sábado, 13 de abril de 2013

Juan José Delhuyar y Manuelita Sáenz

Este prócer riojano es el auténtico artífice del descubrimiento del Wolframio. Hasta hace bien poco, casi todo el mérito, la historia lo reservaba para su hermano pequeño Fausto. Juan José apenas tuvo tiempo de saborear las mieles del éxito. Nada más sintetizar el nuevo elemento metálico en 1783, con la ayuda de su hermano, preparó el borrador de la publicación de la memoria que pondría en conocimiento de la comunidad científica el descubrimiento y se preparó para cruzar el atlántico con destino a Nueva Granada, donde le aguardaba la dirección de las minas del Real de Mariquita (Colombia).

Juan José murió joven, a los 42 años de edad. Su hermano Fausto le sobrevivió otros tantos años más. El hermano Fausto ocupó importantes cargos al servicio del Rey de España. Primero como Director General de minas de Nueva España, hoy México, y después, tras la independencia del país azteca, en la misma función en España. No es de extrañar, por tanto, que Fausto, con el tiempo, queriéndolo o sin quererlo, se llevase todos o la mayor parte de los méritos del descubrimiento.

Juan José tuvo varios hijos y estos a su vez le dieron nietos. El cuarto de ellos se llama Bernardo J. Caycedo. Gracias a él (y al celo que su antepasado puso en la custodia de cartas y otros documentos) hoy hemos conocido las cartas que se cruzaron los hermanos, y también la correspondencia de cada uno de estos extraordinarios científicos con otros insignes sabios contemporáneos, como eran Bergman o Schéele.

Caycedo nos descubre el porqué del nombre del nuevo metal y algunas confidencias familiares. Entre otras que no fue su tatarabuelo Luciano, hijo de Juan José, el amante de Manuelita Sáenz, la joven que fuera también la amante del libertador Simón Bolívar. Tampoco pudo ser amante de la "Libertadora del libertador" el sobrino de Juan José, el hijo de su hermano Fausto, porque, a pesar de lo que cuentan no pocos libros y algunas plataformas digitales, de lo que no cabe duda es que fausto no tuvo más descendencia que una única hija.

Debo confesar que desde el principio me subyugó esta historia. Manuelita Sáenz, una mujer bellísima, casada con un médico. Amante del hijo del descubridor del Wolframio y a su vez amante de Simón de Bolívar. Pero con la mayor sencillez posible su pariente, el académico de la Real Academia, Bernardo J. Caycedo, lo desmiente. Sencillamente, en palabras de Caycedo, la relación no existió. No pudo existir. Una en Quito, el otro a muchas leguas de distancia. Nunca coincidieron. Cuando la bella joven alcanzó la edad núbil, a él le sorprendió la muerte, defendiendo la independencia de la Gran Colombia. ¡Lástima, con lo que me gustaba a mi esa historia!

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