lunes, 14 de octubre de 2013

Contranatura

Ayer acompañé en el tanatorio a unos amigos en la última despedida de su hijo. Poco importan las causas del deceso. Un hijo siempre debe sobrevivir a sus padres. Me parece que eso es lo natural y lo contrario va contra las leyes de la naturaleza. Cuando es el padre el que fallece, es una vida la que se extingue. A partir de ese momento cesa cualquier actividad. Uno, simplemente, ha dejado de existir. ¿Qué se le va a hacer? Pero cuando es un hijo el que se va, con él desaparecen, al menos, otras dos personas más: el padre y la madre. No solamente deja de existir el hijo, sino todo aquello por lo que sus padres habían sufrido y luchado tanto, porque los padres siempre sufren y siempre luchan por sus hijos. Los padres son sus hijos, sin ellos no tiene sentido su existencia. Definitivamente con el fallecimiento de un hijo también fallece una parte muy importante de los padres, cuando no todo su ser.

No puede ser. Tenía que existir una ley que lo prohibiese. En ningún caso es aceptable que un hijo fallezca antes que su padre. Son cosas que son difíciles de verbalizar, pero todos los padres lo sabemos. Es contranatura. Lo contrario, lo natural, lo que impone la ley de la decencia es que los hijos sobrevivan a sus padres. Esto es lo razonable. Ellos son la única razón de nuestra existencia. Sin ellos, los padres no somos los mismos. E incluso, a veces, no somos nada. Nosotros les damos la vida y ellos nos hacen vivir. Ellos nos modelan y nos construyen. Lo padres con el tiempo nos terminamos pareciendo a nuestros hijos. Cuando ellos nos faltan estamos perdidos.

Sin embargo, hoy no es el mejor día para contarlo. Hoy hay que reinventarse. Hoy hay que buscar razones adicionales para vivir y ser capaces de trasmitir esas ganas a unos padres destrozados. ¡Cómo me gustaría encontrar las palabras adecuadas! Cruzar la mirada cómplice, estrechar con los brazos al amigo. Trasmitirle nuestro caluroso afecto, nuestra fuerza y nuestro ánimo para que mañana, cuando se levanten, encuentren una valiosa razón para seguir luchando.

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