lunes, 28 de octubre de 2013

Lettre prioritaire

A veces quiero escribir un nuevo post en este blog y no me es posible porque aparece un llamativo símbolo amarillo, indicativo de que se ha producido un "error" en la página. Las primeras veces que esto ocurría, me alarmaba. No es que tenga que comunicar nada importante o con urgencia. Más bien es el fastidio de no disponer ya de aquello que nos hemos acostumbrado a disfrutar. Con el tiempo, cuando esto ocurre, me consuelo pensando: "probablemente lo que pensaba comunicar carezca de relevancia" o "este no es el momento apropiado para decirlo".

A veces la técnica, aunque no lo parezca, es nuestra aliada, y en su infinita sabiduría nos ayuda a no cometer más excesos de los debidos.

He contado en alguna ocasión, que hace algunos años tuve la imperiosa necesidad de comunicarme con el escritor portugués José Saramago. Es uno de los escritores más admirados por mí. Supuse que estaría muy ocupado atendiendo a sus cosas; pero me pareció que yo debía resolver mis dudas sobre algunos de los personajes de un libro que acababa de publicar. Yo sabía dónde había fijado su residencia desde 1993 y recordaba de memoria la localidad. Escribí una cuartilla con mis impresiones, las introduje en un sobre, puse la dirección postal, y confié su envío a la oficina postal, correo urgente, entrega en mano.

Al reseñar la dirección, cometí algunos errores: denominé incorrectamente la localidad: "Las tías", en vez de Tías de Fajardo. Me equivoqué de isla, envié la misiva a Tenerife en lugar de Lanzarote y en lo único que parece ser que acerté fue en el nombre del ilustre destinatario.

Cuando fui consciente del error llamé abochornado a la empresa de correos para intentar enmendarlo, paralizar el envío, que me devolvieran la carta; pero ya era demasiado tarde: la carta había llegado finalmente a su destinario, que no a su destino. Es decir, el operario de la oficina de correos encargado de clasificar la correspondencia conocía al personaje a quien iba dirigida y, por algúna extraña razón, decidió enmendar al errado (sin h y con ella) remitente y dirigirla a su correcto destino. Lo sé porque Saramago me contestó.

Hoy he sido yo el que he recibido una carta, en un sobre del que, por su forma y tamaño, podría adivinar su procedencia: "Lettre Prioritaire. Internacionale. La Poste. France. IP 0,80€". En el lugar del sobre reservado al destinatario figura mi nombre, precedido por la expresión, Señor, que hace inconfundible para mi el remitente. El resto de la dirección postal, incluido el código postal contiene errores, menores; pero al fin y al cabo, en España no es lo mismo el código postal 26004 que el 24006 que debería figurar. Una vez más el servicio postal de correos se ha aplicado, y se ha apiadado de mí, y el cartero ha hecho puntual entrega del encargo que desde la distancia le confiaron. Impresiona la fidelidad de estos funcionarios para con su deber. ¡Para que después digan que los servicios públicos funcionan mal!
La carta ha llegado, y me ha alegrado tanto...
  

lunes, 14 de octubre de 2013

Contranatura

Ayer acompañé en el tanatorio a unos amigos en la última despedida de su hijo. Poco importan las causas del deceso. Un hijo siempre debe sobrevivir a sus padres. Me parece que eso es lo natural y lo contrario va contra las leyes de la naturaleza. Cuando es el padre el que fallece, es una vida la que se extingue. A partir de ese momento cesa cualquier actividad. Uno, simplemente, ha dejado de existir. ¿Qué se le va a hacer? Pero cuando es un hijo el que se va, con él desaparecen, al menos, otras dos personas más: el padre y la madre. No solamente deja de existir el hijo, sino todo aquello por lo que sus padres habían sufrido y luchado tanto, porque los padres siempre sufren y siempre luchan por sus hijos. Los padres son sus hijos, sin ellos no tiene sentido su existencia. Definitivamente con el fallecimiento de un hijo también fallece una parte muy importante de los padres, cuando no todo su ser.

No puede ser. Tenía que existir una ley que lo prohibiese. En ningún caso es aceptable que un hijo fallezca antes que su padre. Son cosas que son difíciles de verbalizar, pero todos los padres lo sabemos. Es contranatura. Lo contrario, lo natural, lo que impone la ley de la decencia es que los hijos sobrevivan a sus padres. Esto es lo razonable. Ellos son la única razón de nuestra existencia. Sin ellos, los padres no somos los mismos. E incluso, a veces, no somos nada. Nosotros les damos la vida y ellos nos hacen vivir. Ellos nos modelan y nos construyen. Lo padres con el tiempo nos terminamos pareciendo a nuestros hijos. Cuando ellos nos faltan estamos perdidos.

Sin embargo, hoy no es el mejor día para contarlo. Hoy hay que reinventarse. Hoy hay que buscar razones adicionales para vivir y ser capaces de trasmitir esas ganas a unos padres destrozados. ¡Cómo me gustaría encontrar las palabras adecuadas! Cruzar la mirada cómplice, estrechar con los brazos al amigo. Trasmitirle nuestro caluroso afecto, nuestra fuerza y nuestro ánimo para que mañana, cuando se levanten, encuentren una valiosa razón para seguir luchando.

jueves, 10 de octubre de 2013

Caídos del Olimpo

¡Qué miedo me dan estos empresarios agoreros que padecemos en España! En la provincia de León, por ejemplo, hoy hay algún importante empresario que ha sido embargado en varias ocasiones por no devolver el dinero que una entidad bancaria que él mismo presidía le había prestado. Construía edificios, financiaba las obras con los préstamos de la entidad bancaria que presidía. Los compradores de sus viviendas debían subrogarse de las hipotecas en las condiciones por él pactadas con su entidad bancaria, es decir consigo mismo. ¡Todo un negocio! Todos los poderes le rendían pleitesía, especialmente el político. En eso los dos grandes partidos se pusieron rápidamente de acuerdo. Eran los buenos momentos económicos. Vivíamos el milagro español. Pero también hubo quien desconfió. Y hubo quien denunció la acumulación de tanto poder en una solas manos. ¡Más del 70% del suelo urbanizable de la ciudad estaba en manos de este ejemplar empresario y el acceso al crédito, también! Las denuncias llegaron a sede judicial. Ahora recuerdo con tristeza el resultado de todas aquellas quejas. El juzgado no sólo absolvió al empresario, sino que condenó a su denunciante a indemnizarle con un euro. Para morirse de risa.

No muchos años después, lo que ha ocurrido es que este empresario ha dejado de ser ejemplar, ha sido expulsado del Olimpo de los dioses económicos, ha sido embargado y no hay político alguno que acepte tomarse en público un café con él. Da mala imagen. Los mismos medios que antes alababan su talento ahora lo denostan.

Yo debo reconocer que en aquellos momentos no fui muy valiente. Por razones que no vienen al caso contar, le interpuse una querella criminal. No acepté las recomendaciones de los gerifaltes políticos para retirarla. El éxito económico, la orgía en la que se vivía era de tal calibre que mi denuncia resultaba "inoportuna". Digo que no compartí todos estos argumentos, lo que me hizo ser poco simpático para algunos. ¿Pero qué es lo que ocurrió? Pues que llegado el momento, me acojoné. Me superó la situación y no ratifiqué la denuncia. Así son las cosas. A veces no sirve tener razón sino que, además, es necesario tener el valor necesario para defenderla.