miércoles, 25 de marzo de 2020

Ana Guardione

Mi interés por Chicho Sánchez Ferlosio me viene de lejos. Pienso que es una de las personas más lúcidas y preclaras que ha tenido este país. En estas mismas páginas más de una vez lo he puesto de manifiesto. Todo lo que rodeó a Chicho fue grande y extraordinario. También lo fueron las personas que en alguna etapa de su vida le acompañaron. Un día en estas páginas lancé una interrogación al aire: "¿Qué será de Ana Guardione?", la que fuera su primera mujer y madre de todos sus hijos. La respuesta no tardaría en llegar. Un día, a través de una plataforma digital recibí una solicitud de amistad. Era Ana Guardione. En los inicios me preguntó por mi interés por Chicho y me interrogaba sobre qué pensaba de él. Yo le daba mi opinión. En realidad no conocí en persona a su marido y, por tanto, solo tenía referencias de él a través de terceros: Amancio Prada, Juan Carlos Mestre... Así nos entreteníamos algunas noches, hablando sobre aquello que nos apasionaba a los dos, hasta que un día me hizo la pregunta que yo esperaba hacía tiempo: ¿Sabes quién soy?, me dijo. Por supuesto, le contesté. Lo sé desde el primer momento, tú eres la ex mujer de Chicho, rematé.

Desde la primera palabra, desde el primer momento sentí la cercanía de esta espectacular mujer. Supe desde el primer momento que estaba ante alguien realmente especial. Una mujer curtida en mil batallas de la vida, una mujer paciente y generosa. Una mujer muy inteligente y sensible. Cuando hablabas con ella te cautivaba. Podía estar horas contándote historias maravillosas. Hablé durante muchos años con ella y el día que la vi en Madrid me regaló una remasterización del disco de Chicho editado en Suecia. Recuerdo perfectamente aquel día. En ningún momento perdió la sonrisa (ni las ganas de fumar). 

Era muy activa en las redes sociales. Me enviaba numerosos WhatsApp. Y en un momento, allá por el año 2015 los dos compartimos la decepción por las comunicaciones a través de estas nuevas tecnologías. Ambos nos desencantamos. Hasta tal punto fue así que yo decidí eliminar mi cuenta de Facebook y lo anuncié. Recibí inmediatamente un mensaje de ella manifestándome cuánto lo entendía y dándome su punto de vista al respecto. A mí me pasó lo mismo, me dijo. El destino quiso, afortunadamente, que no me diera de baja inmediatamente, lo que me permitió, sin yo saberlo entonces, abrir una puerta a la esperanza en mi vida. Algo maravilloso estaba por ocurrir.

El último mensaje que le mandé fue para interesarme por su estado de salud. No recibí respuesta. Me sorprendió. Indagué e inmediatamente conocí la noticia de su fallecimiento. Se ha ido una mujer valiente, inteligente, que sufrió hasta el último día de su vida y que disfrutó, al mismo tiempo de esa vida a la que le sacó todo el partido. Fue una mujer de un corazón ancho en el que no cabía el rencor. Descansa en paz, Ana. Que la Tierra Te sea Ligera.


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