martes, 17 de diciembre de 2013

Un nuevo fantasma recorre nuestros pueblos

A mediados de los años 80 un fantasma recorrió los salones donde celebraban las sesiones plenarias los ayuntamientos. Se multiplicaron las declaraciones institucionales que reflejaban un profundo rechazo a la Energía Nuclear. Recuerdo cuando en aquellos años nos desplazábamos desde Ponferrada al próximo ayuntamiento de Cacabelos. A la entrada del pueblo, la corporación local ordenó la instalación de un flamante cartel que anunciaba: "Cacabelos, municipio desnuclearizado". Que nadie se llame a engaño, en esta bonita localidad berciana, bañada por el río Cúa, los usuarios de la sanidad pública seguían recibiendo sesiones de rayos x para determinar el alcance de algunas lesiones, los sistemas de detección de incendios seguían empleando Americio radiactivo 245 y a los habitantes de esta localidad poco o nada les importaba la procedencia de la energía eléctrica que consumían, ya fuera de central hidroeléctrica, térmica o nuclear. Lo que en realidad ese cartel quería manifestar es que la corporación municipal, y debemos entender que la ciudadanía, en ningún caso estarían dispuestos a acoger en su término municipal una instalación de producción de energía eléctrica con combustible radioactivo. Es decir, se oponían a la instalación de una central nuclear, industria que, por otro lado nadie les había ofrecido. Así que la declaración institucional en sí no entrañaba ninguna consecuencia, era fácil de mantener y resultaba electoralmente conveniente y "barata". No había inversiones en juego, no afectaba a puestos de trabajo, tan necesarios en aquellos años 80 como hoy mismo. En fin, un brindis al Sol. Pero mientras con una mano se firmaba la declaración antinuclear, con la otra se recibían los beneficios de esta tecnología. Nunca supe de un vecino de Cacabelos o de otra localidad al que se le negara la prescripción médica de una radiografía con el argumento de proceder de un municipio desnuclearizado, ni colegio público o edificio oficial que no contara con una protección contra los rayos o se prescindiera de la protección contraincendios por resultar su ubicación afectada por la solemne declaración municipal. En definitiva se estaba dispuesto a recibir los beneficios del conocimiento científico y técnico en materia nuclear; pero, en ningún modo se estaba dispuesto a asumir los riesgos que comportaba su investigación. Porque, digo yo, en algún sitio habría que disponer de tecnología operativa a escala industrial para poder investigar sobre ella.

Desde entonces, en mi opinión, el debate nuclear se desenvuelve en un ambiente de enorme cinismo y confusión. Se convierte la energía nuclear en una opción de la derecha política y a los que la defiende se les califica como seguidores de esta conservadora ideología. Para algunos esto simplifica y ayuda mucho a las nuevas generaciones a fijar su posicionamiento ideológico. Si estás a favor eres de derechas y si estás en contra, de izquierdas. ¡Sencillo, no! Sin embargo, el Gobierno que más centrales nucleares autorizó y construyó fue el de Felipe González. El descubrimiento de este hecho perturba un poco las bases o los cimientos de la izquierda; pero rápidamente se rehace al recodar que también fue Felipe González el que estableció una moratoria a su desarrollo. Del mismo modo es la izquierda la que de forma insistente clama por la necesidad de dotar partidas presupuestarias para la investigación científica, en todos los ámbitos del conocimiento, también en el nuclear y de forma expresa se han manifestado significativos dirigentes de la izquierda a favor de la investigación en tecnologías de fusión nuclear. Pero de obtener los fondos necesarios para ello, ¿dónde (en qué instalación), cómo y en qué lugar piensan hacerlo? Un nuevo brindis al Sol, igual de barato que el anterior y que reporta beneficios en forma de votos, porque tanto la derecha como la izquierda sólo manifiestan su posición favorable a la energía nuclear cuando están en el Gobierno (por las consecuencias sociales que conlleva el cierre de las instalaciones) y sólo expresan su oposición cuando no lo están. Del mismo modo, la reivindicación de inversión en investigación sólo se reactiva cuando se está en la oposición. En el Gobierno impera el mal llamado "realismo". Mientras tanto, hasta que esto se aclare, o lo que es lo mismos, hasta que "ellos" se aclaren, España sigue comprando a las potencias extranjeras tecnología y los beneficios de los resultados de la investigación. Mientras tanto convertimos a España en un país dependiente tecnológicamente y, consiguientemente, reducimos nuestro grado de autonomía hasta unos límites insospechados. Creo que en el debate nuclear, a los españoles el discurso nos lo han hecho las potencias extranjeras.

Ahora, en estos días, nos visita un nuevo fantasma: el de la fractura hidráulica. Se trata, en su versión más innovadora, de una tecnología que permite la extracción de hidrocarburos no convencionales, mediante la inyección de agua a presión que favorece la liberación del hidrocarburo. En España todavía no existe ninguna planta en explotación, a pesar de las posibilidades que ofrece este nuevo recurso. Los proyectos existentes (todos ellos, por cierto, fuera de la provincia de León) se limitan a "solicitudes" de autorizaciones de investigación. A pesar de ello, la avanzadilla ideológica se ha apresurado a formalizar declaraciones institucionales contra esta técnica. En la provincia de León, en lugares insospechados, en los que a nadie se le ha ocurrido pedir un permiso de exploración, investigación y ni mucho menos de explotación, se han apresurado a aprobar mociones que declaran el municipio "libre de fraking". En estos municipios no existe debate alguno sobre la cuestión. No hay ningún posicionamiento al respecto. No se informa a la población en qué consiste esta técnica. No hay debate. Simplemente se aprueba una declaración, cuyo mensaje se puede resumir en: "Nosotros los políticos que nos ocupamos por tu bienestar hemos aprobado una moción que es buena para ti". No hay que dar más datos. No es necesario. El acuerdo cuenta con la complicidad de la improbabilidad de que alguien solicite un permiso de investigación en estos lugares. ¿Quién está dispuesto a perder su tiempo en analizar de forma seria los beneficios o los perjuicios que esta tecnología pueda traer a un ayuntamiento en el que ni por asomo está previsto su instalación? Es un nuevo brindis al Sol. Pero, por supuesto, esta declaración no significa que en estos municipios se prohíba la ejecución de sondeos para el aprovechamiento geotérmico que emplean esta tecnología, que se consideran ecológicos y que por supuesto pagan sus tasas municipales, o la extracción de biogás en capas de carbón, que minimizan riesgos de explosión de grisú ni que se opongan a que una tecnología similar se emplee en la consolidación de terrenos y laderas con riesgos de corrimiento, o en grandes obras de infraestructura, que la divina providencia quiera que nos lleguen. No, todas esas cosas son buenas para la comunidad: crean empleo, desarrollo, fijan población, etc.; pero el brindis al Sol también lo es. Significa un empujoncito, un guiño a las jóvenes generaciones de cara a las próximas elecciones, para que vean que estamos puestos al día. Para que sepan que estamos en "onda" con ellos. Para que se den cuenta de quién defiende los intereses de los ciudadanos. Por todo eso y más, sin saber en qué coño consiste eso del fraking, se oponen a ello. ¡Hay que ver qué tropa nos gobierna, señor!

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