde por fín ponía su fin. Por eso, cuando sólo unos minutos depués, mi hermano me comunicó las noticias de los telediarios en los que se decía que la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, había sido asesinada, no me lo podía creer. Me parecía un absurdo. Sólo unos instantes antes había estado con esa persona cargada de vitalidad, derrochando la energía que le caracterizaba y ahora ese torrente de energía se había desvanecido. Pensé en la fragilidad de la vida y lo absurdo que es sufrir inutilmente en ella. Pensé en mis hijos y en su felicidad. Espero no olvidarlo.

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