jueves, 28 de noviembre de 2013

Pasear contigo en soledad perfecta...

Pasear contigo en soledad perfecta
fondo azul de colinas y a los lados
árboles comprensivos y vigilantes
el doble paso caprichoso y lento.

Pasear contigo en soledad callada
al través de un  silencio transparente
la frente levantada al sol que sube
orgulloso del brío de su vuelo.

Pasear contigo por la superficie
de redondez suave de la tierra
con lentitud perseverante y noble...
contigo y tu recuerdo y tu esperanza.

                                   (Poema de Pedro Garfias)

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Un amigo, un libro y una piedra. Ése es el orden

Si quisiera expresarlo en cifra, garabatearía 50. Si quisiera expresarlo en letra escribiría: cincuenta, así como suena. Para definirlo podría utilizar el término MEDIO CENTENAR o media centena o también podría referirme a ese número como diez lustros. Pero a pesar de las múltiples formas que existen de expresarlo, en todas ellas se reúne poca información. Podría decir que no es un número cardinal, sino ordinal, entonces debo corregir las anteriores expresiones y sustituírlas por estas más afortunadas: 50º o, en su caso, quincuagésimo. De estas dos últimas expresiones surge inmediatamente una pregunta: ¿50º o quincuagésimo, qué? Si lo que se pretende es dar un orden, dígase qué es lo que se ordena. Si sólo se pretende aportar una cifra dígase también, y póngase 50 o media centena o diez lustros, y con eso basta.

A estas alturas del escrito todavía no sé que es lo que pretendo numerar porque tampoco sé las consecuencias que se puedan derivar de ello.

Si pretendiese decir que tengo cincuenta huevos en una cesta, carecería de sentido emplear un ordinal, y bastaría con anotar la fría cifra: 50. Si lo que pretendiese es comunicar el orden en el que puso el último de ellos la gallina, parece más acertado expresar el 50º o el quincuagésimo.

Para andarme sin rodeos, yo lo que quiero decir es que hoy he cumplido cincuenta años. Y no sé qué es lo que más me interesa: si referirme a ese hecho aislado, el de cumplir uno más, concretamente el quincuagésimo año, lo que, al limitar temporalmente el acontecimiento, me facilitaría la labor de explicar lo que siento (que más bien es poco, teniendo en cuenta que mi vida no deja de ser, hasta cierto punto, una sucesión de acontecimientos aburridos aliñados con algún que otro sobresalto) o si por el contrario resulta más interesante tener en cuenta el conjunto de elementos que define la cifra 50 o el medio centenar o los diez lustros. En este último caso la cifra me abruma. Los recuerdos se agolpan. Llegar hasta aquí ha sido una maravillosa aventura, no exenta de dificultades; pero llena de alegrías. Mantengo conmigo prácticamente a todos los seres queridos, en un número que con el tiempo se ha ido incrementando. He crecido intelectualmente (permítaseme la boutade). El paso del tiempo me ha dado más que me ha quitado. Son más los que me acompañan que los que me han abandonado. Todo un lujo para los tiempos de ajustes y recortes que corren.

Podría experasarlo de otro modo parafraseando al erudito demógrafo Thomas Robert Malthus y diría que mientras mi edad ha crecido aritméticamente, mis amigos, mis seres queridos, descontandas las bajas propias del quehacer biológico, y las aptitudes que me forman como persona han crecido geométricamente.

A lo largo de estos cincuenta años he sido muy celeso en el empeño de mantener el compromiso de retener e incrementar el número de amigos que la providencia me regalaba, como también lo he sido con mis libros o mis piedras. He procurado en todo momento disfrutar lentamente, casi paladeándolo, del placer de saberme querido por los míos; pero no he retenido este placer sólo para mi. Lo he repartido con todos los que me he encontrado en el camino con la misma generosidad que me lo han entregado. Esto me ha permitido conocer algo de la grandeza de la fraternidad.

Tengo que contradecir a León Felipe, cuando en el epígrafe de su poema "pie para el niño de Vallecas de Velázquez" dice: "bacía, yelmo, halo, éste es el orden, Sancho". La verdad de las cosas, en estos últimos cincuenta años, que son de los que yo respondo, me ha revelado que la felicidad es posible para todos siempre y cuando se luche sin desmayo, día a día, por ella y se asuma el compromiso de actuar dentro de un movimiento colectivo que no distingue ni privilegia a nadie.

Un amigo, un libro y una piedra. Ese es el orden, mi querido León Felipe.

martes, 26 de noviembre de 2013

Las nuevas tecnologías y la violencia de género

Algún día habrá que reflexionar detenidamente sobre esta cuestión. En un periódico de la provincia de León, he podido leer el siguiente titular: "Las nuevas tecnologías se convierten en el vivero de la violencia de género". La frase la pronunció el Delegado del Gobierno en la Comunidad de Castilla y León, en uno de los actos celebrados en el Día internacional contra la violencia de género. Pero no es al único al que se la he oído. En la radio y en la televisión también se la he escuchado a numeros tertulianos, es como un mantra que se repite de medio en medio.

Cuando se escucha esta frase, todo el mundo sabe a qué se refiere. Porque todos tenemos hijos en edad escolar o conocidos que los tienen o, simplemente, nos imaginamos que eso puede suceder así. De forma que asumimos que nuestros jóvenes pueden estar presionados, ser extorsionados o sometidos a violencia machista a través de las múltiples plataformas digitales existentes. ¿Quién podría dudarlo? Yo desde luego, no.

Sin embargo, donde yo quiero poner el acento no es en la aplicación de las nuevas tecnologías, porque no es ahí donde residen lo valores machistas. La aplicación de internet o de la telefonía móvil o de las múltiples aplicaciones informáticas que nos conectan socialmente no es la causante de la violencia. La violencia la ejercen personas contra otras personas. El instrumento no es lo más relevante. El machista, el violento siempre ha aprovechado y utilizado los instrumentos a su alcance para ejercer su violencia. El problema no está en el instrumento que se emplea, sino en los valores de la persona que los utiliza.

Como digo, me gustaría reflexionar más detenidamente sobre esta cuestión. Pero así, a bote pronto, lo que me parece peligroso es asociar tecnología y violencia, descuidando el factor fundamental de esta ecuación que es la EDUCACIÓN. Los comportamientos violentos, la violencia machista se combate en todos los frentes; pero la mejor arma es la PREVENCIÓN y esa se obtiene a través de la EDUCACIÓN. Más educación, más educación, más educación: en casa, en la escuela, en los espacios públicos, etc. A mi me parece que ese es el quiz de la cuestión y lo demás son escusas de mal pagador.

Por supuesto que soy partidario de formar a los jóvenes para que hagan un uso racional de las tecnologías. Por supuesto que soy partidario de que las autoridades vigilen comportamientos impropios en la red y por supuesto que soy partidario de que cuando se detectan actitudes de este tipo se debe intervenir inmediatamente; pero lo otro, corregir el comportamiento violento, la violencia machista, en el origen, en la formación de nuestros jóvenes en las edades tempranas me parece fundamental.

lunes, 18 de noviembre de 2013

España también espió al Reino Unido

Dicho así, en abstracto, no parece gran cosa. Todo el mundo sabe, y si no lo supone, que España, como cualquier otro país civilizado, espía a sus vecinos. La noticia sólo adquiere tintes dramáticos cuando quien lo publica es un periódico alemán y hace alusión a no sé qué archivos secretos de un ex funcionario de la CIA. Hasta entonces todos estábamos muy tranquilos. A partir de ese descubrimiento. De la constatación del hecho ni más ni menos de la persona que lo perpetraba todos nos echamos las manos a la cabeza.

Esta historia de espías me recuerda a otra, también real, que tuvo lugar allá por los años finiseculares del XVIII, aproximadamente, en la década de 1780.

La España ilustrada de Carlos III estaba muy preocupada por la superioridad de la armada inglesa. La diferencia la marcaba un material metálico con el que construían un pequeño cañón de corto alcance; pero muy efectivo, que originaba unos impresionantes destrozos en los buques enemigos. Esta letal arma se fabricaba en la localidad inglesa de Carron, de ahí el nombre con el que se conocía al pequeño cañón: carronada.

El Rey reclutó para una secreta misión a dos individuos de características peculiares. El primero debía ser un hombre práctico capaz de colarse en la fábrica de cañones, aprender el oficio y ser capaz de reproducirlo en España. El otro debía ser un hombre de ciencia, un sabio que pudiera memorizar planos y procesos, copiar e imitar la tecnología de la potencia extranjera. Para que la misión resultara creíble los dos españolitos debían actuar con disimulo. No debían confesar su verdadera misión y para mayor seguridad antes de dirigirse a la ciudad inglesa debían hacer un recorrido por Europa central, aprendiendo en las mejores academias de minas de Europa el arte de la docimasia.

Pero en ningún caso los espías españoles debían olvidar que su verdadera misión era sustraer de los ingleses el secreto de la producción del acero con el que fabricaban sus potentes y certeros cañones.

Quiso la casualidad que en ese período España le declarase la guerra a Inglaterra, por la independencia de Estados Unidos y nuestros compatriotas no pudieron pasar a la isla. España centró todos sus esfuerzos bélicos en ganar una guerra junto con sus aliados franceses. Y se olvidó de la misión. Ordenó al científico español su inmediata vuelta a casa.

No lo he dicho; pero el espía no era otro que Juan José Elhuyar. Un eminente científico cuyo fracaso en la secreta misión le permitió ampliar estudios en las Escuelas y Academias de Minas más famosas del Mundo, en Francia, Hungría, Alemania, Suecia, etc. Y recibir formación de los hombres de ciencia más prestigiosos del mundo.

A su vuelta a España, cuando ya no existía una misión que completar, en expectativa de destino, se entregó junto con su hermano Fausto a la investigación de la composición de una "piedra pesada", que Juan José se había traído de Uppsala (Suecia). Los trabajos de investigación se desarrollaron íntegramente en el Real Seminario de Vergara, en el País Vasco. Y gracias a su inteligencia y tesón, en un tiempo récord, consiguieron descifrar la composición de la piedra denominada wolfran, consiguiendo descubrir un nuevo elemento químico al que bautizaron con el nombre WOLFRAMIO.

Paradógicamente, se pude decir que el descubrimiento del WOLFRAMIO fue la historia del fracaso de una misión de espionaje.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Los estudios universitarios en el Bierzo

Recibí una carta del abogado berciano Tomás González Cubero. En ella me expresaba su deseo de que en la próxima reunión del Claustro de la Universidad de León, apoyara con mi voto la propuesta que había realizado para que el Bierzo dispusiera de un Campus universitario en el que se impartieran algunas carreras universitarias. Esta carta me la enviaba en calidad de presidente de un Patronato que promovía la iniciativa y yo la recibía en calidad de miembro del Claustro universitario en representación de los alumnos.

Instantes previos al inicio de la reunión del Claustro, cuando sus componentes todavía estaban tomando sus asientos, solicité el permiso del Rector para grabar la sesión. Era un favor que me había pedido el periodista Ignacio Linares para la emisora que Luis del Olmo tenía en Ponferrada. El Rector, Santoyo, un individuo del que algún día diré alguna cosa, me lo denegó. Además, dio instrucciones para que un ordenanza vigilara a partir de entonces mis movimientos. Consciente de ello, le pasé la grabadora a mi amigo César Mourín, quien se colocó inmediatamente debajo de uno de los altavoces de la sala y consiguió grabar toda la sesión.

Iniciado el asunto, el Rector abrió un turno para que los asistentes solicitaran la palabra. La peculiar forma de dirigir los debates de aquél señor exigía que los intervinientes manifestaran por adelantado si su intervención se realizaba a favor o en contra de las propuestas. De esta manera podía mover su artillería a su antojo, en función del nivel y calado de los intervinientes.

Terminado el plazo, anunció públicamente la existencia de cinco peticiones de palabra y todas ellas para oponerse a la iniciativa. Es decir, todos los que iban a intervenir se opondrían a la creación del Campus Universitario del Bierzo. Ante este panorama, me acerqué a él y le solicité que me apuntara en el turno de palabras. Con una actitud despectiva me indicó que el turno ya estaba cerrado y que por tanto no podría intervenir. Le dije que hablaría a favor de la propuesta y como no había solicitada ninguna palabra para ello, me parecía justo que se me concediese. El Rector, con cierta sorna, y tras preguntarme si estaba seguro de querer hacer una intervención a favor, asintió y me indicó que me permitiría hablar.

Fui el último de los intervinientes. Todos los que me precedieron en el uso de la palabra cumplieron con su papel. Se opusieron con contundencia a la idea de que se pudiera crear un Campus en Ponferrada. Yo inicié mi intervención mostrando la extrañeza por el hecho de que no se hubiese invitado a ninguno de los miembros del patronato que impulsaban la iniciativa para defenderla, de la misma manera que no había ninguna institución del Bierzo, ni siquiera un representante del Ayuntamiento de Ponferrada o del Claustro de profesores de la escuela universitaria de relaciones laborales que ya se impartía en el Bierzo, etc. Por otro lado, me sorprendí de que las sesudas intervenciones de los profesores que se oponían a la propuesta no hubieran aportado ni un sólo argumento de carácter económico, social o académico, ni un solo dato, etc. que avalara su oposición. Todas las intervenciones que me habían precedido, según mi opinión, adolecían de una absoluta falta de rigor académico. Se armó la marimorena. Se montó un revuelo impresionante. De inmediato percibí la comprensión y el apoyo mayoritario del resto del claustro al que tampoco le había gustado las estratagemas del equipo de Gobierno para quitarse el asunto de encima. Lo que disgustaba a los claustrales de aquél asunto eran más bien las formas más que el fondo. Todos ellos hubieran votado en contra de la propuesta, si las cosas se hubieran hecho bien y no aquella pretendida chapuza. El pusilánime Rector se percató de que se le escapaba el control, se imaginó los titulares de prensa del día siguiente, y accedió a aceptar mi propuesta de suspender la votación y analizar más detenidamente y con más argumentos el asunto en otra ocasión.

Mi sorpresa se produjo al recibir el acta del Claustro. Ni rastro de mi intervención. Literalmente, se me había aniquilado. Aunque sí constaba una propuesta de un doctor en veterinaria, que por cierto no había intervenido, en la que solicitaba se pospusiera la votación del asunto. Es decir, aunque no mis argumentos, sí mi propuesta se había adjudicado a otro individuo, que por supuesto no era alumno como yo, sino un reputado profesor. Me dirigí inmediatamente al secretario General de la Universidad, un doctorzuelo, licenciado en derecho, que todavía transita en esta Institución. Le exigí una rectificación inmediata. El caradura negaba recordar el que yo hubiese intervenido y menos en esos términos en los que yo me manifestaba. El Claustro Universitario estaba formado por más de 100 miembros, cómo era posible que un fedatario público negara tal evidencia. Yo era un alumno; pero en ningún caso un imbécil. Entones le aseguré que había grabado mi intervención y que incluso había sido reproducida por una emisora berciana. Esta nueva revelación lo dejó paralizado. Aún sin creerse del todo que fuera cierto que mi intervención hubiese sido grabada, por si acaso se avino a incluir mi intervención en el acta, con la insólita pretensión de que pactáramos un texto "más ajustado". Me negué. Le exigí que recogiera mi intervención en el turno "a favor" y, además, como único interviniente. Se opuso terminantemente a ello. No quiso reflejar mi intervención en los términos en los que se había producido. Al final, falseando lo ocurrido, con el beneplácito del equipo de Gobierno, recogió en el acta su particular versión (y, si no recuerdo mal, mantuvo la del profesor que no había intervenido).

Por otras razones, aquél equipo rectoral, con el magnífico Santoyo a la cabeza se vio obligado a dimitir. Es una pena que nadie se haya dedicado a estudiar detenidamente la gestión de aquellos prebostes durante casi mandato y medio. En mi opinión fue tan nefasta que la actual situación crítica que vive nuestra Universidad leonesa está relacionada directamente con las decisiones adoptadas en aquélla época por esos individuos. Y el decadente estado del Campus Universitario de Ponferrada también está relacionado con los frágiles cimientos que en su día se pusieron.

No, no. Que nadie se lleve a engaño y piense que mi intervención sirvió de algo para que se autorizarse la constitución del Campus de Ponferrada. Lo narrado no pasa de ser una mera anécdota. El hecho determinante fue una entrevista del periodista Luis del Olmo al ministro de Educación de la época, en la que se comprometió a impulsarlo. Entones el Rector de la Universidad de León se reconvirtió, acogió el proyecto como propio y se hizo un ferviente devoto de la iniciativa. Esta fue la historia.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La importancia de los carroñeros en la política

Un cualificado militante del Partido de los Unos, PU, convivía cómodamente en los aledaños de la política que desde hacía décadas realizaba el gobernante Partido de los Otros, PO. Después de tantos años ya se había acostumbrado a ella. había que ser un avezado observador para diferenciar a este conspicuo militante del partido de los "Unos" de otro del partido de los "Otros". Eran como dos gotas de agua. Había conseguido mimetizarse. De repente, empezó a crecer su incomodidad, a la vez que su crítica hacia el partido rival. Y a la vez que iba en aumento esta crítica, su implicación en su partido crecía también. El sistema funcionaba como un mecanismo: biela-manivela. Todo esto, no hay que ocultarlo, se producía a medida que se vislumbraba la posibilidad de la alternancia en el poder municipal. Hasta entonces, su relación con el gobernante partido de los Otros era buena. Incluso, muy buena. Los casuales encuentros en esa Gran Superficie Comercial unieron mucho, se aprovechaban para felicitarse las fiestas, para interesarse por la familia y de paso pedir algún favorcito. Una papelera para el barrio, la retirada de un contenedor ubicado próximo al portal de su casa, la mediación en una multa de aparcamiento en zona ora, etc., etc. Es decir, lo habitual. Pero ahora las cosas habían cambiado. La perspectiva de que su partido ganara las elecciones y entrara en el Gobierno de la cosa pública había distanciado a nuestro cualificado militante del partido adversario. El líder había sentenciado que ahora, ante la opinión pública era necesario escenificar ese distanciamiento. ¡No todos somos iguales!, se proclamaba y se enfatizaba ante unos desconcertados votantes que asistían impávidos a la representación teatral del calculado distanciamiento. No obstante, el contacto con esos votantes se hacía en el lugar habitual: en esa Gran Superficie Comercial, cuna de la democracia, que nos hace a todos iguales. Todo no era más que un artificio de cálculo político.

Es verdad que no engañaron a nadie. Todos conocían el juego. Pero la alternacia política es buena porque oxigena las instituciones. Ante la falta de otras alternativas el sufrido votante opta por alguna de las que se le ofrecen. Otro escenario, el de la abstención mayoritaria, sólo es posible en una ficción como la llevada a cabo por Saramago en su novela. Llegada la ocasión la papeleta elegida mayoritariamente iba a cambiar de color político del que sujetaba las riendas del poder. El recuento final así lo confirmó.

Nuestro militante ya estaba preparado para el asalto. Como hemos dicho, en las últimas décadas había estado distanciado de su partido; pero durante el último año, cuando el viento de las encuestas soplaba a favor, se había volcado.¡Por fín, después de tantos años, vamos a tocar el poder!, se decía a sí mismo. Si algo caracteriza a los individuos de esta calaña es el olfato. Es por lo que se guían (aparte del estómago, claro).

"El primer objetivo es instalarnos en él" (en el poder). "Que se note que venimos para quedarnos". Lo segundo es rodearse de los nuestros, para ello, incluso es necesario incorporar a la administración gobernada nuevos trabajadores, mediante oposiciones (convenientemente preparadas), de esta manera no habrá fisuras internas. Incluso, se promueven oleadas de nuevos ingresos mediante contratos amañados. Los que ya estaban no son de fiar. Sirvieron al Partido de los Otros. Partido por otro lado, que al bajarse del pedestal ya no está tan unido como inicialmente parecía. El nuestro, sin embargo, sí. Ahora está más Unido que nunca.

Ante las primeras denuncias "internas" de tráfico de influencias, de enchufismo, de alejamiento del programa y del votante, se tira de manual. "Ellos (los otros) también lo hicieron antes", "debemos estar más unidos que nunca", "primero los nuestros, y después ya veremos", etc. etc. De poco valen estas tretas. Al poco tiempo el malestar ya está en la calle. Y nuevamente se abre el manual: "nos lo han dejado todo muy mal", "no podemos resolver todos los problemas en un día y de un plumazo", "no podemos desarrollar nuestro programa porque las circunstancias no lo permiten". "Necesitamos, al menos, un par de mandatos más".

En realidad la ocupación de estos políticos carroñeros y sus adláteres es copar todos los puestos de representación de la administración, en todos los escalones, consejos de administración de empresas participadas, etc. y lo que es muy importante, escalar en el organigrama del Partido de los Unos. Esto último es muy importante, porque es lo que permitirá perpetuarse en el poder. Estos políticos están tan ocupados en lo "suyo" que se olvidan y desatienden lo de los demás y esto les lleva necesariamente, primero al conflicto interno y después al desapego de la sociedad que les dio el encargo de gobernar para todos.

Llega un momento en el que los tejemanejes empiezan a conocerse públicamente. Los medios se hacen eco de las fantasías de los gobernantes: viajes, dietas, enchufes, etc. La desafección con su propia militancia empieza a sentirse. Y todo esto forma una losa que pesa mucho. Mientras tanto, el Partido de los Otros ya ha iniciado su recomposición. Cambia de líder y denuncia las maniobras arteras del neófito partido gobernate. Finalmente la ciudadanía, a los Unos, les da la espalda y los desaloja del poder. ¿Pero qué ha ocurrido con nuestro cualificado e ilustre militante? Pues que durante todo el mandato ha formado parte de la cúpula del poder, se ha servido de su influencia, se ha amparado en él para obtener dádivas y beneficios varios, ha escalado a puestos elevados del partido; pero, en esta justa hora, en la que los vientos de las encuestas soplan en dirección contraria, se ha "desencantado". Por fin aparece de nuevo la palabra mágica. La llave que le permitirá desentenderse de todo lo que ha hecho y no asumir sus consecuencias. Nuestro querido militante dice: "me he desencantado". Vuelve al consabido arquetipo: "todos son iguales". Es el primero (la primera rata) en abandonar el barco. Es lo que en geología llamaríamos un testigo guía. Es el que nos permite medir el grado de corrupción de sus actuaciones. Es el primero que contacta con el futuro partido de los otros para ofrecerle toda su colaboración, y de paso delatar a algunos de los suyos. Mientras tanto, a los sufridores votantes les lanza el mensaje de sus desencanto, reafirmándose en que esa es la verdadera razón de su retirada a los cuarteles de invierno. 

No hay que despreciar a estos personajes, aunque en realidad sean despreciables, porque gracias a ellos, como he dicho, podemos hacernos una idea del grado de corrupción. Los tribunales de justicia, más tarde se encargarán de cuantificarla en detalle.

Pasará algún tiempo hasta que se repita la historia, mientras tanto nuestro cualificado militante está preparando a la siguiente generación que le sustituirá en esta noble función. Sus familiares más directos, sus hijos, son los destinatarios de su magisterio, el mismo magisterio que de entrada ya les ha permitido disfrutar de un trabajo bien remunerado. De su primera oportunidad laboral. Los hijos... los hijos..., qué no sería capaz uno de hacer por ellos. Qué menos que un puesto de director de la empresa pública, en un laboratorio de ideas.

Nuestro ilustre militante del Partido de los Unos no para. Vuelve por sus fueros. Restablece las cordiales relaciones que siempre presidieron su relación con los militantes del Partido de los Otros y se acomoda agazapado esperando a que cambie nuevamente la dirección de los vientos, confiando una vez más en su olfato. Viento fresco que le hará renacer, reverdecer y encontrar una nueva razón para incorporarse a las altas instancias del poder, que con su gran experiencia y presencia contribuirá de manera notable a que nuevamente se convierta la política en un lodazal.