Hoy, 14 de noviembre, vivimos una jornada de protesta colectiva en Europa. En España se ha celebrado, todavía se está celebrando, la segunda huelga General que los sindicatos han convocado al Gobierno de Rajoy. Todo el mundo reivindica. Hemos leído razones de todo tipo para sumarse a la protesta. Yo no tengo una razón genuina que aportar. Por eso me permito transcribir una intervención que realizó Federico García Lorca ante su gente, en 1931, en su pueblo, Fuente de Vaqueros (Granada).
"Cuando alguien va al teatro, a un
concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado,
recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se
encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’,
piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta
es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y
ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia
suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es
serenidad y es pasión.
Por
eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y
por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo,
la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No
sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la
calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco
desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones
económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los
pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos
los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo
contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en
esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre
que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede
calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un
hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía
porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos
libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra
mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como
piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne
escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que
Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro
paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en
carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para
que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y
no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para
subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica,
natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la
agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya
ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que
el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través
de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno
de fe, pero falto de luz."
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