miércoles, 22 de mayo de 2013

Una nueva Vizcaya en el Bierzo

En España la Revolución Industrial llegó tarde. En la comarca del Bierzo, además, para que aquél proceso de transformación se pudiera producir, se precisaba la coincidencia en el tiempo de otros acontecimientos que no se dieron y que debían funcionar a modo de energía de activación. 

Una definición habitual, aunque no muy académica, del término Revolución Industrial consiste en considerarla como un período histórico en el que un país experimenta el mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de su historia. 

En la Europa del dieciocho, el motor de estas transformaciones fue el CARBÓN y el HIERRO. Dos recursos naturales abundantes en la comarca del Bierzo; pero que hasta doscientos años más tarde no podrían ser aprovechados. 

En el último tercio del siglo XIX, en la sociedad del conocimiento, se produjeron los dos acontecimientos tecnológicos que se esperaban y que eran necesarios para cimentar el futuro desarrollo económico del Bierzo. 

a) Por un lado, Thomas inventó un sistema que permitiría explotar criaderos de hierro rico en fósforo (como los del Bierzo). Hasta entonces no se habían tenido en consideración estos yacimientos por el carácter quebradizo del metal que se obtenía de ellos. Al proceso se le llamó SIEMENS-MARTIN

b) Paralelamente, para la fabricación industrial del acero se desarrolló el denominado Convertidor de BESSEMER, que impulsaría un incremento considerable de la producción de esta dura aleación. 

Estos dos grandes ingenios constituyeron en su época la energía de activación que se necesitaba. 

A principios del siglo XX la comarca berciana contaba ya con todos los elementos necesarios para sacudirse el histórico y proverbial retraso tecnológico. 

Para disponer de todas las claves que propiciaron este desarrollo industrial es necesario tener en cuenta tres figuras relevantes: 

JULIO LAZÚRTEGUI (1859-1943). Polígrafo bilbaíno. En 1914 escribió una Carta Abierta, dirigida al Diputado por Ribadeo Ramón Bustelo, que tituló “Una nueva Vizcaya corregida y aumentada en el Noroeste de España” y cuatro años más tarde, en 1918, publicó el emblemático libro “Una nueva Vizcaya a crear en el Bierzo. Altos hornos y acerías en Ponferrada”, en el que describe con precisión las posibilidades del aprovechamiento económico de la riqueza geológica existente en el subsuelo de la comarca berciana: carbón y hierro. Carbón en las cuencas de Villablino y hierro en el yacimiento de San Miguel de las Dueñas, en las concesiones que él mismo denunció con el nombre de “coto Wagner”

Julio Lazúrtegui no era ingeniero. Estudió y se ocupó de muchos asuntos, relacionados con la industria, el comercio, etc. Era un hombre más bien de ideas. ¿Qué diferencia existe entre un hombre de ideas, un pensador, un filósofo y un ingeniero? Los dos, el ingeniero y el filósofo, trabajan con ideas: las propias o las ajenas; pero la función fundamental del ingeniero consiste en COSIFICAR, es decir en convertir las ideas en cosas. 

Por eso, para que el desarrollo industrial del Bierzo fuera efectivo se requería, además de las condiciones propicias de la naturaleza, la participación de otros dos personajes que dispusieran de los conocimientos técnicos y científicos necesarios para poner en marcha los proyectos ideados por Lazúrtegui. 

Uno de ellos es el físico, matemático, ingeniero industrial y de Caminos, Esteban Terradas. El otro, el ingeniero de Minas, Marcelo Jorissen, más conocido en las cuencas mineras por el apodo de “El Belga”

ESTEBAN TERRADAS (1883-1950) fue el primer Presidente de ENDESA. Impulsor de la Central Térmica de Compostilla. Con él se hizo realidad el aprovechamiento energético del carbón. 

MARCELO JORISSEN (1897-1984). A este esclarecido ingeniero la Historia (escrita con mayúsculas) le reservó las tareas de explotación de los yacimientos de carbón de Laciana y de hierro de San Miguel de las Dueñas y, consecuentemente, el impulso de un proyecto siderúrgico en Ponferrada, que desgraciadamente, por falta de apoyos económicos y financieros (además de otros intereses espurios), nunca vio la luz. 

La misión que en el año 1922 se echó a sus espaldas el holandés recién nacionalizado español Marcelo Jorissen fue la de hacer tangible el sueño largamente perseguido por Julio Lazúrtegui, de crear una nueva Vizcaya corregida y aumentada en el Noroeste de España. Si no se lo hubiésemos impedido con todas nuestras fuerzas, tal vez él lo hubiera conseguido. De aquél sueño, y del sacrificio hecho por estos tres protagonistas, hoy sólo nos queda, en los mismos terrenos en los que estaba previsto desarrollar aquel ambicioso proyecto, esa espantosa torre de la Rosaleda, colosal monumento al disparate... Ironías del destino.

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