sábado, 15 de febrero de 2014

Cuchipanda maragata

Si algún sentido tiene la expresión "cuchipanda" ese es precisamente el que hoy le hemos dado: una panda o pandilla entorno a un cocido. Y qué mejor lugar para degustarlo que Castrillo de los Polvazares. La elección no ha sido mía. Fue mi madre la que lo seleccionó porque nunca había estado. Había oído hablar tantas veces de este lugar que tenía mucho interés en conocerlo. Nos reunimos para celebrar algo. No sabemos muy bien el qué. Hace tiempo me hubiera gustado convocar a toda la familia para celebrar mi cincuenta cumpleaños. La cita se truncó por problemas de "agenda", por decir algo. Hace unos días fue el cumpleaños de uno de mis hermanos, y dentro de pocos días lo será el de otro. En las familias numerosas las razones para la celebración nunca faltan. Pero la felicidad no ha sido completa. A la cita faltó mi pequeña sobrina, perdón, rectifico, mi grande sobrina Marina, la mayor comedora de sopa del reino. Mi hermana me lo ha reprochado: ¿Cómo se puede convocar un "cocido maragato" el día en que Marina no puede asistir? Se lo debes, me ha dicho. Se lo debo, le reconocí. Algún día Marina hará el camino inverso de los arrieros maragatos y se desplazará desde Madrid a Castrillo a comer un buen cocido maragato, que, como todo el mundo sabe, se come al revés: se empieza por la carne, se continúa por los garbanzos y se termina por la sopa. Y yo estaré allí esperándola.

Yo ya conocía el pueblo. Una hermosa localidad que ha sido declarada conjunto histórico artístico. Una localidad que en su tiempo disfrutó de un gran auge comercial. En este pueblo maragato de Castrillo de los Polvazares todavía se conservan casi intactos aquellos viejos caserones de piedra del país, dotados con unas enormes puertas de acceso para las caballerías. Desde esta localidad partían los arrieros para cargar pescados salados en Galicia y distribuirlos por las dos Castillas. La llegada del ferrocarril a Astorga trajo el declive de esta actividad y con ello la ruina de la tradicional burguesía maragata. De aquellos esplendores hoy sólo quedan los viejos caserones rehabilitados para su nueva función como casa de comidas. ¿Quién diría que este hoy apacible y tranquilo lugar algún día fue el epicentro de una bulliciosa y frenética actividad? 

Hace exactamente cien años, en 1914, la escritora santanderina Concha Espina escribió una fantástica novela ambientada en este lugar. La tituló "La esfinge maragata". La descripción que hizo de la vida, las costumbres y de las rudas gentes del lugar, en su tiempo no gustó nada a los maragatos. Quizás esta sea justamente la razón por la que ninguna institución haya programado la celebración de la efemérides. A pesar de todo el pueblo recuerda la visita de la ilustre escritora a la que dedica una plaza con su nombre.

Comimos. Tomamos las tradicionales natillas y varios cafés. Hablamos. Y juro que no tomé ni gota de alcohol. De regreso a León, la Benemérita custodiaba la carretera a Astorga. Debe ser una buena fuente de recaudación. Un vehículo de la Guardia Civil me adelantó y me indicó que parase. El agente me preguntó si había bebido alcohol. Lo negué. Me hizo la prueba de alcoholemia (que salió negativa, como no podía ser de otra manera). Me pidió lo documentación y me dejó continuar camino. ¿El delito cometido?: circular demasiado despacio. Estuve a punto de confesarle, agente, yo bien sé los que han bebido y le aseguro que todos ellos me han adelantado igual que usted. Pero no lo hice, porque no hay ley que obligue a declarar contra un familiar.

Mañana espero levantarme temprano para llegar a desayunar en la churrería de siempre, en la avenida de España, en Ponferrada.

1 comentario:

  1. Allí estuvimos esperando, hasta que se enfriaron los churros, y Rubén nos invitó a salir porque ya era la hora de cerrar. Por cierto, también tuvimos que comer tu ración de salpicón de marisco (en casa de mamá), aunque reconozco que ahí, ya no te estuvimos esperando, porque teníamos la sospecha de que no ibas a llegar y la "Ponfe" nos estaba esperando

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