lunes, 11 de mayo de 2015

El circo vuelve a casa por Navidad

Soy de la generación que creció con los payasos de la tele: Gabi, Fofó y Miliki, a los que a no muy tardar se le unieron Milikito y Fofito. Cinco payasos que hicieron las delicias de todos los niños. Sin embargo, el escenario natural de trabajo de los payasos no es la tele. Es el circo. Para que el número tenga gracia, y el público disfrute verdaderamente, es necesario que actúen justos dos o tres. El dream team formado por la familia Aragón lo bordaba. El inconveniente, por ponerle alguno, es que la trama y el papel que juega cada uno de ellos en la comedia es conocido y por tanto previsible, igual que el desenlace final. Si uno de los tres, en plena actuación, se come un plátano, pocas dudas hay que la monda arrojada descuidadamente sobre el suelo, en breve tomará un protagonismo especial.
Pero debo reconocer que el número circense más espectacular es el que llevan a cabo los trapecistas. Pese a los arnés, el magnesio y las redes que garantizan la seguridad de los artistas, uno nunca sabe cómo terminará el número. El espectador observa con asombro el ágil balanceo de los trapecistas que van de extremo a extremo de la pista, saltando y volteándose en las alturas desafiando a la gravedad.
Hay tres tipos de piruetas: la voltereta simple, la voltereta y media, que consiste en que uno de los trapecistas sostiene por los talones al otro, y la acrobacia más espectacular de todas, la que a mí más me gusta: la doble voltereta, también conocida como doble salto mortal (lo del triple salto mortal, queda sólo para las películas).
Los trapecistas además de entretener mantienen el alma de los espectadores en vilo. Para que las acrobacias culminen con éxito resulta imprescindible la sincronización y la confianza mutua de los artistas, en caso contrario, la menor duda y la desconfianza proporcionará un resultado fatal.
El circo nos visita. Generalmente lo hace como complemento de las ferias más destacadas de cada localidad y lo hace en fechas señaladas: en verano, en Navidad o en Semana Santa. Es en estas fechas cuando más se nota y se aprecia su presencia. Es sorprendente lo rápido que montan y desmontan las lonas, casi sin darnos cuenta, y las estructuras que envuelven el coso del circo. Todo circo que se precie tiene varias pistas, una de ellas la central, en la que los trapecistas hacen las delicias del agradecido público. Como todo el mundo sabe, en las auxiliares se representan actuaciones menores.
Nada resulta gratuito, que esto quede claro. Este, además, es un espectáculo caro. Para sostenerlo es necesario abonar la correspondiente entrada. Algunos dirán que el espectáculo bien merece la pena pagar el precio, otros discreparán y lo encontrarán caro. En cualquier caso, cuando el circo nos visita a nadie nos deja indiferentes. No sé por qué creo que este año el circo nos visitará en varias ocasiones. Preparémonos para disfrutar del espectáculo, de los payasos y de los trapecistas. Gabi, Fofó, Miliki, Milikito y Fofito, ya están aquí, ¡bienvenidos! Esta es vuestra casa.

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