lunes, 27 de mayo de 2013

¡Seis kilómetros a pie para comer!

¿Qué nos está pasando? Hoy el diario El País publica un reportaje de Pilar Almenar espeluznante (uno más). Esta vez se trata de dos niños en Valencia que tienen que recorrer todos los días seis kilómetros para recibir un plato de comida de una institución de caridad. Su lectura se me ha atragantado. Pero creo que no debe esconderse esta realidad. Bien al contrario, es necesario airearla, exponerla, que se conozca para que al menos, si no queremos o no podemos hacer otra cosa, se nos caiga a todos la cara de vergüenza (a quien todavía le quede una poca, claro). 

El artículo de Almenar debe leerse: empieza así:

"Petra, casada, 37 años, ha recogido a mediodía a sus hijos de siete y nueve años del colegio para darles de comer. Desde que se les acabó la beca del comedor tienen que apañárselas fuera del centro. Tampoco lo hacen en casa. Cerca de las dos de la tarde, entran en el edificio de Casa Caridad en el Paseo de la Pechina de Valencia. Han venido caminando desde el barrio de Orriols. Tres kilómetros a pie para comer y otros tres para regresar. Deben darse prisa porque esta tarde los niños tienen clase de nuevo. “El autobús es dinero, tenemos piernas”, explica la madre viendo jugar a los pequeños a su alrededor.


“¡El otro día saqué un sobresaliente!”, dice el mayor de los niños con mirada pícara tras sus redondas gafas de pasta. Hace dos años y medio que Petra y su marido vinieron de la República Checa donde el azote de la crisis tocó y hundió su pequeño negocio de textil. Al principio todo fue bien y Petra ascendió en su empleo en un almacén de hortalizas en Meliana (Valencia). Pero la empresa cerró hace un año y se quedó sin trabajo. Su marido, operado de cervicales, no puede trabajar. La beca de comedor les ha cubierto solo el 70% del curso y en estos últimos dos meses Petra ha tenido que buscar otra salida. “No quiero decir que me da vergüenza, pero me da un poco”, cuenta desviando la mirada de sus ojos azules..."


La noticia contrasta con aquella otra imagen que todos teníamos de la ciudad del mediterráneo, paradigma del desarrollo, llena de luz y opulencia. ¿Recuerdan la comparecencia pública del canoso jefe de la fórmula uno anunciando a bombo y platillo una prueba del mundial en el circuito de Valencia en medio de una campaña electoral? Entonces, a quien fuera le convino que saliera en todos los telediarios. Sin embargo, esta otra noticias mucho me temo que a los mismos que protagonizaron la anterior no les interesa su masiva difusión, y menos a la hora de comer.

Esto cada vez se me hace más insoportable. ¿Cómo se pretende que hagamos compatible este tipo de noticias con las que nos llegan del caso Nóos y otras tramas corruptas? ¿Cómo pretenden que no se nos revuelvan las tripas? ¿Cómo quieren que no nos indignemos? ¿Qué sistema defienden en el que caben estas cosas?¿A qué estamos esperando para hacer algo?

miércoles, 22 de mayo de 2013

Una nueva Vizcaya en el Bierzo

En España la Revolución Industrial llegó tarde. En la comarca del Bierzo, además, para que aquél proceso de transformación se pudiera producir, se precisaba la coincidencia en el tiempo de otros acontecimientos que no se dieron y que debían funcionar a modo de energía de activación. 

Una definición habitual, aunque no muy académica, del término Revolución Industrial consiste en considerarla como un período histórico en el que un país experimenta el mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de su historia. 

En la Europa del dieciocho, el motor de estas transformaciones fue el CARBÓN y el HIERRO. Dos recursos naturales abundantes en la comarca del Bierzo; pero que hasta doscientos años más tarde no podrían ser aprovechados. 

En el último tercio del siglo XIX, en la sociedad del conocimiento, se produjeron los dos acontecimientos tecnológicos que se esperaban y que eran necesarios para cimentar el futuro desarrollo económico del Bierzo. 

a) Por un lado, Thomas inventó un sistema que permitiría explotar criaderos de hierro rico en fósforo (como los del Bierzo). Hasta entonces no se habían tenido en consideración estos yacimientos por el carácter quebradizo del metal que se obtenía de ellos. Al proceso se le llamó SIEMENS-MARTIN

b) Paralelamente, para la fabricación industrial del acero se desarrolló el denominado Convertidor de BESSEMER, que impulsaría un incremento considerable de la producción de esta dura aleación. 

Estos dos grandes ingenios constituyeron en su época la energía de activación que se necesitaba. 

A principios del siglo XX la comarca berciana contaba ya con todos los elementos necesarios para sacudirse el histórico y proverbial retraso tecnológico. 

Para disponer de todas las claves que propiciaron este desarrollo industrial es necesario tener en cuenta tres figuras relevantes: 

JULIO LAZÚRTEGUI (1859-1943). Polígrafo bilbaíno. En 1914 escribió una Carta Abierta, dirigida al Diputado por Ribadeo Ramón Bustelo, que tituló “Una nueva Vizcaya corregida y aumentada en el Noroeste de España” y cuatro años más tarde, en 1918, publicó el emblemático libro “Una nueva Vizcaya a crear en el Bierzo. Altos hornos y acerías en Ponferrada”, en el que describe con precisión las posibilidades del aprovechamiento económico de la riqueza geológica existente en el subsuelo de la comarca berciana: carbón y hierro. Carbón en las cuencas de Villablino y hierro en el yacimiento de San Miguel de las Dueñas, en las concesiones que él mismo denunció con el nombre de “coto Wagner”

Julio Lazúrtegui no era ingeniero. Estudió y se ocupó de muchos asuntos, relacionados con la industria, el comercio, etc. Era un hombre más bien de ideas. ¿Qué diferencia existe entre un hombre de ideas, un pensador, un filósofo y un ingeniero? Los dos, el ingeniero y el filósofo, trabajan con ideas: las propias o las ajenas; pero la función fundamental del ingeniero consiste en COSIFICAR, es decir en convertir las ideas en cosas. 

Por eso, para que el desarrollo industrial del Bierzo fuera efectivo se requería, además de las condiciones propicias de la naturaleza, la participación de otros dos personajes que dispusieran de los conocimientos técnicos y científicos necesarios para poner en marcha los proyectos ideados por Lazúrtegui. 

Uno de ellos es el físico, matemático, ingeniero industrial y de Caminos, Esteban Terradas. El otro, el ingeniero de Minas, Marcelo Jorissen, más conocido en las cuencas mineras por el apodo de “El Belga”

ESTEBAN TERRADAS (1883-1950) fue el primer Presidente de ENDESA. Impulsor de la Central Térmica de Compostilla. Con él se hizo realidad el aprovechamiento energético del carbón. 

MARCELO JORISSEN (1897-1984). A este esclarecido ingeniero la Historia (escrita con mayúsculas) le reservó las tareas de explotación de los yacimientos de carbón de Laciana y de hierro de San Miguel de las Dueñas y, consecuentemente, el impulso de un proyecto siderúrgico en Ponferrada, que desgraciadamente, por falta de apoyos económicos y financieros (además de otros intereses espurios), nunca vio la luz. 

La misión que en el año 1922 se echó a sus espaldas el holandés recién nacionalizado español Marcelo Jorissen fue la de hacer tangible el sueño largamente perseguido por Julio Lazúrtegui, de crear una nueva Vizcaya corregida y aumentada en el Noroeste de España. Si no se lo hubiésemos impedido con todas nuestras fuerzas, tal vez él lo hubiera conseguido. De aquél sueño, y del sacrificio hecho por estos tres protagonistas, hoy sólo nos queda, en los mismos terrenos en los que estaba previsto desarrollar aquel ambicioso proyecto, esa espantosa torre de la Rosaleda, colosal monumento al disparate... Ironías del destino.

jueves, 9 de mayo de 2013

La Ley del embudo

Una de aquellas entidades bancarias que formaban parte del robusto sistema financiero español, del que tan orgulloso se sentía el ex presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, es Caja España. Una entidad cuyo origen está en su tierra, que también es la mía. Al final, como todo el mundo sabe, resultó que nuestro sistema bancario no era tan sólido como se presumía. En concreto, prácticamente todas las cajas de ahorros han desaparecido o están a punto de desaparecer y con ellas sus obras sociales. Lamentablemente Caja España no es una excepción. En estos días la emblemática entidad leonesa lucha por el ser o no ser. Para ello hoy se barajan dos alternativas: una; que otra entidad, en este caso Unicaja, la absorba y asuma sus deficientes estados contables y, otra, que la nacionalice el Gobierno para trocearla y vender las partes sanas.

Con independencia de la opción que se elija, previamente es necesario emprender medidas de saneamiento, de racionalización y de eficiencia…que embellezcan la entidad y la haga más atractiva para sus posibles pretendientes. Es decir, para entendernos y expresarlo sin rodeos, bajar salarios a los empleados y despedir personal. 

Esta tarea de racionalización…, de redimensionamiento…, etc., etc. se pretende llevar a cabo en dos fases. La primera de ellas ya se culminó hace apenas un par de años. En ella se “prejubiló” a un número elevado de empleados, a aquéllos que cumplían unos requisitos que los mismos afectados y candidatos a la prejubilación se habían fijado. Algunos de estos candidatos eran directivos de la propia Caja, representantes sindicales o representantes políticos, que de todo había. Ellos, desde su privilegiada posición, se fijaron las condiciones y entre ellas las sustanciosas indemnizaciones por las bajas incentivadas. El asunto llegó a los tribunales, y los afectados alegaron que las cantidades pactadas por ellos mismos consigo mismo, y que percibieron euro a euro hasta acumular cantidades millonarias, se correspondían con las que merecían por su intensa dedicación a la entidad. El alcalde de la ciudad, uno de los empleados afectados, se defendió vehementemente de las diatribas del "populacho" haciendo valer sus 19 años de servicio (con las prolongadas interrupciones propias del cargo, claro está). Tan convencido estaba el corregidor leonés de su derecho a percibir la millonaria indemnización, que prefirió renunciar a su escaño como diputado antes que a las sustanciosas cantidades ingresadas en su cuenta corriente en concepto de "merecida" prejubilación. Para decir toda la verdad, en primera instancia, los tribunales absolvieron a los gestores de la caja de las imputaciones realizadas por presuntos delitos de tráfico de influencias, malversación, etc., etc. Es decir, la justicia determinó que el proceso se ajustó a la legalidad, a pesar de las cuantiosas indemnizaciones repartidas. De esta manera el asunto se despachó en la entidad bancaria poniendo más dinero, sin la necesidad de REDUCIR salarios, sino más bien al contrario, pagando sustanciosas cantidades y sin gastar una sola bala en promover un expediente de regulación de empleo. ¡Eso fue sanear, y no lo que viene ahora!

Porque ahora estamos ante la segunda fase de saneamiento. Las causas que justifican la actuación son idénticas a las expresadas en la primera fase. Es necesario reducir costes, sanear las cuentas, etc, etc. Por decirlo una vez más en román paladín, bajar los salarios a los empleados y despedir más personal. Aquí los directivos de la caja, para afrontar la situación, el instrumento que emplean es la conocida “Ley del embudo”.

(Abro un paréntesis para decir que me importa significar que la citada Ley del embudo resulta de general aplicación en nuestro país, por eso creo que debería ocupar el lugar que le corresponde en el libro de las leyes que más importan, para evitar que su habitual uso desgaste los delicados mecanismos de su funcionamiento. Los estudiosos de los campos semánticos dedican buena parte de su talento a realizar valoraciones ideológicas de determinadas palabras de uso común. Sí, claro, que nadie se sorprenda, no todas las palabras son ideológicamente neutras. Imaginémonos por ejemplo una seleccionada al azar: justicia y preguntémonos cómo definirían este mismo término un hombre rico y cómo lo haría un hombre pobre. Para explicar las diferencias de criterio que necesariamente surgirían, los lingüistas han acuñado el término “ideoléxico”, que es aplicable a un gran número de palabras. Una de las expresiones, con una gran carga ideológica, que debería formar parte de esa teoría política de los campos semánticos es la “Ley del embudo”, expresión que, por otro lado, ya tiene cabida en el diccionario. Dice el DRAE: “Ley del embudo. La que se emplea con desigualdad, aplicándola estrictamente a unos y ampliamente a otros”. Cierro el paréntesis).

En el caso que nos ocupa, los altos directivos de la Caja de Ahorros, ante el mismo problema que se les plantea resolver: el de reducir costes y "deshacerse" de personal, para que nadie se sienta discriminado, han decidido aplicar la misma Ley. Todos iguales ante la ley. Y han decidido, cómo no, aplicar la “Ley del embudo”, que en este caso consiste en reducir, ahora sí, más de un 9% de los salarios de sus trabajadores (en principio se proponía una reducción del 15%), prejubilar a precio de ganga a todos los prejubilables con una indemnización reducida y una papeleta en la que se le pregunta al afectado ¿lo tomas o lo dejas?

Estos trabajadores lo tienen crudo, para qué vamos a decir lo contrario. En la primera fase de la reestructuración, en la que, entre otros, entró el alcalde de la ciudad y vicepresidente de la Caja, lo que preocupaba era mejorar las condiciones de los que salían, y qué mejor forma de hacerlo que la de darles una elevada indemnización para incentivar su baja. Eligieron la parte ancha del embudo. En esta ocasión, la preocupación es por los que se quedan. Y la forma de garantizarles el futuro, para "sólo" tener que despedir a mil de ellos, es rebajarles el sueldo un 9% a todos. Les toca la parte estrecha del embudo. 

A pesar del acuerdo alcanzado con los sindicatos, los afectados dicen que estos altos ejecutivos tienen una cara muy dura (algún empleado con el que he hablado lo cuenta utilizando "otros" términos para describirlo). Yo digo que se les puede reprochar de todo; pero de lo que no se les puede acusar es de no aplicar la misma ley para todos sus empleados: la Ley del embudo. Son unos fenómenos.