martes, 30 de octubre de 2012

Silvia

Silvia es una niña que puede tener 15 o 16 años. De pequeña le gustaba jugar al fútbol. Cuando cursaba enseñanza primaria coincidió en el aula con uno de mis hijos. Fue en el patio del colegio, en la liga de fútbol escolar, cuando los niños tenían 8, 9 y 10 años, en donde la vi por primera vez dar patadas al balón en el mismo equipo en el que jugaba también mi hijo.

Hoy Silvia aparece feliz retratada en una foto que publica el Diario de León, porque le acaban de comunicar que ha sido elegida para formar parte de la Selección Española sub 17 de fútbol. Cuando el periodista le ha preguntado qué siente, Silvia con una cándida timidez le ha dicho que "es un alegrón ir a la roja".

Aparte de animarla, como al resto de los componentes del equipo, en los partidos que disputaban, no recuerdo haber cruzado una sola palabra con esta niña. Sin embargo, sí recuerdo haberla felicitado al término de cada partido. Me parecía notable su constancia y su esfuerzo al competir en un deporte mayoritariamente masculino y en el que tradicional e injustamente se excluye a las niñas.

¿Por qué me ha alegrado tanto la noticia? En la ciudad de León hay colegios de enseñanza públicos, concertados y privados. Algunos de los colegios concertados y privados han especializado a sus alumnos en determinados deportes. Al finalizar los campeonatos escolares es habitual ver cómo estos colegios ocupan páginas enteras de los periódicos en los que se da cuenta de sus proezas deportivas. Para ilustrarlo con un ejemplo, los leoneses saben perfectamente que el Colegio Marista es una buena cantera de jugadores de balonmano. De hecho uno de los mejores clubes de balonmano de España, el ADEMAR es el acrónimo de la Asociación De Antiguos Alumnos Maristas. Lo mismo ocurre con el baloncesto y otros deportes.

El alto nivel de especialización de estos colegios les lleva a formar equipos realmente competitivos, con jóvenes que dedican horas a perfeccionar su técnica y de paso contribuir al prestigio del colegio ganando cuantos torneos se convocan.

En esto no veo yo nada de malo, salvo un pequeño detalle. En los colegios públicos, como en el que estudiaba Silvia, lo relevante era la participación de todos los escolares, más que el resultado deportivo. Por eso, en cada partido el entrenador "sacaba" al terreno de juego a "todos" los niños sin excepción. Además, el entrenador daba el mismo tiempo a todos los jugadores. No importaba que fuera más o menos habilidosos: para cada uno de ellos el tiempo de juego era el mismo que el del resto de los compañeros. Recuerdo las protestas de algunos niños, que con la finalidad de "ganar" al adversario pedían al entrenador que mantuviera por más tiempo al "crac" del equipo, al goleador o al mejor portero. Sin embargo, el entrenador, con muy buen criterio, cuando en el equipo había dos porteros, disponía que cada uno de ellos jugara un tiempo del partido. Esto no ocurría en esos otros colegios privados más competitivos. He visto partidos de balonmano o de baloncesto en los que sólo se ha alineado a los mejores, con la finalidad de "ganar". porque ese era el objetivo. Por encima de todo, ganar. Era la tarjeta de visita que había que presentar a los padres y futuros clientes del centro. ¿Qué padre o madre no quiere ver a su hijo retratado en un medio de comunicación levantando el trofeo? Eso da caché, da prestigio al centro.

En esos equipos no había sitio para los niños menos dotados y, por supuesto,en este caso, por pura estadística tampoco para las niñas.

Sin embargo, Silvia en el colegio público sí tuvo su sitio en el equipo. Encontró su lugar en el equipo. Se le dio tiempo de juego. Se le permitió desarrollar su talento. Y su esfuerzo y tesón hizo el resto. Silvia hoy puede celebrar haber alcanzado su sueño: el "alegrón de ir a la roja".! Enhorabuena, Silvia¡ No sabes cuanto me alegro.

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