viernes, 25 de abril de 2014

Mi vecina de enfrente

La madre muy atenta levanta la mano para advertir a su hijo de que no cruce la carretera. El ímpetu del niño, que no pasa de los siete años, le obliga a frenar en seco. Su madre respira aliviada y le hace un gesto de reprobación. Por fin el niño cruza y se reúne con la madre. Yo observo toda la acción desde la cafetería de enfrente. Con el niño a salvo, la madre, de mediana edad, vestida de riguroso negro, se afana en su tarea. Ha vaciado prácticamente un contenedor de basura, ha depositado cuidadosamente en el suelo los elementos útiles, clasificándolos por tamaños. Una caja de plástico le sirve para mantener abierta la tapa del contenedor.
La buena señora descansa unos momentos. Reprende al hijo que revolotea a su alrededor poniéndose en ocasiones en peligro debido al continuo paso de vehículos. La acción se produce en una vía con mucho tráfico.
Antes de continuar con su trabajo, la madre da instrucciones al niño. Éste cruza la vía, en dirección opuesta a la anterior.
Yo sigo pendiente de la madre y del ajetreo que se trae. Ya está vaciando el segundo contenedor. Me da la impresión de que no se le está dando nada mal a decir de la cantidad de bultos y objetos que ha acumulado a pie de carretera.
Aparece de nuevo el crío pequeño, acompañado en esta ocasión de una joven, que bien pudiera ser su hermana, con un carrito de la compra sin el saco: sólo la estructura metálica y las ruedas.
Ahora ya son cuatro manos. El niño ajeno a todo sigue revoloteando alegremente y la madre con la ayuda de la chica acopia todos los materiales recolectados, pero sin perder de vista al chico.
Apuro mi taza de café, salgo a la calle e inmortalizo la instantánea con una foto. Me arrepiento inmediatamente. La borro.
Esta es una imagen que he visto en innumerables ocasiones. No es nueva. La novedad está en que, a diferencia de otras ocasiones, el contenedor de basura no está cerca de un supermercado. En la rebusca sólo puede encontrar lo que vecinos como ella y como yo podemos tirar. Sí, porque esta escena se produce enfrente de mi casa y enfrente de la casa de la protagonista, porque se trata de una vecina.
No sé por qué en estos momentos me viene a la memoria una canción que compuso Chicho Sánchez Ferlosio a una vecina que le enamoró sin que ella lo supiera: "si las cosas no fueran tan enojosas, si quedara más tiempo para otras cosas, que no fueran andarse desesperando y abominar del mundo de cuando en cuando..."

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